Reivindicación femenina- Miguel Dorelo
Al final en cierta forma me convenció. Seré un poco troglodita pero también tengo mi lado tierno y tan duro para entender no soy, solo hace falta que me expliquen las cosas despacio y bien claro.
Ella me habló de que siempre fueron menospreciadas desde el comienzo mismo de la historia de la humanidad, algo del yugo me dijo, esta parte no la entendí muy bien. No quise preguntarle qué carajo era eso para no quedar como un ignorante, pero se ve que estaba convencida de lo que decía. Me nombró a unas cuantas minas que ahora no me acuerdo los nombres que según ella habían luchado por la reivindicación y la igualdad y que la habían pasado bastante mal por eso, pero que gracias a ellas algo se había avanzado. Yo la escuchaba atento y comprendía casi todo lo que me decía, pero no podía darme cuenta adonde quería llegar.” Por suerte ahora contamos con más armas para defendernos”, me dijo y confieso que ahí me asusté un poco. Al ver mi cara se ve que se avivó y me aseguró que era una manera de decir. Me quedé más tranquilo, pero no del todo. Lo que me sacó un poco y tuve que morderme para no andar discutiendo fue cuando largó eso de que “todos somos iguales y tenemos los mismos derechos”. Siguió con que a igualdad de responsabilidades debían cobrar igual, que sobre sus cuerpos mandaban ellas y podían hacer lo que se les cantara y después se mandó con cosas que dijo que eran consignas: “nunca me convencerán de no usar forro”, “Si me acuesto con muchos tipos no tienen por qué llamarme puta” “si me gustan las mujeres no tiene que darme vergüenza” y otras más. Ahí la enganché, pero no le dije nada, a veces soy todo un caballero: esas fracesitas yo las había leído en el Facebook y ella las repetía como un loro.
Después se puso un poco triste y ahí me pudo, sé que es una buena mina a pesar de todas esas cosas que se le meten en esa cabecita loca; terminó diciendo que a veces estaba tan cansada de pelearla en forma despareja con esta sociedad que sería mejor si no pensara tanto.
Yo le dije que siempre se lo decía eso, pero que tampoco es que estuviese tan mal, que si ella creía en esas cosas debía hacer lo que mejor le parecía y no entregarse. Ahí me sonrió y se le pusieron los ojitos brillantes y me mató del todo.
— ¿Entonces es si? —se aprovechó la desgraciada.
—Está bien —le dije —Hoy te pongo de tres, pero mirá que es la semi-final y a la primer cagada que te mandes te saco.
A pesar de que la amo con toda mi alma sigo pensando que las mujeres no sirven para el futbol.