miércoles, 26 de enero de 2011

Romance perfecto- Miguel Dorelo


Romance perfecto- Miguel Dorelo

—Sos una mujercita dulce y encantadora —le dijo mientras encendía un cigarrillo.
—Me encantó estar con vos —respondió ella primorosamente.
—Me gustaría repetir esta velada —acotó él.
—La próxima vez te cobro la mitad—aseguró ella.

sábado, 22 de enero de 2011

Especial Kafka


Postergación- Miguel Dorelo

Aquella mañana Gregorio se despertó con un urgente e impostergable deseo de orinar.
Asombrado, al verse convertido en un escarabajo y comprendiendo que de ninguna manera podría hacer uso de su cuarto de baño se orinó encima y decidió seguir durmiendo otro rato.

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La metamorfosis durante el proceso en el castillo-Miguel Dorelo

El señor K. está desorientado: han pasado dos semanas desde su llegada al pueblo y aún no ha podido ingresar ni ponerse en contacto con los dueños del castillo. Lo han contratado como exterminador de plagas y no ve la hora de cumplir con el contrato y volver a su Praga natal.
En la carta que recibió se le informaba sobre una gran invasión de escarabajos; estos habían tomado posesión casi absoluta de la morada y no se encontraba forma alguna de combatirlos. Fueron contratados exterminadores locales, pero ninguno de ellos pudo neutralizar a los resistentes coleópteros, ya que parecían muy organizados y eran aparentemente conducidos por uno de gran tamaño y de una astucia poco vista. Inclusive, no se han vuelto a tener noticias de un par de ellos desde la entrada al combate y se los ha dado por muertos. La policía local no logró explicar lo sucedido a las viudas e hijos de tan desdichados trabajadores.
Pero, el señor K. es muy perseverante; logra por fin ingresar al castillo y luego de varias escaramuzas, ultima al líder de los insectos, quien al morir, y para gran sorpresa del exterminador, se transforma en un ser humano vestido con ropas de cama.
Casi de inmediato, ingresa la policía y procede a arrestar al señor Josef K, tal  su nombre completo. Trasladado a la cárcel, se le inicia un proceso que será muy comentado por muchas personas, incluidos gran cantidad de críticos literarios, ya que nunca se supo a ciencia cierta la calidad de los cargos contra el humilde exterminador, dificultando de esta manera la defensa del mismo por parte de sus abogados.

Mientras tanto en Praga, la viuda de Gregorio Samsa, clama por justicia.
—No, no conozco personalmente al asesino de mi marido; me dicen que vivía a pocas cuadras de casa. Solo exijo que se cumpla con la ley: el ha sido tratado como un vulgar insecto — dice indignada ante las cámaras de televisión.

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Despertar- Miguel Dorelo

Esta mañana me desperté convertido en escarabajo y por el rabillo de uno de mis ojos alcancé a vislumbrar al dinosaurio que desparramado sobre la alfombra jugaba con unos zapatitos de  bebé sin usar.
—Debo dejar de leer tanta literatura conjetural antes de acostarme —reflexioné antes de darme vuelta y volver a dormirme.


viernes, 14 de enero de 2011

Antes de perder la dignidad- Miguel Dorelo


Antes de perder la dignidad- Miguel Dorelo

Era hora de marcharse. Así lo habían decidido, siempre juntos como tantas otras veces y hasta que la muerte nos separe, como habían prometido.
Ella lo había hecho hacía exactamente dos días y ya no soportaba su ausencia; le era imperioso reencontrarse con ella allí donde fuera que estuviese ahora.
Su compañera de toda la vida, en las buenas y en las malas; algunas pocas de las primeras y demasiadas de las otras.
Pero no podía quejarse de todos esos años junto al amor de su vida, esa mujercita preciosa con la que fue envejeciendo en compañía.
Demasiadas penurias en los últimos tiempos, sobre todo económicas, fueron el detonante principal de aquella decisión.
—Antes de perder la dignidad, debemos hacerlo; así no podemos seguir —coincidieron.
También juntos, decidieron que ella sería la primera en partir hacia ese lugar, que estaban seguros, los cobijaría y los uniría aún más que en todo este tiempo transcurrido el uno junto al otro.
Tenían un solo hijo ya grande, solo unos pocos parientes a los que hacía años que no veían y un puñadito de amigos que quizá los extrañaran un tiempo, pero que rápidamente se olvidarían de sus partidas. O a lo mejor no, nunca se sabe a ciencia cierta cuanto puede influir un suceso de este tipo en las personas que nos aman o dicen hacerlo.
Como lo habían pactado, ella se marchó primero, ese viernes a la noche luego que el regresara de hacer lo que era necesario hacer. Sin grandes aspavientos, tranquila, dedicándole una sonrisa final para la despedida. Él beso suavemente sus labios y le dijo —Esperáme — solo eso.

