sábado, 26 de febrero de 2011

Mi psicólogo, yo y mis lectores- Miguel Dorelo


Mi psicólogo, yo y mis lectores - Miguel Dorelo

Un par de meses con mucho ajetreo me han llevado directamente a una entrevista fuera de las rutinarias con mi analista. Una consulta de emergencia, otra más, a las que mi psicólogo de cabecera ya está habituado.

Lunes, 03,15 hs. a.m. (Tres y cuarto de la mañana, por si alguno no se lleva bien con los números). Reconozco que no es un horario habitual, pero ¿Hay un horario habitual para una emergencia? No, obviamente: si hubiera un horario, no sería una emergencia.

—Buenas, doc —dije con cara de malas.
—She —dijo él, con cara de dormido.
—Ando un poco loco —comencé a contarle.
— ¿Un poco?, usted es un optimista profesional, ¿Qué mierda le pasa esta vez?
Me pareció que estaba un poco nervioso, pero a lo mejor eran ideas mías, así que continué: —en estos últimos meses, me han sucedido muchas cosas juntas y no sé como manejarlas, doctor.
—No sea pelotudo, “las cosas”, pasan de a una, pedazo de infeliz. Cuente.
—Doctor, me parece que el lenguaje que está empleando no es demasiado profesional — le dije para ver si se ubicaba un poco.
—Ah, el señor es el psicólogo ahora. ¿Por qué no me enseña a llevar la sesión? Déjese de joder y vayamos al grano — dijo comenzando con su maldita manía de usar frases hechas.
—Bueno, le cuento lo que me pasa: desde hace un par de meses, el tiempo no me alcanza, doctor.
—Y a mi no me alcanza la plata, mire usted. Tiempo ni hora, se atan con soga —me endilgó poniendo en evidencia su otra obsesión: los refranes — ¿Y… porqué no le alcanza el tiempo?
—Es que me he embarcado en muchas actividades; estoy en una comunidad literaria, me invitaron a participar en otras, selecciono cuentos y poesías, sigo con mi vicio de hacer comentarios en blogs amigos, tengo que trabajar para vivir y encima se me ocurrió la genial idea de lanzar una revista literaria impresa. ¡No me alcanza el tiempo! ¿Qué puedo hacer?
Quien mucho abarca, poco aprieta, —me dijo el maldito adicto — debería dejar de hacer algunas de esas cosas; al menos aquellas a  las que no les sacará ningún provecho.
— ¿Cómo cuales?
—Todas. Menos laburar, que por lo menos le da de comer, las otras son incompatibles con usted: cualquier cosa literaria y usted, son como el agua y el aceite, nunca van a poder mezclarse. Al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen.
Haciendo un esfuerzo, traté de ignorar este último comentario. Necesitaba un pronto alivio a mis cuitas y no se me ocurría otra cosa que continuar con la sesión.
—Pero, ya son tres años de terapia dos veces por semana y son contadas las ocasiones en que me he ido aunque sea algo aliviado de su consulta. Dígame que puedo hacer, Oriénteme. Estoy muy estresado.
—Usted, es más que evidente, lo que necesita es un “recreíto”. ¿Hace mucho que no la pone? —descargó sin ningún respeto y de manera soez.
—Para eso tengo a mi consejera sexual; no pienso contarle a usted esas intimidades. —le dije creyendo tomarme una pequeña venganza.
—Hace rato que no le ve la cara a Dios, está más que claro. Impotencia causada por la sumatoria de edad y estrés  —masculló mientras tomaba nota. —Una pastillita azul y una mujer, podrían aliviarlo un poco. En el once se consiguen ambas cosas a buen precio. Y recuerde: ante la duda, la más tetuda. —concluyó sin poder contenerse.
—Gracias, doctor, usted siempre tan amable conmigo. Lo voy a pensar.
—Veo que estuvo practicando; lo de pensar, digo. Siga así que algún día le va a salir. Se le terminó el tiempo. Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Son 150 pesos.
Me dieron ganas de mandarlo al carajo, pero una discusión con mi analista seguro que me iba a deprimir más y tendría que volver rápidamente a consultarlo, generando de esta manera un circulo vicioso de imprevisibles consecuencias para mi pobre cerebro agotado, así que pagué con dos billetes de cien pesos, no me dio el vuelto como siempre y me vine para aquí. Estoy igual que antes, pero con menos plata en el bolsillo.
Por suerte, aprovechando mi condición de escritor puedo recurrir a una buena alternativa literaria como es la metaficción e involucrarlos en la trama de esta especie de relato auto-referencial en el que solo una parte es realidad y el resto casi irreal con algún que otro viso de verosimilitud.
Y  si, al final mi único consuelo pasa por compartir mis desdichas con ustedes.
Espero que no quieran cobrarme por escucharme, o mejor dicho, leerme.
Apreciaría sobremanera alguna palabra amable que me sirva de consuelo; estoy mal y lo necesito. O algún otro tipo de ayuda, recuerden lo que me recetó mi terapeuta, señoras o señoritas lectoras. Ustedes verán, no sean malas…Por ahí está mi mail o si quieren chateamos un poco antes como para que no sea solo sexo.
 Y después de todo es un ratito ¿O acaso tienen alguna otra cosa que hacer luego de leer esto que sea más interesante? Sería una perfecta comunión entre el escritor y sus lectoras.
Les estaré eternamente agradecido y el hotel lo pagamos a medias. 

