miércoles, 29 de diciembre de 2010

El oído femenino y su extraño comportamiento- Miguel Dorelo


El oído femenino y su extraño comportamiento- Miguel Dorelo

El oído femenino no funciona de la manera que se supone que debería hacerlo.
Amplio: el oído femenino no funciona igual que un oído normal (léase masculino). Es una verdad irrefutable; y no me vengan con ese falso concepto de que soy un machista insufrible o un misógino incurable. Nada más lejos de la realidad: las mujeres son la máxima creación del Señor. Y  mi ateísmo militante no empaña en nada el concepto vertido con todo mi amor hacia ellas. Amo a las mujeres, a todas ellas, aunque a alguna un poquito más, claro; y sobre todo a una, pero no viene al caso nombrarla y además el novio suele leer lo que escribo.
Pero volvamos a lo que interesa, (ya que ella no me quiere) ,recientes pruebas científicas certifican mi aseveración, lo avalan sin margen para la duda.
Fueron tomadas, no a la fuerza por supuesto, un grupo de 1.312 mujeres de distintas edades, nacionalidades, razas, religiones, estatura y medidas de busto, preferencias sexuales e hinchas de diversos equipos de fútbol  y se les realizó un exhaustivo test, el cual una vez concluido, no hizo más que corroborar dicha teoría.
Se trató de ser lo más básico posible para evitar que los objetos a estudiar no se sintiesen confundidas con algo más complejo y poder arribar así a buen puerto.
Solo un grupo de frases y sus respectivas interpretaciones. Simple y sencillo. Casi cualquier mujer puede hacerlo, afirmaron los especialistas.
Presentada cada una de las frases, se interrogó a las susodichas sobre qué era lo que habían escuchado.
Con ustedes, los sorprendentes  resultados:

Frase 1- Sos muy linda.
El 96, 7% dijo haber escuchado: “Solo tengo ojos para vos, Jamás volveré a mirar a otra mujer. A tu lado son todas horrorosas”.

Frase 2- Me encanta estar a tu lado.
El 98,6 % dijo haber escuchado: “Cada vez que lo requieras corro para estar al lado tuyo, no importa ni el día ni el horario ni lo que YO tenga que hacer”.

Frase 3- Si te parece, podríamos ir a tomar un café y charlamos.
El 100 % dijo haber escuchado: “Prepará los documentos, conseguí testigos para el civil, los padrinos para la iglesia y andá haciendo las invitaciones que en una semana nos casamos”.

Frase 4- Me parecés una mujer muy inteligente.
El 100 % dijo haber escuchado: “Comparadas con vos, todos las demás señoras o señoritas que han tenido alguna historia conmigo son unas taradas”.

Frase 5- Sos muy dulce.
El 100% dijo haber escuchado: “Mi vida hasta que te conocí solo supo de sinsabores. Ahora por fin soy algo y le encuentro el verdadero sabor a mi pobre existencia".

Frase 6: Tenés una manera muy especial de ver las cosas.
El 98,9 % dijo haber escuchado: “A partir de ahora, mi opinión ya no vale un rábano, solo veré por tus ojos, lo que vos digas es ley”.

Frase 7: Me encanta el color de tu pelo.
El 95 % dijo haber escuchado: “De ahora en más los gastos de peluquería corren absolutamente por mi cuenta”.

Frase 8: Estando al lado tuyo me siento completo.
El 100 % dijo haber escuchado: “Ya sé que no valgo casi nada, pero seguro que vos me vas a mejorar aunque sea un poco en todos los aspectos”

Frase 9: Al fin encontré la mujer ideal.
El 100 % dijo haber escuchado: “Todas mis ex, comparadas con vos, son menos que una mierdita de colibrí”


Frase 10 y fatal; tener mucho cuidado con esta: Te amo.
El 101% dijo haber escuchado: Soy tu esclavo. A partir de ahora podés hacer conmigo lo que se te antoje. Pisoteáme, quitáme toda mi dignidad, manipuláme a tu antojo, que yo ya no tengo derecho ni a protestar.

Espero que la trascripción de esta investigación cumpla con el cometido para el que fue elaborado.
Señores, jóvenes, muchachos, piensen bien en lo que vayan a decirle a una señora o señorita.
Ellas no escuchan igual que nosotros.

Reelaborado para La Cuentoteca

sábado, 25 de diciembre de 2010

La cena de Nochebuena- Miguel Dorelo


La cena de nochebuena- Miguel Dorelo

—En esta casa siempre se recibió al niño Jesús reunidos en familia ante una mesa bien servida y este año no será la excepción — aseguró la anciana.
—Pero abuela, vos sabés que no tenemos un peso. A papá lo echaron de la fábrica y no le pagaron ni la última quincena. Tu pensión apenas  si alcanza para comprarte los remedios y con los pocos pesos que gana mamá con la costura para pagar algunos servicios, comprarme algún útil para el colegio y comer lo que se pueda. Una cena de nochebuena sale mucha plata, abue.
—Vos dejáme a mi que lo tengo todo planeado, Juancito. Y pienso invitar a todos tus tíos, primos y demás parientes.
Anduvo todo el día la anciana. Don Pepe, el almacenero le fió un pan dulce de los grandes y dos sidras de las baratas —Llévese estas otras dos que quedaron del año pasado, se las regalo, aunque no sé si les quedará algo de gas. —le dijo en un arranque solidario no demasiado habitual en él.
El verdulero le seleccionó un poco de frutas algo pasadas pero que  para el clérico van a  andar bien, doña Carmen.
Pasó por la farmacia y luego de prometerle a don Francisco que el mes que viene le pago todo, hágame el favor rescató esos pocos  pesos como para ir al super chino y comprar unos turrones, algunas garrapiñadas y unos higos secos que estaban en oferta. Con lo poco que aportaran los pocos invitados que estaban en condiciones de hacerlo sería casi suficiente.
Volvió a su casa más esperanzada, pero con el problema principal aún sin resolver. Hasta el año pasado nunca habían faltado pavos rellenos, lechones asados o suculentos asados en la mesa navideña.
De pronto, la idea salvadora acudió a su mente; —Gracias, Virgencita, yo sabía que vos me enviaría la solución. —agradeció alborozada aunque con un extraño dejo de pena en su voz por la acción que cometería.

Esa nochebuena fue sin dudarlo una  de las mejores nochebuenas que  la familia recordaría por mucho tiempo. El placer logrado al superar una gran incertidumbre se disfruta mucho más que cuando la mano viene fácil.
La abuela Carmen, con apenas unos rasguños recibió más cariño de sus parientes como nunca antes; en el hospital le dieron rápidamente el alta ante la insistencia de la anciana por pasar esa noche con sus familiares y al comprobar los facultativos que aquél automóvil de alta gama solo la había golpeado.
Claro que don Aristegui, el dueño de aquella cadena de carnicerías especializadas en carne de cerdo ignoraba esto cuando la octogenaria se le apareció de repente ante su automóvil importado.
Un par  de lechones había resultado ser un buen arreglo ante la amenaza de su vecina de iniciarle un juicio.

Elaborado para La Cuentoteca

El regalo- Miguel Dorelo

A veces Santa no es el que creemos...

El regalo- Miguel Dorelo

—Hijo, mira, Santa te ha dejado tu regalito en el árbol. ¡Es una bicicleta!
¿Viste que era como te decía, que si te portabas bien…?
—Pará, mamá que ya cumplí los diez y desde el año pasado que sé que  Santa es el señor Alberto, ese que te viene a visitar cada vez que papá viaja por su trabajo. Y ya que estamos, él se va  esta noche así que  cuando venga el otro hacéle acordar que lo que yo quería era la Wii.
No es una amenaza, tomálo como quieras.
Tienen tiempo hasta Reyes.

Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 23 de diciembre de 2010

La dulce respuesta de Santa- Miguel Dorelo


La dulce respuesta de Santa- Miguel Dorelo

Querida Karla con “K”:
Me ha encantado tanto como emocionado tu cartita, pero lamentablemente no podré cumplir con tu pedido; justamente para estas fechas necesito a tiempo completo de los servicios de mis ocho queridos renos para poder satisfacer a todos los niños y niñas del planeta, así que deberás canalizar tus deseos carnales para con ellos en otra ocasión.
Te saluda, Santa.

