jueves, 12 de septiembre de 2013

Buscando a la mujer ideal- Miguel Dorelo


Buscando a la mujer ideal- Miguel Dorelo

—Hallar a la mujer ideal es la verdadera razón de la existencia de todo ser humano varón que se precie —. Comenta Angel.
—Una gran verdad —. Aprueba rápidamente Facundo.
—También es cierto que el concepto de “mujer ideal” puede tener más de una acepción.
—Claro. Pero yo te conozco y vos me conocés. Ambos sabemos de qué estamos hablando cuando hablamos de la mujer ideal.
— Esa que nos resquebraje el alma al conocerla y nos la reconstruya al sentir que nos acompañará quizá para siempre.
— Y aún si así no fuese; la mujer ideal, aún efímera, dejará su huella indeleble en nuestras mentes y corazones.
—Así es.
—Necesariamente, deberá ser amante de las artes; femenina, más que feminista.
—Y buena gente. De sentimientos bellos hacia el otro. Respetuosa aún en el disenso.
—Compañera.
—Siempre risueña.
— ¡Ah! Quién pudiera… La eterna y dificultosa búsqueda de la mujer ideal.
—A propósito… ¿Te comenté que estoy saliendo con Paula?
-¿En serio? ¿Paula? ¿Paula, Paula?
—Sí. Paula, Paula. La Paula que ambos conocemos.
— ¿La que estaba borracha esa noche en el boliche de Ramos? ¿La de la pollerita de colegiala?
—Esa.
—Pero…Pero…Si mal no recuerdo es bastante limitada mentalmente, esa noche vomitó varias veces del pedo que tenía, comentó que era fan de Arjona y se fue del lugar con tres tipos.
— ¿Te acordás? Un desastre total.
— ¿Y estás saliendo con ella? No entiendo. ¿Y lo de la búsqueda de la mujer ideal?
— ¿Vos viste el culo que tiene?
— Ehhhh…Sí…. Perdonáme. Como siempre tenés razón. ¿No tendrá una amiguita para presentarme?





sábado, 7 de septiembre de 2013

Relato en mente ( No haciendo caso a los consejos literarios) Miguel Dorelo


Relato en mente. (No haciendo caso a los consejos literarios)- Miguel Dorelo

Por suerte, las musas suelen acudir permanentemente a mi mente; creo que inconscientemente, pero no podría asegurarlo.
Cuando esto sucede, no me queda otra que sentarme ante el teclado, comenzar a construir el relato y, alternativamente, cebarme un mate. A veces me da, esto raramente, por tomarme un té.
Debo decir muy abiertamente, que es algo que me gusta abrumadoramente hacer, así que me es absolutamente imposible no llevarlo a cabo lo más rápidamente que pueda. Acaloradamente, me enfrasco en la tarea y raramente pudo dejar de teclear, yo diría que casi abusivamente, hasta alcanzar el objetivo final: lograr un texto correctamente armado, obsesivamente perfecto, adjetivadamente  armonioso, ágilmente legible para todo aquél lector que, aún desprevenidamente, se sumerja muy afirmativamente en las procelosas aguas que ahidalgadamente y orgullosamente les ofrezco hoy. Amigablemente les digo: espero que hayan disfrutado holgadamente de este relato y que, campechanamente, espero recibir sus comentarios, aun anónimamente.
No quiero despedirme sin agradecer buenamente a las enseñanzas de mi profesor del Taller de literatura, allá por San Clemente, principalmente cuando me aconsejaba que tuviese celosamente cuidado en la utilización de palabras que cacofónicamente pudiesen, calamitosamente, atentar contra una lectura que chacabanadamente, se transformara en algo demasiado cansadamente tedioso.


Seguramente he logrado mi objetivo abrumadoramente, ya que, modestamente, esto suelo lograrlo muy cómodamente.