lunes, 28 de marzo de 2011

El cielorraso (Insomnio II)- Miguel Dorelo


El cielorraso (Insomnio II)- Miguel Dorelo

El puto cielorraso, siempre el cielorraso; todas las noches de todos los días, de todas las semanas, de todos los meses, el maldito cielorraso que no deja de observarme.
No siempre fue así, antes, hace mucho tiempo, o poco ya ni sé, tilo, valeriana, manzanilla, Diazepam, Valium, Nitrazepam, Clonazepam, Rivotril, Alplax, fueron  aliados en pequeñas batallas ganadas. El cielorraso no me jodía para nada, cumplía su función como cualquier cielorraso y no se metía conmigo.
Pero una batalla no es la guerra.
Dos, tres, cuatro de la mañana, no se cansa el desgraciado, siempre al acecho.
Me mira, me estudia el hijo de puta, me vigila. Pero yo también lo vigilo a él, y lo miro y lo estudio.
Una de estas noches todo se va ir al carajo y él o yo, yo o él, uno de los dos va a dejar de ser para siempre un estorbo para el otro.

Elaborado para La Cuentoteca

domingo, 20 de marzo de 2011

El número perfecto- Miguel Dorelo

                                            Esperando su llegada... 

El número perfecto- Miguel Dorelo

De ninguna manera puede faltar un buen vino, ni el mantel de hilo, las velas y todos y cada uno de los tópicos habituales.
O sí.
No importa demasiado; lo único imprescindible en esta noche para que resulte en una noche perfecta es la presencia de ella.
Una noche soñada para un futuro perfecto. Mi futuro junto a ella. Nuestro futuro. Juntos para siempre. Desde esta misma noche hasta el final de los tiempos. O más aún.
Dos, el número perfecto.
Compartir, nada más ni nada menos, que de eso se trata. En las buenas y en las malas. Aunque no puedo imaginarme cuales serían esas malas junto a ella. No se, como para hilar muy fino y no proyectar solo una convivencia absolutamente color rosa, podría ser dejar de ir a la cancha los domingos; o no juntarme con la barra a jugar al póker los viernes. Poca cosa comparada con estar junto a ella, tomando un café después de cenar y sentarnos a mirar una peli de esas muy románticas que tanto le gustan. Claro que las de Tarantino, mis preferidas, no son de su agrado y tendría que hacerme el lugar para poder verlas aunque sea solo, pero seguro que podré hacerlo. Tendré que resignar los torneos de padle de los fines de semana, a ella no le gusta quedarse mucho tiempo sola.
Con respecto a las comidas, creo que sabré adaptarme a su fanatismo vegetariano y no extrañaré demasiado las milanesas a la napolitana, el pollo al horno o el ritual dominguero de achuras, chorizos, morcillas, costillares y matambres. Las ensaladas me gustan y los brotes de soja no son tan horribles después de todo.
Se está demorando un poco en llegar, pero siempre fue bastante impuntual, esa es otra de las cosas que a veces me molestan de ella, pero creo que con el tiempo se irá corrigiendo. O al menos eso espero.
Admito que me va a costar un poco más tener que dormir sin despatarrarme en mi gran cama de dos plazas y media, pero compartirla con  esa piel tan amada será un pequeño sacrificio que bien valdrá la pena hacer. Espero que no ronque… ¿Y si tiene los pies fríos? Mejor ni lo pienso.
Hace cuarenta y cinco minutos que debería estar acá. ¿Y si la llamo? Se va  a pasar la comida. Si en nuestra primera noche juntos ya empieza con esta falta de respeto hacia mí, ni quiero imaginarme cuando entre en confianza. ¿Esta mina se creerá que es el centro del universo? No es cuestión de que uno ponga su alma en juego, resigne un montón de cosas y esta se lo tome a la ligera. No, mejor espero un poco porque si la llamo va a creer que estoy ansioso y por ahí se pone peor esta turra.
Pero, no, ¿Qué estoy pensando? La amo y me ama y no hay nada mejor que estar con el ser amado, dormir abrazados, bañarse juntos… ¿Será de las que dejan las bombachas colgadas en las canillas de la ducha? ¿Tendré que secar siempre YO el baño?
Una hora de atraso. ¡Que hija de puta! Seguro que es de las que duermen hasta cualquier hora y encima va a querer que le cebe mate en la cama; o una de esas que con la excusa de la igualdad de género te hacen hasta lavar los platos mientras miran la novela despatarradas en MI sillón favorito. ¡Basta! ¡No aguanto más! ¡La llamo ya!

—Hola, Pao. Veo que aún estás en tu casa; escucháme: no te apures, la cena se suspende. Si. No, no para otro día. Si, eso, para siempre. Es que me acaba de llegar un mail y me confirman la incorporación al monasterio. ¿No te había contado nada? Siempre tuve una fuerte inclinación religiosa, se me debe haber pasado. Si, en el Tibet, todos los monasterios están ahí, por supuesto. No llores, es el llamado del Señor y no puedo negarme. No, salgo ya, no vamos a poder despedirnos. Del departamento se encarga mi amigo Pedro, ya les dejé las llaves, así que ni se te ocurra pasar, vos viste como es él. Tiene orden de vender todo y donarlo a la salita de la villa, debo desprenderme de todo lo material para empezar una nueva vida. Si, ya sé que me amás, pero ya no pertenezco a este mundo de vanidades y sentimientos terrenales. Lo siento mucho. ¡No digas eso de mi madre! Adiós.

Está hecho.
Por suerte aún enamorado uno es un ser racional y puede corregir errores a tiempo: no hay dudas, el número perfecto es el UNO.
Y siempre habrá tiempo para formar algún que otro dos ocasional y pasajero.

Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 17 de marzo de 2011

Dendrofilia- Miguel Dorelo


Dendrofilia- Miguel Dorelo

 Cuando ella amaba, amaba sin límites. Se entregaba en forma total al objeto de sus deseos. Era también bastante promiscua., aunque selectiva.
Ella era sensible y romántica, nada de burdos pepinos, zanahorias o bananas, de ninguna manera. Le gustaban sobre todo los crisantemos, las magnolias y en noches sofisticadas hacía el amor con elegantes orquídeas hasta casi perder el sentido, aunque también había alcanzado grandes satisfacciones con un común y silvestre paraíso sombrilla.
Un fin de semana perfecto era para ella pasear por el jardín botánico; orgasmos múltiples eran su recompensa.
Pero ella tenía un sueño y era el de conocerlo a él. Solo lo conocía por fotos y ahora por fin luego de ahorrar podía viajar y concretar ese amor.

La encontraron muerta a  los pies de su amado General Sherman, la sequoia más grande del mundo, con una sonrisa de satisfacción en los labios.

 Elaborado para La Cuentoteca