P.D: ¿No has contemplado la posibilidad  de reemplazarlos por un ancianito muy bonachón, de larga barba blanca y aún muy activo a pesar de estar algo barrigón?
Piénsalo. De ser positiva tu respuesta vería la forma de hacerme un lugarcito esa misma noche y, no prometo nada, quizás pueda hacer que se sume Donner el más dotado de los ocho. O si así lo prefieres, trataré de convencer a Vixen, la reno  más hermosa y resistente de todas.

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 11 de diciembre de 2010

Confusión idiomática- Miguel Dorelo


Confusión idiomática- Miguel Dorelo

–Cógeme el brazo.
— ¿Eh?
—Que me cojas el brazo.
— ¿Acá ¿ En medio  de la avenida y adelante de todos?
—Pues, sí. ¿O acaso no me amas?
—Si, pero esas son cosas para la intimidad. Además, preferiría la mano de ser posible.
—Que a mí me apetece más el brazo, pero si tu quieres la mano, pues venga.
— ¡Te dije que acá no! Ustedes las europeas son demasiado modernas y liberales, pero yo soy una persona decente.
— ¡Tu estás chalado! Que si no me coges el brazo o la mano olvídate de mí, me iré ya.
— ¡Ni en pedo! ¡Tomátelas, gallega loca y degenerada! ¡Andáte! Lo mejor que podés hacer es correrte ya mismo.
—Pero ¿Por quién me has tomado, tío? Mira que decirme semejante barbaridad.
—Ya mostraste la hilacha, pendeja ¿No era que la diferencia de edad no te importaba? Resulta que ahora soy como un tío para vos.
–No te comprendo, primero te da prurito cogerme la mano o el brazo y luego me pides que me corra delante de todos.
— ¡No me jodas más!
— ¡De eso, olvídate, gilipollas! ¡Nunca más tendré sexo contigo!
— ¡Loca histérica! Primero quieres hacerlo en la calle y ahora te haces la puritana.
— ¡Tú estás majareta! ¡Acaba de una vez!
— ¡Otra vez con lo mismo! ¡No insistas, enferma, ninfómana galáctica!
— ¡Vete a que te den por culo, come coños de cuarta!
— ¡Pues desde ahora comerás vos sola ¡ ¡Te podés meter todas tus comidas sanas y mediterráneas en donde no te da el sol, estúpida!
— ¡Muérete!
— ¡Lo mismo digo!

Moraleja: una correcta comunicación es muy importante en la pareja. La palabra es imprescindible; nunca te pongas de novio con una extranjera.

Elaborado para La Cuentoteca


martes, 7 de diciembre de 2010

Martes a la noche- Miguel Dorelo


Martes a la noche- Miguel Dorelo

Martes. Si al menos fuese viernes. A pesar de todo, mañana hay que ir a trabajar a esa puta oficina. ¡No tengo ganas, no tengo ganas, carajo!
A aguantar a la gorda de contaduría que antes de las diez ya se bajó media docena de facturas con su tesito y que al rato ya peló un alfajor o un turrón y se lo morfa en dos bocados, mientras escupe un que flaco que estás Fernando te vas a enfermar si seguís así. Callarme un  ¡Gorda puta, y vos  vas a reventar como un sapo! porque es la sobrina del gerente y adonde mierda voy a ir si me rajan de acá. Y el hijo de puta del jefe que dos por tres se le ocurre hacer un resumen de lo que mierda sea que se le ocurra como para hacerme quedar después de hora y el turro de Juan que la goza viéndome juntar bronca porque no me banca desde que pasó aquél asunto con la mina de mesa de entradas.
Yo me coloco, total es temprano y para mañana ya me descolgué. Lástima esta basura. Esta noche más que nunca necesito un poco de la buena para poder seguir.
¡Ya no soporto más esta vida de mierda, la concha de su madre!
Antes la tenía servida en bandeja, cuando me enganché con Mercedes; la minita manejaba buena guita y siempre andaba con una buena reserva de la mejor. Y encima cogía como los dioses. Pero todo lo bueno se termina rápido; los boludos de los padres la mandaron con una tía que vive en Ibiza para ver si  “se cura” estando allá. Según me contó Mercedes, la vieja es una cocainómana fiestera y bisexual. La va a pasar bomba, y el boludo acá, solo y metiéndose cualquier porquería.
¿Y si me voy de una escapada hasta la villa? Pero no, con cincuenta mangos que voy a conseguir. Mirá si encima me hacen cagar para sacarme las zapatillas, con esos negros nunca se sabe. Mañana pido un vale, aunque ya estoy medio pasado y a fin de mes no voy a cobrar una mierda, pero un día de vida es vida y me meto un toco bien grande de felicidad como para poder pasarla.
Tendría que renunciar a ese laburo de mierda, dedicarme a escribir o tratar de armar un grupo para tocar en los boliches; eso es vida, las guachas se te regalan aunque estés en los cuarenta y pico como yo, les gustan los “artistas”, mirálo a Cerati, con cincuenta pirulos se comía una de veintidós… Claro que tiene sus riesgos también.
Mejor me conecto y boludeo un rato en la compu, hay un par de flacas medio veteranas que están muy alzadas y me tiran onda, les gusta cuando me voy al carajo y empiezo con mis guarradas en el Twitter. Algún dm de coger seguro que ligo.
Por ahí una de estas noches me traigo a una a casa.
Y con un poco de suerte hasta se me para y todo.

Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 2 de diciembre de 2010

La Asum- Miguel Dorelo


La Asum- Miguel Dorelo

Nada. Ni una palabra, ni siquiera el atisbo de una idea.
Jamás le había pasado algo así. Otro día perdido de una semana perdida.
Lo había intentado todo, leer el periódico, escuchar música, leer y releer relatos cortos, relatos largos, poesía…Nada.
Sentado frente al teclado  desde hacía tiempo, decidió apagar la PC y salir a caminar. Tal vez con un paseo por la orilla del  arroyo que pasaba cerca de su casa volviera la inspiración. Hizo lo que otras veces, se sentó en un banco del paseo ribereño y se puso a mirar el paisaje y la gente. Sacó su libreta con la seguridad de que en unos minutos el esbozo de algún relato o el comienzo de un poema empezaría a tomar forma en aquellas hojas.
La nada absoluta, o casi; su mente solo divagaba por cuestiones intrascendentes. El precio de la carne, las cuentas de gas y electricidad que se vencían. Escribiré algo sobre esto, se dijo. Pero cuando quiso hilvanar algún hilo conductor que comenzara a formar aunque más no fuera un esbozo de trama, su mente volvía al blanco absoluto.
— ¡Basta! —gritó en un arranque de desesperación que hizo dar vuelta a varias personas que a esa hora caminaban por la rambla.
Avergonzado, se levantó y comenzó a correr, comprendiendo que ya no podría soportar por mucho más tiempo esa situación.
Cansado, se apoyó contra un árbol. Le dolía la cabeza y se sentía mareado.
Escribir era parte de su vida, no podía imaginarse sin hacerlo, sin crear historias y personajes, sin volcarlos al papel o la pantalla y luego compartirlos con los demás.
Miró hacia el cauce del arroyo y luego al cartel de advertencia: “No bañarse-Aguas peligrosas”. Justo lo que necesito, pensó. ¿Y si la inspiración se había ido para siempre? No sabía nadar; tan solo era cuestión de decidirse…
— ¡No lo hagas! —escuchó a sus espaldas.
Asombrado, giró. Una figura etérea, pero evidentemente femenina flotaba muy cerca.
— ¡Ay, ay, ay! Siempre me pasa lo mismo, no puedo contenerme cuando veo a un humano sufrir. Una Asum de cuarta, eso es lo que soy.
— ¿Ehh? ¿Quién sos?  ¿Qué sos? —extrañamente no sentía miedo alguno de la aparición.
—Eso que dije. Soy una Asum. Más concretamente,Asum desde hace una semana.
— ¿Y qué carajo es una Asum? ¿Y en que sentido, “Asum”?
—Bueno, para un escritor la respuesta tendría que ser obvia; soy lo que se podría resumir como una “musa negativa”. El que nos creó no se exprimió mucho el cerebro para ponernos el nombre. Soy tu Asum porque alguien así lo requirió y cumplió con los requisitos indispensables para que el jefe decidiera que me asignaran a ti.
—No entiendo.
—Es fácil. Soy la responsable de tu falta de inspiración en la última semana.
— ¡La puta que te parió! ¿Y me querés decir por qué carajo me estás haciendo esto? Estaba apunto de tirarme al arroyo por tu culpa.
—Y yo lo evité. Me van a volver a castigar, no es la primera vez que me pasa.
— ¡No me decís por qué lo estás haciendo! ¡Hubieras dejado que muriera ahogado!
—Si, eso tendría que haber hecho, es lo que se espera de mí, que no intervenga a favor del infractor.
— ¿Infractor de qué? ¿Me podés explicar de una maldita vez?
—Bueno, trataré de ser  lo más concisa posible: fui mandada a cumplir una misión, hacer que nunca más puedas escribir ni un solo párrafo, ni un línea de prosa o poesía; nada de nada. Aunque me envía mi superior, primero debe haber un pedido debidamente argumentado para que esto sea llevado a cabo. Tu denunciante cumplió con los requisitos y acá estoy.
—Seguí.
—Sigo. Ella, siempre en estos casos es una mujer, nos contó de la admiración que sentía por tu obra primero y del rápido enamoramiento que derivó de ello. De su estrategia de conquista y del buen resultado de la misma. De cuando te conoció personalmente, del noviazgo y las noches de pasión. Lo normal hasta ahí, suele pasar bastante seguido. Pero luego surgió lo de tus mentiras, tus engaños y tu comportamiento poco digno. Seguro como estaba de que utilizaste tus dotes literarias para conquistarla con el solo fin de tener sexo con ella y suponiendo además que no era la primera en caer con esa estrategia, decidió que sería la última. Presentó el caso y fue aceptado. El fin no era que te mataras, aunque creo que no lo lamentaría demasiado si hubiese sucedido, solo que ya no utilizaras ese método con ninguna otra.
— ¡Locas! Vos y ella, quién quiera que sea. Jamás hice algo así. He tenido novias, claro, pero nunca una que haya engañado de esa forma.
—A esta si. Si el jefe dio el visto bueno, por algo ha de ser. El jefe no es de equivocarse seguido.
— ¡Tu jefe está tan loco como ustedes dos! Decíme como se llama la chiflada esta.
—No. Bastante ya metí la pata salvándote. No puedo dar nombres.
—Si no me lo decís me tiro al agua.
—Tiráte.
—Por favor, no quiero vivir si no puedo volver a escribir. Te juro que jamás hice algo así.
—Ella estaba muy segura de tu comportamiento.
—Estaba equivocada. ¡Eso! A veces uno cree cosas que no son verdad, supone cosas u otros se las hacen suponer. Debe haber pasado algo así. Decíme el nombre así vemos si podemos encontrarle una explicación lógica.
—No puedo. Me despedirían.
—Peor sería cargar con una muerte en tu conciencia. Estoy dispuesto a tirarme.
—Sos malo. Ya te diste cuenta de mi extrema sensibilidad. Está bien, no te voy a decir el nombre, pero igual vas a saber de quién se trata: es a la que decís que quisiste más.
— ¿Ella? Ahora me explico muchas cosas que no entendí en su momento.
¿Qué puedo hacer? Ella está equivocada, justo a ella jamás le mentiría, se debe haber imaginado cosas que no eran, quizás alguna amiga o algún galancito aspirante a reemplazarme le llenó la cabeza. Te juro que no miento. O se desilusionó al conocer a la persona detrás del escritor; uno es lo que es, no lo que escribe; aunque en los escritos pueda verse reflejado en parte.
—Te creo. Soy la Asum más boluda de todas las Asum por lejos, pero te creo. Y te voy a ayudar aunque después de esto tenga que laburar de asesora espiritual de un banquero.
Hay un par de  formas para recuperar tu inspiración: ella debe levantar la denuncia en contra tuyo, esa es una, pero debe ser de tal forma que contrarreste de manera absoluta los argumentos que antes esgrimió. Creo que no hay antecedentes de tal cosa, así que menuda tarea te espera: deberás convencerla de que fuiste sincero en la relación…O volver a enamorarla
—Misión imposible, sobre todo lo segundo. Ella en la actualidad no me soporta, evidentemente. ¿La segunda opción?
—Algo parecido pero con una nueva señora o señorita; lograr que se enamore tanto de vos que decida pedir una revocación de tu causa. Claro que esta opción tiene un serio inconveniente.
—No me importa. ¿Cuál inconveniente? Estoy dispuesto a intentar lo que sea.
—Te voy a ser sincera: no veo la forma que puedas hacerlo sin el único encanto que en apariencia tenés, acordáte que no contarás con la ayuda de tus escritos, por lo menos con nuevos. Podrías utilizar los que ya elaboraste, pero ¿Y si quiere que le escribas algo nuevo? Me parece que sería más sencillo que te tires al arroyo, aunque me afecte.
— ¿Por qué no te tirás vos, tonta? Voy a intentar la segunda opción, me parece la más plausible. Pero si no resulta, iré por ella.
Y en unos meses, vuelvo a publicar. Te lo aseguro.
Elaborado para La Cuentoteca



sábado, 27 de noviembre de 2010

Amarse es lo más importante- Miguel Dorelo

Duerme ella y ambos nos soñamos...

Amarse es lo más importante- Miguel Dorelo

Nos amamos. Ella me ama y yo la amo. Eso es lo que cuenta.
Ella:
—Mi amor, mirá lo que  hice para vos —me dice con esa vocecita que adoro.
— ¡Que lindo! ¿Y qué es? —le pregunto.
— ¿Cómo qué es? ¡Una cajita para tus tés saborizados!
—Claro, que tonto soy. Gracias es hermosa. Como vos. ¿Te puedo preguntar algo?
—Lo que quieras mi Pitufito. —A ella le gusta llamarme así. Yo le digo Gargamel. A veces nos disfrazamos y hacemos el amor hasta la madrugada vestidos de esa manera.
—Decíme, ¿Qué significa “S y M”? Digo, están muy bonitas las letras en medio de la cajita, rodeadas de esos corazoncitos, pero no logro darme cuenta que es lo que significan.
— ¡Que tonto sos! ¡Nuestras iniciales! Para que te acuerdes de mí cada vez que elijas el sabor del té que tomarás.
—Pero, pero, yo me llamo Miguel, hasta ahí todo bien, pero vos te llamás Celeste, con “C”.
— ¡Ay, que boluda! ¡No me lo puedo aprender! Otra vez me equivoqué con mi nombre.
Ella no va a ganar ningún Nóbel, el intelecto no está entre sus rasgos más sobresalientes.
Pero, como quedó dicho: nos amamos. Yo la amo y ella me ama.
Eso es lo que cuenta.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Una noche muy caliente- Miguel Dorelo

Una mujer perfecta para una noche hot.


Una noche muy caliente- Miguel Dorelo

Ella llegó un poco tarde, como toda mujer hermosa debe hacer. Solo fueron unos minutos, pero si la demora fuese proporcional a la belleza bien podría haber llegado cuarenta y ocho o setenta y dos horas después. Al contemplarla todo se le perdonaba.
Con solo entrar a la casa ésta cambió radicalmente, pasó a tener otro brillo, el aire se inundó con su aroma, mezcla de violetas y chocolate. En un anticipo de lo que nos esperaba, el fuego de la chimenea se avivó de golpe, las llamas que hasta unos segundos lucían de un color amarillento con tintes anaranjados viró al rojo intenso con estrías azules.
Apenas apoyó sus labios en los míos en un saludo que supo a promesas deliciosas; luego tiró su abrigo sobre el sofá del living.
Llevaba puesto un vestido lo suficientemente corto como para resaltar hasta lo indecible sus largas y bronceadas piernas. En la parte superior, el pronunciado escote resaltaba la perfección de sus pechos; no llevaba corpiño, eso era más que evidente, la fina tela transparentaba sus pezones erguidos, prestos al delirio de manos y boca insaciables que ambos sabíamos sería esa noche, inevitable.
— ¿Qué querés tomar? —pregunté.
—Eso —me dijo señalando una botella de vodka.
Le serví, tomó un gran trago y casi en el mismo instante con una experta y delicada maniobra dejó caer el vestido sobre la alfombra. La perfección hecha cuerpo de mujer parada en el medio de mi living, con el fuego alumbrándola desde un ángulo perfecto, como planificado por un dios bondadoso que realmente ama a sus hijos, pensé contemplándola extasiado en un arranque de misticismo erótico. Luego giró, dándome la espalda. Su única ropa interior, una pequeña tanga de color blanco puro, estoy completamente seguro hecha en exclusividad por expertos artesanos de otros mundos, calzaba a la perfección en aquél culo merecedor a todos los premios de belleza que han existido, existen o existirán aquí y en todo el universo conocido.
La temperatura del ambiente y de los cuerpos fue subiendo de forma proporcional a las miradas intercambiadas. Ella se arrodilló sobre la alfombra y comenzó a desprenderme el cinturón con una de sus manos, mientras la otra me acariciaba incentivando la parte de mi cuerpo que a esa altura ya no lo necesitaba. Bajó mi pantalón junto con mi slip; su boca realizó una tarea impecable que supo interrumpir en el momento exacto, apenas un segundo antes de que perdiera toda conciencia de espacio, tiempo y lugar.
—Ahora te toca a vos —me susurró tendiéndose en el piso alfombrado, haciendo deslizar con dos dedos la diminuta bombacha a lo largo de sus kilométricas piernas. El fuego en la chimenea se reavivó como presintiendo que la noche recién comenzaba.
Me despojé del resto de mis prendas y comencé con aquella tarea, la más deliciosa encomendada a hombre alguno.
— ¿Por donde te gustaría que empiece? —le pregunté con un hilo de voz.
—Lo dejo a tu criterio —ronroneó.
Criteriosamente, comencé por sus pechos, alternando pequeños mordiscos con succiones dignas de un niño hambriento que no ha sido amamantado por días.
Mi lengua fue marcando un sendero húmedo sobre su vientre hasta llegar hasta el cielo o el infierno, no podría precisarlo exactamente, de su entrepierna. Luego suavemente, ella volvió a girar, lenta y lánguidamente ofreciéndome la gloria del final de su espalda.
A esta altura de los acontecimientos la temperatura del centro de una estrella azul en comparación con la del living se asemejaba a la de una estepa siberiana en pleno invierno.
—Te quiero ya dentro de mí —me ordenó casi desesperada.
Y fue ahí cuando la pasión o el amor o no sé bien qué estalló.
Literalmente.