domingo, 20 de febrero de 2011

Vivir de la literatura es posible- Miguel Dorelo


Vivir de la literatura es posible- Miguel Dorelo

Claro que se puede vivir de la literatura. Si yo lo he logrado, cualquiera de ustedes, o casi, puede hacerlo.
Fijárselo como objetivo es el paso primordial; después todo se basa en ponerle ganas, una dosis de sacrificio y mucha perseverancia. Si a esto le agregamos el talento mínimo necesario ya tenemos casi asegurado el éxito.
A esta altura no voy a andar pecando de modesto y aunque no pretendo ponerme como el gran ejemplo a seguir, creo que estoy en una posición lo suficientemente privilegiada como para poder marcarles una serie de pasos que seguramente les será de gran utilidad si deciden hacerme caso.
Empezar de abajo, como suele decirse, es muy importante: los pequeños objetivos los irán llevando a hacia la meta paso a paso. Si se hacen bien las cosas, solo es cuestión de tiempo alcanzar todo aquello que deseamos.
Personalmente comencé observando a mí alrededor, a parientes y amigos que sentían mi misma atracción por las letras. Ahí fue cuando comenzó todo; mis primeros ingresos monetarios gracias a la literatura fueron los generados por libros que pedía prestados a parientes y amigos y luego vendía en una librería de usados en mi pueblo natal. A simple vista esto les podrá parecer una nimiedad, pero déjenme decirles que gracias a esos ingresos pude expandirme rápidamente. En menos de un año había logrado acumular lo suficiente como para intentar un salto de calidad en mis aspiraciones: trasladarme a Buenos Aires en donde las oportunidades de expansión cultural serían mayores y de paso poner distancia con todos aquellos constantes reclamos de devoluciones.

Una vez ubicado en un dos ambientes en la zona del Once comencé  a relacionarme con los que serían mis casi incondicionales aliados en mi carrera hacia la meta final.
Empecé reclutando a los que a mi parecer eran  los más duchos para la tarea que realizarían bajo mis órdenes; en una semana pude formar un equipo bastante homogéneo al que solo me llevó un par de días entrenar. Los pibes estaban entusiasmados y ya en el primer día hicieron un promedio que prometía un negocio redondo. Los costos eran bastante bajos, una Coca, un sándwich  y unos pocos pesos por cabeza. Los puse a porcentaje, se evitan riesgos innecesarios y también que boludeen o se distraigan leyendo. En la primera semana de laburo la habitación del departamento estaba hasta el techo con los libros que robaban principalmente de las librerías del centro. De paso, los sacaba del peligro que les significaba andar entre los automóviles limpiando parabrisas de gente mal llevada; estos hijos de puta dos por tres atropellan a alguno. Encima, una de las pendejas del grupo se había calentado conmigo y como quién no quiere la cosa ya tenía solucionada también la parte sexual. Buena piba, de vez en cuando le tiraba un mango extra. Creo que era menor, pero en la calle se madura muy rápido.
A todo esto,  ya había hecho los contactos con González, el director de cultura de La Matanza y me convertí rápidamente en su principal proveedor para todas las bibliotecas populares del distrito. Es impresionante la guita en subsidios que se maneja para la educación del pueblo. Siempre fuimos “miti y miti” y jamás tuvimos problemas. Todavía existen las buenas personas con las que hacer buenos negocios.
Como les dije, de a poco pude ser el que soy, sin apuros, perseverando, fijándome nuevas metas, sin quemar etapas al pedo, equivocando el camino a veces, como cuando puse el taller literario, les cobré la inscripción por adelantado, los materiales de estudio y me tuve que comer dos meses de andar ocultándome para que no me lincharan cuando se avivaron que no tengo ni idea de lo que es un adverbio.
Pero, no es cosa de que toda la vida uno se conforme con pequeñas porciones del pastel cuando la torta de bodas está ahí no más, al alcance del que quiera comer de ella.