Desperté dos semanas después, luego lo sabría, en la cama treinta y nueve del hospital de agudos “Dr. Pablo de las Mercedes Cayetano Lébedev”. Los oídos me zumbaban atrozmente y solo conservaba un atisbo de lo ocurrido. Recordé el instante en que a punto de penetrar en esa anatomía perfecta, el estallido ensordecedor me catapultó a casi un metro de mi amada. Antes de perder el sentido, alcancé a escuchar una serie de otros estallidos consecutivos. Nada más acudió a mi memoria, ignoraba por completo las causas y consecuencias de dichas explosiones. Pensé en que habría sido de mi compañera en esa noche caliente y volví a quedarme dormido.

—Veintisiete. Y en menos de diez minutos. Jamás había visto algo así.
— ¿Qué? —alcancé a balbucear ante las palabras de aquel sujeto parado ante mi cama y que a juzgar por su vestimenta era un médico.
—Permítame presentarme: doctor Estanislao Gómez. Fui en parte el responsable, junto a mi equipo, de salvarles la vida a ustedes dos.
— ¿Los dos? ¿Ella está bien, entonces?
—Todo lo bien que se puede estar. Pero se va a recuperar.
— ¿Que sucedió, doctor? ¿Qué es eso, lo de las veintisiete en menos de diez minutos o algo así?
—Ah, claro, usted no está al tanto. Los implantes.
— ¿Los implantes?
—Los implantes que tenía su novia…o amante, no sé. Veintisiete en total. No quedó uno que no estallara. A juzgar por las heridas que usted recibió, el primero fue el glúteo izquierdo. Creemos que más a menos la secuencia fue: seno derecho, casi al unísono con el labio superior, luego el seno izquierdo, el otro glúteo seguido de papada, abdomen, vagina, luego pómulo, nariz, muslos y el resto. Todo en diez minutos. Realmente no sé en que estaban pensando, hacer el amor al lado de la chimenea con el fuego encendido más la temperatura corporal propia ocasionada por el deseo trajo como lógica consecuencia lo acontecido.

Han pasado seis meses y todo volvió a la normalidad, tuvimos suerte; ella se ha recuperado muy bien y ya le han devuelto parte de sus implantes: Está casi tan hermosa como antes. Neurológicamente no tuvo secuelas, su cerebro funciona al diez por ciento de una mente normal, exactamente igual que antes del fatal accidente.

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 13 de noviembre de 2010

El puente y el río- Miguel Dorelo


El puente y el río- Miguel Dorelo

El problema quizás no sea el río. O  a lo mejor sí.
El caudal, allá abajo, asusta; el estruendo de las aguas, aún más.
Pero está el puente, sólido, de acero y concreto, él evitará todo contacto entre tu cuerpo y la corriente arrasadora; que sepas nadar o no, carece totalmente de importancia. Llegarás al otro lado seco y calentito.
Demasiado fácil, piensas. ¿En donde está la trampa? Un puente decrépito, de esos de madera semi podrida, o peor aún, uno colgante, de sogas, como los de los film de aventuras te afirmarían la desconfianza. Pero este se ve tan seguro…
No hay trampa.
O si.
El truco es el puente, pero no lo sabés; mejor dicho: la utilización del puente. Si cruzás por él solo verás al río, no lo conocerás, no lo sentirás sobre tu piel. Podrías buscar un paso, sumergirte en el agua que parece cálida, bracear hasta la otra orilla...
Claro que esta alternativa conlleva riesgos, podrían ser aguas traicioneras, podrías ser arrastrado por kilómetros con un destino incierto. Podrías, podrías, podrías…Tantos podrías…Demasiados. Mejor cruzar por el puente. Para eso fueron construidos, para facilitar las cosas, para generar seguridades, para alejar temores.
Dudas. Nada fuera de lo normal. Todos dudamos. Pero tenés que pasar al otro lado, vos sabés bien por qué.
Se hace tarde, no podés quedarte eternamente frente al puente y el río sin saber que hacer. Dejáme que te ayude, a veces de afuera todo se ve más claro.
Supongamos que el puente y el río no son en realidad un río y un puente, que es una mal traída metáfora por un o una escriba sin demasiadas luces para contar situaciones que lo superan y que necesita volcar en palabras algo que ya no puede guardar para si mismo. Podría ser, no es un mal ejemplo. Al menos, no tan malo. Un poco cursi, pero es como esas películas de amor con finales felices que de vez en cuando hace bien mirar. Podrían haber servido, por ejemplo, un cruce de rutas o un borgeano sendero bifurcado; pero son un río y un puente, vaya a saber los motivos de la elección; quizás porque este hombre o esta mujer gustan de ellos… O les temen.
Ya me fui de tema, disculpáme. Retomo: en realidad el tipo o la tipa están hablando de riesgos y seguridades, de toma de decisiones, de pasar por la vida sin demasiadas complicaciones o arriesgar todo en una sola jugada. Ponéle que el puente es el hogar debidamente constituido, o el trabajo rutinario pero seguro, con obra social y vacaciones pagas y un sueldo extra a fin de año. O la esposa/marido que son solo una costumbre más dentro de cientos de costumbres que van tejiendo la trama de lo cotidiano; la tv de cuarenta pulgadas en el living, el automóvil en el garaje, la esposa en la cocina, a veces en la cama, los hijos por ahí. Y el río. El río es todo aquello que tu madre no te aconsejaría, nene. Mandar a la mierda al jefe, los horarios de entrada y salida y dedicarte a hacer aquello que tanto te gusta pero que a lo mejor no da el dinero suficiente para mantener el nivel social y económico actual. Y sobre todo el río es ella. O él. La que te quita el sueño, o el que deseás y amás con locura pero que significan un riesgo que no cualquiera tiene los cojones o los ovarios para asumir.

Y ahora a él o a ella, o a ambos, bien podría estar sucediéndoles lo mismo que a vos, están justo ahí, frente al puente y al río. Un momento único e irrepetible. Todos alguna vez lo estuvimos, lo estamos o lo estaremos.

 Ya es hora. Está oscureciendo en el sentido más amplio de la palabra; ya no queda más tiempo y sos vos el que está aquí y ahora frente al puente y al río.
La decisión es tuya.

Elaborado para La Cuentoteca

lunes, 8 de noviembre de 2010

En mi época se jugaba por la camiseta-Miguel Dorelo


En mi época se jugaba por la camiseta-Miguel Dorelo


Son todos unos hijos de puta. Los jugadores, digo. Los de ahora.
Antes no era así, en mi época se jugaba por la camiseta. Mirá si uno de Boca algún día iba a jugar para River. O al revés. Tenían códigos, no como estos mercenarios. A estos lo único que les interesa es la plata.
¿Qué exagero? Te cuento y después me decís si no tengo razón.
El domingo vuelvo a la cancha a ver un partido. Cuarenta y dos años hace que no piso un estadio. Cambaceres y Almagro jugaban ese día, 27 de Agosto de 1998, me acuerdo como si hubiese sido ayer. Con el empate Cambaceres salía campeón. A los cuarenta y cinco del segundo tiempo en una jugada intrascendente, mientras la defensa local hacía tiempo reteniendo la pelota esperando el pitazo final para empezar los festejos el “Zurdo” Biondini, solito y su alma, se la pelea a Javi “el ropero” López, se la saca y la clava de un paradojal derechazo en el ángulo superior izquierdo del arco sin que Héctor “Tenazas” Sandoval, un buen arquero, pueda atinar a defensa alguna. Gol de Almagro. Termina el partido, ni siquiera alcanzan a mover del medio. Sale campeón Tristán Suarez que le gana dos a cero a Platense de visitante. Se armó un tole-tole de aquellos en las tribunas; el año anterior Biondini había firmado  para los locales y jugando de nueve metió cincuenta y ocho goles en setenta y dos partidos. Fue goleador del torneo sacándole catorce tantos al segundo. Almagro, que tenía pretensiones de campeonar, se lo compra a Cambaceres en casi siete millones de esa época y al muy turro se le caían las lágrimas cuando al firmar el contrato con su nuevo equipo declara que lo hago por el club que me dio todo, porque están endeudados y con la plata de mi pase van a poder sanear las finanzas, pero se me parte el corazón por dejar de vestir  estos colores que tanto amo  y bla, bla, bla. Ahí dejé de ir. Ese fatal día en que toda esta mierda comenzó. Que carajo tenía que ir a pelear esa pelota el puto este. Biondini me quitó las ganas de ir a renegar con estos guachos que les da lo mismo una camiseta azul que una roja.
Pero, volvamos a lo de este fin de semana. Ya estoy viejo, eso es lo que pasa; me dejo convencer fácil ahora, antes no me llevaban ni a palos a un lugar al que no quería ir.
—Vamos, es una final y va a estar bueno —me dice el vasco Frinisterra, que si lo dejás hablar, perdiste, te convence de cualquier cosa: creéme si te digo que el tipo anda por ahí contando su propia versión de la Biblia y le creen hasta los obispos.

Cancha de Boca. Última fecha y llegan empatados en puntos y sin tercero en discordia ya que se escaparon los dos solitos en el campeonato. El rival, San Lorenzo, que viene embaladísimo ganando por goleada los últimos seis partidos; a pesar de ser visitante es el favorito, ya que Boca que hasta hace unas fechas venía punteando en solitario pierde los tres últimos encuentros jugando muy mal.
Al promediar el primer tiempo,  los de Boedo ganan dos a cero y con baile; para colmo el “gallego” Vázquez se hace expulsar por una violenta patada de atrás contra  el puntero derecho de los visitantes, el “rayo” Costantín que se iba solo para marcar el tercero. El “gallego” siempre fue un verdadero asesino en potencia. Por suerte para Boca, termina el primer tiempo sin que le metan un par de goles más gracias a dos tiros en los palos y la soberbia actuación de su arquero, el juvenil Ricardo Piornos. La 12 despide a sus jugadores con esa calma que uno sabe precede a la tormenta. Si esto no cambia en el segundo tiempo, acá habrá que lamentar victimas.

Para qué mierda habré venido, yo sabía que me amargaría. Peor, mucho peor que antes estos mal paridos. Este cambio en el reglamente será beneficioso para el espectáculo , dijo el turro ese que maneja la batuta de la FIFA, el “ruso” Hartmanovich, cuando anunció la nueva reglamentación que autoriza a los clubes a hacer contrataciones de jugadores los 365 días del año y sin ningún tipo de restricciones, con un libro de pases  expeditivo y totalmente abierto. Todos sabían que era para beneficiar a los clubes más poderosos pero nadie dijo nada, los métodos mafiosos de Hartmanovich por todos conocidos, con un par de cadáveres oportunos flotando en el Sena en ocasión de aquél atisbo de oposición a su primer mandato resultaban suficientes para que todos acataran hasta su menor capricho.
Reunión de urgencia en el vestuario local entre dirigentes de ambos clubes, firmas de los directamente involucrados y a salir a jugar el segundo tiempo.
Como no podía ser de otra manera, el partido se dio vuelta por completo, los cinco jugadores que luego de las rápidas negociaciones pasan a jugar el segundo tiempo para Boca y son reemplazados por sus respectivos suplentes en San Lorenzo son demasiada ventaja para el xeneize.
Boca campeón después de un rotundo seis a dos.

Y encima estas cinco lacras humanas dando la vuelta olímpica con “sus nuevos compañeros” y besándose la camiseta.
No vuelvo a pisar una cancha. Por lo menos por otros cuarenta y dos años.


Elaborado para La Cuentoteca

martes, 2 de noviembre de 2010

Miradas a orillas del río-Miguel Dorelo


Miradas a orillas del río- Miguel Dorelo

Ella anda por la vida con sus rencores a cuestas, besando príncipes hasta verlos convertidos en sapos.
Vengarse de él, concientemente o no, es el motor principal de su comportamiento.
Suponiendo un daño adrede, negando culpas compartidas; raramente en una ruptura hay un culpable exclusivo: los más grandes amores, al igual que los grandes odios suelen ser cosas de a dos.
Ausencias irreemplazables, búsquedas vanas y dolorosas que comienzan con noches alegres e indefectiblemente terminan en amaneceres tristes.
Agresivamente a la defensiva, rodeadamente sola, siempre buscando ese reemplazo que nunca llega, todas las tardes sale a caminar por la rambla del Parque de España, a la orilla del río Paraná, pero sin mirarlo; casi nunca lo mira, no sabe bien por qué, quizás por tanta agua o por esa brisa constante pero siempre que sus ojos se posan en él comienzan a llenársele de lágrimas y hay tanta gente alrededor mirando…

Él está de paso, no es de Rosario, solo, suponiendo que su soledad ha sido una elección, mintiéndose un mejor solo que mal acompañado, pero sin poner el suficiente énfasis requerido para que las palabras se afirmen en una verdad sin disoluciones.
Mira pasar el río con casi la misma emoción que a las hermosas mujeres que desfilan por el paseo, hoy es su último día en la ciudad. Sentado en un banco captura ideas en la pequeña libreta de apuntes que lleva siempre consigo. Le gusta mucho escribir, reflejar parte de sus sentimientos en relatos, a veces en algún atisbo de poema, pero sin alcanzar jamás a volcar todo su interior en palabras lo suficientemente adecuadas; cuestión de talento, o mejor dicho, de falta de él. ¿Y si me pusiera a conversar con esa de allá, la que toma mate sola sentada en el pasto debajo del árbol?, piensa. Pero no lo hará, no sabría que hacer si ella no resultase lo suficientemente acorde a lo que busca, en su patética pretensión de encontrar de buenas a primera la mujer casi perfecta, que le guste lo que a él, ignorando que ese ha sido su problema toda la vida, que ha fracasado en todas sus anteriores relaciones por no saber que lo demasiado igual termina produciendo un hastío difícil de sobrellevar.

No se trata de designios divinos, podría hablarse del destino, pero tampoco sería demasiado correcto; miles de personas caminan, corren, se juntan a tomar mate, tocan la guitarra y cientos de otras cosas en este lugar, cada uno de ellos con sus pesares, sus alegrías o simplemente existiendo no difieren en mucho de ella o de él, tan solo dos cuerpos o un par de almas más entre el gentío, pero no es menos cierto que esta historia necesita de ellos dos más que nada; el río, la rambla, el viento, la ciudad toda, solo aportan el soporte necesario aunque no imprescindible para un momento único e irrepetible, cuando ella pasa por delante del banco de él y vaya a saber por qué levanta la mirada justo en el instante en que él termina de escribir “encuentro” en su libreta y hace lo propio; un segundo en el que el mundo parece detenerse y que tan solo es una ilusión. La mutua mirada entre dos desconocidos, pero esa mirada acerca un atisbo de algo que no pueden definir.
Ella sigue su camino y él solo atina a mirar como se aleja. Lógicamente sin palabras, solo alguien que pasa y otro que mira pasar, no hay motivo lógico de diálogo.
Ella piensa que quizá el hombre sentado en el banco podría haber sido, pero se ha equivocado tantas veces que no tiene ganas ni de lamentar haber hecho alguna otra cosa para llamar su atención.
Él, un poco más impresionado por aquél fugaz instante de miradas entrelazadas, se siente más solo que nunca.
Nunca volverán a verse…
O quizás el regrese un día y se siente día tras día en ese mismo banco hasta verla aparecer y cuando ella vuelva a cruzar por delante suyo le sostenga largo rato la mirada, justo hasta el preciso instante en que las benditas palabras amadas acudan en su ayuda.
—Hola, me llamo Juan ¿Vos como te llamás? —Nada poético, solo un intento de acercamiento.
Ella le dirá su nombre y a lo mejor esa misma tarde bese después de mucho tiempo a alguien que no es sapo ni príncipe, tan solo un hombre. Nada menos.