No me puedo quejar, el sueño que tuve desde niño, vivir de las letras, lo he podido realizar en parte; pero aun me queda el último y trascendente paso, ese que si sale como lo tengo planeado me asegurarán un buen pasar para el resto de mis días.
Ya saqué los pasajes he hice los contactos necesarios. El domingo salgo para Londres y a más tardar el martes comenzaremos a poner en marcha el operativo. En un principio hemos coincidido con mis ocasionales socios en que resultaría imposible realizar el operativo en su mansión de Kensigton en el West London ya que allí hay una fuerte guardia de seguridad en toda la calle las veinticuatro horas del día. Deberemos ultimar hasta el más mínimo detalle y dar el golpe en la finca de Aberfeldy en Escocia o en su defecto trasladar todo el equipo a Edimburgo, más precisamente a Merchiston y aguardar allí nuestra oportunidad.
La tipa esta hizo más de seiscientos millones de libras esterlinas con la zaga del niño mago ese y sus allegados no van a tener reparos en pagar un rescate de un diez por ciento de esa guita para recuperarla con vida. Además, después lo recuperan con cualquier verdura que escriba para un nuevo libro: una vez que tenés la fama la gilada compra lo que sea.

Bueno, espero que de algo les sirva toda esta experiencia de vida; prueben, vayan despacio, fíjense una meta y métanle para adelante con fe: se puede vivir de la literatura.
Y más adelante, cuando adquieran la suficiente confianza en sus propias aptitudes vayan por más.

Les tiro un último dato por si les sirve: están vendiendo bien Felipe Pigna, Mempo Giardinelli y Federico Andahazy entre otros. Estudien las posibilidades, evalúen los riesgos y las probables ganancias, investiguen a las victimas y en una semanita pueden hacer una buena diferencia.
Decidan ustedes si es o no conveniente dejar testigos que puedan identificarlos.

Elaborado para La Cuentoteca


martes, 15 de febrero de 2011

Tratando de olvidarla- Miguel Dorelo

Yo sé que es siempre ella...

Tratando de olvidarla- Miguel Dorelo

Esta vez la maté sin demasiada ceremonia; no sé bien si es mi odio acumulado o una especie de hastío que comienza a impacientarme. ¿Es que esta reverenda hija de puta no va dejarme tranquilo nunca más?
Seis veces la he matado y otras tantas ha vuelto, pero esta es la vez número siete y espero, la definitiva.
Sheba, lo nombran los hebreos: sinónimo de perfección. También La Biblia lo asevera y espero que así sea. El número perfecto, la muerte perfecta, el olvido perfecto y definitivo.
Se me presentó hace dos semanas, rubia y voluptuosa en esta ocasión, con sus enormes ojos claros y sus aún más enormes pechos bronceados.
Al principio logró engañarme, estoy cada vez más iluso y creí sinceramente que Vanesa, como dijo que se llamaba, era lo que decía ser.
Casi dos semanas en que mis esperanzas de un nuevo amor parecieron concretarse; al fin ya no estar solo, basta de noches torturándome recordando a esa maldita mentirosa. Vanesa era dulce e inteligente, sensible y ardiente, buena amiga y mejor amante, la mujer perfecta, esa que todo hombre, y me incluyo, sueña con encontrar alguna vez.
Olvidé, o casi, la mente tiene esos extraños comportamientos, las seis veces anteriores. Olvidé a María y su mirada asombrada cuando el puñal entró en su pecho, a Marisa con su largo cabello rojo sobre la almohada agonizando luego de ingerir aquél veneno; también a Graciela y su frágil cuerpo casi adolescente destrozado por el tren luego de mi oportuna zancadilla. Y también la lenta agonía de tres días de Martina, de la que me costó demasiado despedirme, tan modosita ella, tan sumisa y obediente, tan te amo, tan sos todo para mi, tan hija de puta como todas sus otras personalidades. Olvidé, o quise hacerlo, también  a Carmen y su cuello tan besado,  tan frágil entre mis manos.
Y a Carlita, claro, toda belleza, aún trozada y embolsada.
Todas ellas, solo ella; siete y una, embustera como siempre, tratando de engañarme una y otra vez. Y es probable, con ella nunca se sabe, que vuelva a intentarlo.
Pero no lo logrará, y aunque se ha perfeccionado en el arte del engaño y las falsas apariencias, siempre habrá algún detalle, cometerá algún error que permita a mi corazón identificarla.
Y pagará las consecuencias.