Elaborado para La Cuentoteca.
 Escrito a orillas del río Paraná en la ciudad de Rosario a fines de Octubre de 2010

sábado, 16 de octubre de 2010

Cuestión de enfoque- Miguel Dorelo & Sergio Gaut vel Hartman

Hasta lo peor puede tener su lado positivo...

Cuestión de enfoque – Miguel Dorelo & Sergio Gaut vel Hartman

—Actitudes como estas son las que hacen andar el mundo, en el buen sentido —dijo Ángel palmeando el hombro del inspector de policía—. Gente como usted, que ve cosas positivas en aparentes negatividades.

— ¿Le parece? —Ordoñez miró a su interlocutor con el ceño fruncido—. Yo creo que su comentario es infructuoso y que su situación es irreversible.

—Pero si me hubiesen tocado en suerte más personas como usted en mi vida, yo sería totalmente distinto a esto que soy y por supuesto, no me habrían asesinado la semana pasada. —Ángel meneó la cabeza—. Pero ese es un tema que me resulta doloroso tratar ahora; no quiero andar dando lástima al pedo... Aunque si veo que puedo sacar algún beneficio de ello, más tarde le cuento por qué y cómo me mataron.

—Provecho para usted, no veo. Pero a mí no me vendría nada mal esclarecer su caso. Capaz que me ascienden y todo…

lunes, 11 de octubre de 2010

Una muy delicada situación- Miguel Dorelo

 Una cuestión de química...
Una muy delicada situación- Miguel Dorelo

Ella llegará en media hora.
Tomo la mágica pastillita azul.
Empiezo a sentir su efecto.
Suena el teléfono.
Es ella.
—No voy  a poder ir —dice entre sollozos —acaba de morir mi madre. Te espero ya en el velatorio.

lunes, 4 de octubre de 2010

Nipkcril- Miguel Dorelo





Nipkcril- Miguel Dorelo

Podría asegurar que la de esa noche fue una noche como casi todas mis noches, con mis eternas dificultades para conciliar el sueño, con mi mente divagando hasta límites en que realidades y fantasías cotidianas se entremezclan de esa forma en que uno llega a dudar de cuáles son unas y cuáles otras. Nada fuera de lo normal.
Nipkcril. La diferencia de esa mañana, de ese despertar, fue esa palabrita adueñándose por completo de mis sentidos. No exagero. La escuchaba, la olía, la palpaba, la veía, la gustaba.
¿Ustedes saben qué significa “nipkcril”? ¿No? Bueno, yo tampoco, jamás la había escuchado o leído antes.
¿Qué hubiesen hecho ustedes de haberles sucedido algo así, despertarse una mañana invadidos por una palabra? Exacto, eso mismo hice yo: me levanté, encendí mi PC y tecleé rápidamente la dichosa palabrita en el buscador. Nada, “la búsqueda de nipkcril no obtuvo ningún resultado”.
Podría haberlo dejado pasar, pensar en un mal sueño o en los vericuetos insondables de la mente, bastantes problemas mucho más “tangibles” me acosan en estos días, pero el dichoso vocablo no parecía querer dejarme en paz; acá estoy, no pienso abandonarte, tengo una misión que cumplir, nipkcril, nipkcril, nipkcril, parecía decirme.
Y no la cosa no mejoró, más bien todo lo contrario: a medida que pasaban las horas y luego los días el deseo de desvelar lo que fuera sobre la dichosa palabra se fue adueñando de mi mente de una forma que empezaba a preocuparme seriamente. Se agravaron mis trastornos del sueño, empecé a perder el apetito y una gran ansiedad fue acorralándome: tenía que encontrar una solución pronto o de lo contrario todo este asunto podía terminar muy mal.
Comencé por enviar correos a todos mis contactos que estuviesen relacionados con la literatura, tanto escritores como lectores compulsivos, especialmente a aquellos que sabía fanáticos de la ciencia ficción: quizás nipkcril fuese el nombre de alguna raza alienígena o algún planeta surgido de la imaginación de no sé, Ballard, Asimov, Sturgeon , Lem o los Strugatski. Todo sin resultados positivos; ni siquiera Sergio H., un especialista en el tema tenía ni la menor idea sobre el significado de la palabra.
Intenté luego con otros idiomas, siempre con la ayuda de Internet; polaco, albanés, lituano, búlgaro, malayo, yiddish. Horas y horas ante el monitor y el teclado: arameo, alemán, griego, dialectos indígenas de diversos pueblos africanos y de Oceanía, varias versiones de la Biblia, enciclopedias temáticas, libros esotéricos y científicos. Hice mi último intento con un catálogo completísimo de nombres comerciales de todas las épocas que algún trasnochado se había tomado el trabajo de compilar. Nada de nada.
Finalmente, luego de tres meses de obsesiva búsqueda tomé la decisión que, ahora soy conciente de ello, salvó mi vida. Con veinte kilos de menos, casi sin fuerzas para nada y dejando de lado mis convicciones sobre el tema pedí un turno con un psicólogo que ofrecía sus servicios mediante un aviso en una página web en la que había entrado más de una vez en busca de algún dato que me sirviera en mi desesperada búsqueda, un corto llamado telefónico que resultó ser el más importante de mi vida.

Han pasado seis meses, el tratamiento gracias a dios por fin ha dado los resultados buscados y aunque por ahora debo seguir con la medicación y un estricto control semanal me siento casi en paz conmigo mismo. He recuperado peso y me siento fuerte nuevamente. He podido comprender en lo sustancial el término “obsesión compulsiva” y los peligros que esto acarrea y ahora recomiendo a todo aquél que lo necesite o crea necesario que deje de lado prejuicios como los que yo he tenido y consulte a un buen especialista cuando vea que necesita esclarecer sus dudas, sus miedos más íntimos o cualquier otra clase de pensamientos que pueden resultar malsanos si tratan de resolverlos en soledad; por lo menos a mí me dio resultado.
Anoche, por fin después de largo tiempo he podido dormir durante varias horas seguidas casi sin sobresaltos y hasta tuve un sueño.
Esta mañana, mientras desayunaba y al morder la tostada recordé lo soñado: ¿Que querrá decir “lirckpin”?

martes, 28 de septiembre de 2010

No siempre es fácil hacerse cargo...
Ese chico no es mío- Miguel Dorelo

— ¡No, no y no! Exijo un adn. Ese chico no es mío. Además vos me dijiste que te cuidabas.
— ¡Todos los hombres son iguales! Nunca quieren hacerse cargo ¡Hace tres meses que no me viene! Pero como que me llamo Eva que esto no va a quedar así. ¡Adán y la puta que te parió!

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 25 de septiembre de 2010

Grageas 2- Un nuevo libro en el que participo.


Grageas 2. Una selección de micro-ficciones seleccionadas por Sergio Gaut vel Hartman en la que orgullosamente aporto con una pequeña ucronia.
Más de cien autores de diversos paises, sexos y religiones. Muchos amigos entre ellos.
Ya está a la venta.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Total incertidumbre- Miguel Dorelo



Solo sé que algo he perdido....
Total incertidumbre- Miguel Dorelo

A esta altura mi única certeza es la de reconocer la pérdida probable.
Ni el momento exacto ni el lugar aproximado forman parte de mis más cercanos recuerdos del infausto acontecimiento, tan solo un atisbo de tristeza inexplicable marca alguna pauta como para catalogar al extravío, quizás, de irreparable.
Sé que cuando menos lo espere recordaré lo sucedido y quizás mi presente angustia se acentúe... O, tal vez, se me conceda el privilegio de comprender que en realidad he exagerado, que aún hay tiempo, que es posible recuperar aquello que, a lo mejor, quien sabe, solo imagino haber perdido.

Elaborado para La Cuentoteca

lunes, 20 de septiembre de 2010

Relato en plena etapa de elaboración- Miguel Dorelo


En plena etapa creativa utilizando los últimos adelantos tecnológicos...

Relato en plena etapa de elaboración- Miguel Dorelo

Este es un relato en plena etapa de elaboración, tenga a bien a la hora de juzgarlo el recordar su condición de tal.
No confundir con un borrador, que podrá ser parecido pero no es lo mismo.
En este preciso instante se encuentra en una especie de estadio en que el autor, persona por la cual siento una especial predilección, trata de pulir la idea primigenia generadora del relato.
Es a todas luces evidente que no ha logrado plasmarlo, por lo cual en un arranque de honestidad intelectual pocas veces visto en un ambiente habitualmente caracterizado por los egos exacerbados de esta especial casta agrupada bajo el genérico nombre de “escritores”, ha decidido en bien del público lector dar por concluido este relato que como ya a sido dicho se encuentra en plena etapa de elaboración.
Se ruega no confundir con un borrador.

Elaborado para La Cuentoteca

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Convivencia- Miguel Dorelo

Dos adicciones

Convivencia - Miguel Dorelo

Clara y Juan. Juan y Clara. Antes, cuando no convivían, todo el tiempo que pasaban juntos les parecía poco, nunca les alcanzaban las horas para tanta caricia, tanta mirada directa  a los ojos, tanto jadeo en noches en que el resto del mundo dejaba de existir en cada orgasmo alcanzado juntos.
—Quedáte —dijo una mañana ella. Y Juan se quedó. Y esa tarde comieron juntos las facturas que Juan compraba en la panadería de la vuelta todas las mañanas después del sexo tempranero, las que habitualmente sobraban y que indefectiblemente cumplían por la noche su destino de basura, ya que sin él presente, Clara no quería ni tocarlas.
Al principio todo fue como en un sueño, pero no pasó demasiado tiempo para que las primeras desavenencias aparecieran sin previo aviso, sin que nadie las hubiese invitado.
¿Los motivos? Todos y ninguno. O el más simple y habitual de todos los motivos: eran más distintos de lo que suponían y con la convivencia esto se empezó a hacer cada vez más evidente.
Algo machista, bastante mujeriego él —pero ahora estoy retirado —aclaraba cada vez que surgía el tema.
Ella, aunque con un perfil más bajo, era bastante permeable a los halagos masculinos.
Y, casi naturalmente, surgieron los celos; aunque una clase de celos acordes con los tiempos: celos virtuales.
Las redes sociales, pero por sobre todo el Messenger fueron las causas más habituales de las diarias discusiones entre ambos.
Clara se conectaba absolutamente todas las noches, Juan cada vez que encontraba un resquicio de tiempo y a cualquier hora. Por suerte cada uno tenía su propia máquina: una Notebook ella y una PC de escritorio él.
Lógicamente, eran “amigos” en el Facebook y contactos en el Messenger, así se habían conocido, pero ya no era necesario “conectarse” por esos medios, ahora vivían juntos y hubiese sido algo un poco ridículo.
Un día, luego de una gran pelea en la que él le preguntó que es eso de tanto piropo de parte de Raúl, un amigo en común de la red, y ella respondiendo que si le estaba controlando a los contactos que mejor harías en borrar a todas esas minas “amigas”tuyas que lo único que hacían era subir fotos mostrando las tetas para calentar a pajeros como vos, todo terminó con ella bloqueándolo y diciendo que si no confiaba en ella mejor se fuera a la mierda.
La relación se resentía día a día, pero algo aún flotaba en el aire y cuando cualquiera de los dos se encontraba solo descubrían asombrados que extrañaban los momentos de compartir lo que fuera sin ningún tipo de rollos extraños.
A su modo, fue Clara la que dio el primer paso para hacer un último intento de salvar aquello que alguna vez idealizaron.

—Deberíamos hacer terapia juntos —dijo Clara —Nos llevamos cada vez peor.
—Sabés bien lo que opino sobre eso, ahora si tu psicóloga está buena, no tengo problema. Esas tardan en calentar, pero una vez que dejan de lado sus traumas, se desinhiben y en la cama les tenés que pedir por favor que paren —arruinó de entrada Juan.
—Sos un pelotudo importante ¿No lo sabías? ¿Sabés que dice Lacan de esto? Él dice que…
—Pará, Clarita, ya te dije como mil veces que a mi no me compares con nadie. Me interesa bien poco lo que digan cualquiera de tus ex. Todos putos reprimidos son esos.
— ¡Lacan es un psicólogo, estúpido! ¡Y sabés perfectamente que no me gusta que me llames así!
— ¿Cómo, no era una mina? Ahora resulta que es un tipo. ¿Otra vez cambiaste? Después no te quejes si la terapia no te da resultados. Guita tirada. Total en esta casa sobra.
— ¡No te soporto más! Me voy a bañar —le responde ella, falsamente enojada al darse cuenta que era otra de las estúpidas ironías que Juan solía utilizar cuando quería hacerla enojar
— ¿Te seco como siempre? —propone Juan, sonriendo de esa forma que sabe que a ella nunca le resulta indiferente.
— ¡No! —grita ella en el exacto tono para que suene como todo lo contrario.
 Quizás después de todo una pequeña tregua no vendría nada mal, piensan ambos.

Esa noche Clara no se conectó. Juan solo encendió su computadora para ver si había recibido ese mail de trabajo que estaba esperando, y de paso le envió a Clara una solicitud de amistad en el Facebook.
A la noche siguiente Clara aceptó la solicitud y estuvieron chateando hasta las tres de la mañana.

Elaborado para La Cuentoteca

lunes, 6 de septiembre de 2010

Convengamos- Miguel Dorelo

Convengamos- Miguel Dorelo



Decir acompañados...

Aceptemos que viajamos quién sabe hacia donde en una nave espacial que llamamos “Tierra”.
Especulemos con que todo esto tiene un sentido, apenas vislumbrado por algunos, totalmente incierto para otros.
Toleremos lo tolerable, aplaudamos lo aplaudible.
Admitamos que a veces la palabra “acompañados” carece de sentido.
Sin embargo…
Convengamos que todo lo anterior se puede ir al carajo, que te da exactamente lo mismo que la tripulación sea uno o mil millones, si aplaudís o te toleran o son todos intolerables, justo en el instante en que la palabra “acompañados” adquiere al fin todo el sentido y ella está a tu lado.


Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 2 de septiembre de 2010

La Gladys- Miguel Dorelo

Ella tiene lo suyo, pero a veces no es suficiente...

La Gladys- Miguel Dorelo

Ella es lo que es y no tengo de que quejarme. La culpa debe haber sido mía.
Claro que a veces, no sé, me parece que las cosas tendrían que haber quedado bien claritas de entrada.
No nos prometimos nada, eso es cierto, pero que se yo, ella parecía otra cosa y a la final uno se lleva cada sorpresa.
—Hola, soy la Gladys —me dijo esa noche.
—Yo soy Juan, pero me dicen Tararira —le respondí como para impresionarla de entrada.
— ¡Ayyy! Pero que sobrenombre más atrevido —respondió con una sonrisa pícara en sus labios pintados de un carmín intenso mientras se agachaba lo justo como para mostrarme sus turgentes y maravillosas tetas.
Una cosa trae a la otra, sé lo que doy con las mujeres, así que a las dos horas le estaba dando bomba en el cuartito de la pensión en La Boca en que vivía.
Dos semanas después la cosa se empezó a poner pesada, la Gladys me estaba matando a mensajitos al celu y quería que le diera todo el santo día, ya no sabía como sacármela de encima.
Ojo, no es que la mina no me guste, tiene lo suyo, es bastante cariñosa, ceba bastante bien los mates y es toda una experta en sexo oral, pero lo que no pude aguantar es cuando se le puso en la cabeza que debíamos formalizar la relación. Siempre fui muy cuidadoso con mi libertad y reconozco que no resultaría nada fácil una convivencia conmigo, pero la tipa dale que dale con lo del registro civil cada vez que yo le daba calce en la conversación.
Hoy me decidí, no niego que la voy a extrañar, pero dejé bien temprano la pensión y me mudé por unos días a la casa de un amigo que me va a hacer el aguante hasta que consiga algún lado para vivir bien lejos de La Boca. El celular lo tiré al riachuelo, si te visto no me acuerdo. No quiero saber más nada con la Gladys. O Carlos, como es en realidad su verdadero nombre.
Malditos políticos, justo ahora se les ocurre sacar la ley esa del matrimonio igualitario.
Siempre cagándose en los intereses del pueblo.