Elaborado para La Cuentoteca

domingo, 13 de febrero de 2011

Revista La Cuentoteca

Si hacés clic en la imagen la verás en detalle.

Casi terminada. En Marzo, no se olvide de encargar su ejemplar.

jueves, 10 de febrero de 2011

Esperando la respuesta de ella- Miguel Dorelo


Esperando la respuesta de ella- Miguel Dorelo

El lunes a la noche la encaré por el Messenger.
Dejáme que lo piense, me dijo en el chat el martes a la tarde.
Por la noche me mandó un sms por el celular: Estuve todo el día pensando en vos y en tu propuesta. Beso.
El miércoles tenía un mensaje en mi correo: mañana me decido y te contesto.
El jueves eligió Facebook para decirme que si te digo que sí seguro que después voy a sufrir un montón.
El viernes, muy temprano recibí su estoy muy confundida y no sé si estoy preparada para una nueva relación.
Ese mismo viernes por la noche se inclinó por un mensaje directo en Twitter: me gustás mucho. Demasiado. Creo que puede ser un si, pero aún no estoy segura.
El sábado no tuve ninguna noticia de ella y me preocupé.
El domingo me explicó que estuve todo el día pensando en nosotros dos y al fin tomé una decisión: creo que lo voy a pensar un poco más, estas no son cosas que se deban tomar a la ligera.

Hoy es lunes nuevamente. Desde anoche estoy mucho más tranquilo; le mandé un último mensaje: “admiro tu poder de decisión, vos si que sabés lo que querés” y después la bloqueé en el Facebook, cerré mi cuenta de Twitter y abrí otra con un seudónimo, la di de baja de mis contactos del Messenger, marqué como spam su dirección de correo y hoy a la tarde cambio mi número de celular.
No hay nada que me reviente más que una mujer indecisa.

Elaborado para La Cuentoteca

martes, 8 de febrero de 2011

Te comprendo- Miguel Dorelo


Te comprendo- Miguel Dorelo

—No te preocupes, te comprendo —me dijo con ternura mientras comenzaba a vestirse —Estoy segura de que debe ser la primera vez que te pasa.
Ahí fue cuando confirmé mis sospechas: eso de la intuición femenina es un mito.

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 5 de febrero de 2011

Duda zombie- Miguel Dorelo


Duda Zombie- Miguel Dorelo

—Dígame la verdad, doctor ¿Yo estoy vivo o muerto,eh?
—Depende de cómo se lo mire ¿Usted como se siente?
—No sé, doctor. Para eso vengo acá, para que usted me lo diga. Mis buenos pesos me está costando esta terapia; diga que de vez en cuando me gano algún pesito como extra de cine si no sí que estaría muerto en el concepto más amplio de la palabra.
—Su estado final será siempre el que usted decida, yo tan solo soy un intermediario entre su yo inconsciente y su otro yo real. Su yo de usted, por supuesto.
—Si…pero ¿Estoy vivo? Esta duda me está matando…Aunque si en realidad estoy muerto esta duda no podría matarme porque obviamente… ¿Ve, ve?  ¡La puta que me parió! Estoy tan confundido…
—No se preocupe que para eso estoy yo.
— ¿Para estar confundido? ¡Esto es una lisa y llana estafa!
—Para ayudarlo, gaznápiro mutante, para ayudarlo.
— Y ayúdeme entonces, carajo.
—Para eso estoy…Dígame como se siente.
— ¡Muerto, me siento muerto! ¡Me tiene harto con sus boludeces!
—Sin embargo yo diría que su reacción evidencia que usted está más vivo que nunca, aunque por supuesto la palabra final la tiene usted, yo solo soy un intermediario entre su inscon…
 El ataque fue sorpresivo y letal, fiel a su naturaleza, ni vivo ni muerto, el zombie no pudo reprimir aquél ansia irrefrenable de comer cerebros humanos, aunque esta vez en especial era muy probable que el motivo principal haya sido no escuchar más al sujeto insufrible este. Y no tener que pagar la consulta, claro.
Pero, al tragar el primer bocado sintió la extraña sensación de estar cometiendo un grave error; este cerebro en especial no podía ser más que de una alta toxicidad, aún para su organismo fuera de lo común.
Comenzó a sentir fuertes dolores abdominales y a marearse.
—Debo empezar a cuidarme con las comidas —alcanzó a balbucear antes de perder el sentido.

Exclusivo de La Cuentoteca