Elaborado para La Cuentoteca

miércoles, 25 de agosto de 2010

Belén, la lluvia, los hombres y el invierno- Miguel Dorelo

Una historia más...

Belén, la lluvia, los hombres y el invierno- Miguel Dorelo

Belén tiene catorce años y odia los inviernos.
A Belén la lluvia no la inspira, solo la moja y hace que el frío sea aún más frío.
Por eso, y otras cosas más, Belén odia la lluvia. Los otros pibes, los varones que comparten con ella el rincón del mausoleo del medio de plaza Once como improvisado dormitorio le contaron que si aspirás el frío se siente menos, boluda, pero a ella no le gusta; una vez probó y estuvo vomitando todo el día. A lo mejor porque sos mina, le dijo el Ramón, que se la pasa todo el tiempo con la bolsita y el Poxi-rán en las manos. Belén cree que el Ramón siente el frío igual pero que no lo dice para no parecer un maricón.
Una vez, Belén pudo zafar del frío, de la lluvia y del hambre; un señor muy bueno la llevó a su casa cuando tenía doce años, le sirvió una chocolatada calentita y hasta le hizo un sándwich de jamón de verdad.
Desde ese día Belén ya sabe como debe pagar, extraña beneficencia gratis de precio demasiado alto, y es por eso que Belén odia tanto a los hombres como a la lluvia, el frío y los inviernos.
Pero, por suerte están los trenes. Belén los ama, le gusta todo de ellos; sus olores, el sonido de la locomotora con sus motores regulando en el andén, los extraños y coloridos símbolos que cientos de manos anónimas han dibujado con aerosol en los vagones y que Pedro, el sabiondo de la barra, le dijo que son palabras que dicen aguante Boca, esta vida es una mierda, perdonáme volvé te amo y un montón de otras cosas.
Hay días en que si no fuera por el ruido de su panza que le avisa que hay que ir a buscar comida se quedaría sentada todo el tiempo viéndolos pasar, imaginándose arriba de uno que la lleva bien lejos, a un lugar en donde siempre hace calor y que cuando llueve y te mojás te gusta y es hermoso.
Belén cumple años el 21 de Septiembre, pero los cumple ese día porque así lo decidió, porque Pedro le dijo que es ahí cuando empieza la primavera y ella dijo entonces es mi cumpleaños.
También hoy le dijo que aún faltan dos meses y que vas a cumplir los quince. Tendrías que hacer fiesta, le dice el Ramón cagándose de risa.
No sabe como llegó hasta allí, pero la tardecita la sorprende caminando por Larrea mirando vidrieras con hermosos vestidos en su mayoría de color blanco, pero el que más le gusta es uno azul que luce radiante en un local casi llegando a Mitre. Para mirarlo, nada más, piensa sin poder evitar un, pero a lo mejor…

Es muy poco probable que la historia de Belén tenga un final feliz, las chances de un festejo, de un vestido azul o un largo viaje hacia donde la lluvia inspira son casi nulas. Demasiadas Belenes y encima el cupo de milagros ya ha sido otorgado por los próximos cien años en contratación directa; si no sos amigo del que los otorga estás jodido.

Belén esta noche, y muchas otras, solo esperará que ojalá no llueva.

Elaborado para La Cuentoteca


sábado, 21 de agosto de 2010

Tiempos de juegos ( Si supieras lo que pienso)- María Pía Danielsen y Miguel Dorelo

En algún momento del juego, trasmutaron las miradas...

Tiempo de juegos- Miguel Dorelo y María Pía Danielsen

Él regresa a su casa a esa hora en que la luz del sol se retira lentamente y otras empiezan a encenderse tratando vanamente de imitarla.
Saluda a su esposa y a sus hijos, acaricia al gato.
—Amor, ya llegué, me ducho y cenamos.
—Dale, querido, preparé milanesas.
Toma dos mates antes de pasar por la ducha y de acostarse un rato antes de cenar. Apenas apoya la cabeza en la almohada comienza a imaginarse el fin de semana y un nuevo encuentro con ella. El sonido del motor de la heladera al arrancar le recuerda donde está.

Ella está sola desde hace ya un tiempo. Como casi todas las horas que pasa en su departamento. Prende la tele para no pensar demasiado. Es Jueves, y en algo así como cuarenta y ocho horas él llamará por el portero, dirá soy yo como si existiese la posibilidad de que no lo sea. Y luego el primer beso, después un mutuo como andás; evitando a toda costa referencias dolorosas a hogares actuales y pasados. Después un par de horas para el amor o algo que se le parece, otra hora para un capuchino y los reproches de siempre, mañana le cuento todo y me vengo para acá, siempre decís lo mismo, es que pienso en los chicos, y el andáte por favor final.

Luego, como todas las semanas de los últimos siete meses, se activarán los mecanismos de defensa.
Él, hará el asado dominguero y dormirá la siesta antes de ponerse a mirar el partido. Si los chicos se duermen temprano, tratará de evitar a su mujer, aplazando por enésima vez la confesión redentora que lo convierta de nuevo en hombre.
Ella, se levantará temprano y mal dormida. No podrá evitar el llanto al lavar las dos tazas con los restos de café sabiendo que una sobrará al prepararse el desayuno. Juntará coraje y llamará a alguna compañera del trabajo para que la acompañe esa tarde al cine.
Los putos domingos deberían durar mucho menos.
Por suerte el sueño acumulado le alcanzará justo para llegar a la tabla salvadora del lunes y la rutina oficinesca.

Y el miércoles a más tardar, aunque él no lo haya hecho antes, ella lo llamará y tan solo dirá te espero el sábado y colgará enseguida, no deseando escuchar su voz para aliviar aunque sea en algo el dolor.
Y la rueda seguirá girando casi infinitamente, hasta que alguno de los dos, o ambos, decidan que ya no es tiempo de juegos.


Si supieras lo que pienso… (El otro lado del juego) María Pía Danielsen y Miguel Dorelo

—Amor, ya llegué, me ducho y cenamos. Llego a esta casa de mierda y empiezo a extrañarla, carajo.
Apenas traspone la entrada escucha la voz de su mujer, esa que ya no soporta — Dale, querido; preparé milanesas. Las compré, en realidad, Ya ni recuerdo que alguna vez me gustó cocinar para vos. Si supieras que recién llego... El after office estuvo buenísimo.
Él ni siquiera sospecha que la aversión sea mutua. Y es el comienzo de la farsa cotidiana ¡Luz, cámara, acción! Actúen, actúen; el público está atento, manténganlos firmes en sus butacas, deslícenlos lentamente hacia un bonito happy end, será un éxito de taquilla. A lo mejor, quién les dice, hasta ganan un Oscar.
— ¿Alguna novedad? ¿Todo bien en el trabajo?
—Tranquilo, nada fuera de lo habitual. Porque ya es habitual hablar con Martín en el bar y me tranquiliza saber que le gusto tanto.
—Buena la comida, ¡Muy interesante este documental de Discovery Channel!
Por Dios, la ducha no me quitó su olor, tengo ese aroma incrustado en los huesos. Todavía estoy mareado, imposible tragar la comida, ¡quiero salir urgente de esta casa!
—Aja, si muy instructivo. ¿Vas a caminar, te espero en la cama? Ese gato que tanto ama… Se podría ir con el, no soporto sus maullidos ¡Ojalá dejara de verlos ya!
-Si, camino un rato. Puedes ir descansando, no te desveles ¡No puedo tocarte! Ya no deseo tu cuerpo, me cuesta tanto tener sexo aunque sea únicamente una vez por semana.
—Dale, Amor. Veo una peli hasta que vuelvas. Bueno, zafo por hoy…Me hago la dormida o le digo que estoy muy cansada. No se hasta cuando voy a aguantar sus manos en mis pechos, caderas y muslos. Eso; voy a estar profundamente dormida cuando llegues. ¿Cuándo podré salir de esto, cuando tendré el valor de enfrentarte a la verdad? Es que no quiero hacerte daño, pero no puedo sacar a Martín de mi cabeza…

Aplausos por favor: soberbias actuaciones; “Salvando a la pareja” o “Primero la familia” cualquiera de los dos títulos le vendría bien y después de todo no costó tanto.
Lástima que no sea una película.