Habían quedado de acuerdo en que dos días eran lo mínimo necesario para que él ultimara los últimos detalles antes de que llegara su hora. Ese domingo amaneció espléndido, con un sol radiante, como anticipando ese otro amanecer que los encontraría nuevamente juntos y más felices que nunca.
Solo dos horas más.

Revisó por última vez la maleta, la otra mitad del dinero no ocupaba demasiado lugar, solo había tomado los dólares y euros de alta denominación, una verdadera fortuna y a los ancianos como él jamás le revisaban el equipaje. Ella no había tenido ningún tipo de inconvenientes en el aeropuerto. En el banco no tardarían en descubrir el faltante, pero mucho más en relacionarlo a él con el hecho, ya que solo trabajaba en su limpieza algunos viernes,  y  los fines de semana; y en este último había aducido uno de sus achaques habituales para no concurrir. Ser el padre del gerente tenía sus ventajas. Como el acceso a ciertas llaves, por ejemplo. Un viernes perfecto.
Estaba todo planeado a la perfección por si algo fallaba, ni siquiera él sabría hasta último momento en donde se encontraba su mujercita. Y por lo menos uno de los dos se saldría con la suya.  Levantó el teléfono y marcó el número que habían convenido, el taxi estaba tocando bocina en la puerta para llevarlo a tomar su vuelo. La ansiada y dulce voz de su amada viejita se escuchó en el auricular:
—Budapest: bajás en Barajas y de ahí combinás para acá en un vuelo local que sale dos horas después; yo voy a estar esperándote en el aeropuerto. Estoy contando las horas, no soporto más estar sin verte.
Esto si que es vida. Si nos movemos rápido, que nos encuentren si pueden.
Te amo.
 Elaborado para La Cuentoteca




miércoles, 5 de enero de 2011

La cena está servida- Miguel Dorelo & Sergio Gaut vel Hartman


La cena está servida – Miguel Dorelo & Sergio Gaut vel Hartman

—Hoy tengo muchas ganas de escribir. Que digo muchas ganas, siento la imperiosa necesidad de volcar en palabras todo lo que llevo dentro. Ah… El corazón. Que mejor que empezar por el corazón. Y seguir luego por el páncreas o el esófago. Nombrar también al hígado o a los riñones. Los pulmones, el intestino grueso y el delgado, por supuesto. ¡Ah! Los jugos gástricos, el pequeño e insignificante apéndice, el cólon y la próstata, en su caso, querido amigo, no en el mío.
—Tiene razón, querida condesa —interpoló Hannibal—. Y no olvide las venas y arterias, por donde corre la sangre nueva y la sangre vieja, ya sabe que no soy persona de andar discriminando partes por meras futilidades
—La nuez de Adán —siguió Bathory, como si no hubiera oído las palabras de Lecter—, la columna vertebral y las mucosas nasales. Vesícula biliar, ganglios linfáticos, médula ósea. Glándula pineal, la uretra, la gloriosa vesícula seminal…
— ¡Exacto! —Terció el marqués—, mi semen siempre dispuesto…
— ¡Narcisista! —exclamó la condesa, risueña—. Permítame continuar con mi lista: los bronquios y la glándula tiroides. Y las amígdalas. Y el alvéolo. Y las suprarrenales.
—No quisiera que olvide el imprescindible aparato óseo apoyando, en conjunto con la masa muscular, el buen sostenimiento del todo. —Hannibal esperó expectante la respuesta de la condesa, que no se hizo rogar.
—Ahora sí, un gran alivio se apodera de mi alma y mi cuerpo; todo, o casi todo lo más íntimo de mi ha sido puesto en palabras. Me siento realizada.
—De acuerdo —dijo el marqués frotándose las manos—. Pasemos al comedor. Esa prolija enumeración abrió mi apetito de un modo escandaloso.
Hannibal guiñó un ojo y movió gentilmente la mano para que sus anfitriones pasaran primero. No lograba imaginar qué sabor tendría la carne de Vlad Tepes.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El oído femenino y su extraño comportamiento- Miguel Dorelo


El oído femenino y su extraño comportamiento- Miguel Dorelo

El oído femenino no funciona de la manera que se supone que debería hacerlo.
Amplio: el oído femenino no funciona igual que un oído normal (léase masculino). Es una verdad irrefutable; y no me vengan con ese falso concepto de que soy un machista insufrible o un misógino incurable. Nada más lejos de la realidad: las mujeres son la máxima creación del Señor. Y  mi ateísmo militante no empaña en nada el concepto vertido con todo mi amor hacia ellas. Amo a las mujeres, a todas ellas, aunque a alguna un poquito más, claro; y sobre todo a una, pero no viene al caso nombrarla y además el novio suele leer lo que escribo.
Pero volvamos a lo que interesa, (ya que ella no me quiere) ,recientes pruebas científicas certifican mi aseveración, lo avalan sin margen para la duda.
Fueron tomadas, no a la fuerza por supuesto, un grupo de 1.312 mujeres de distintas edades, nacionalidades, razas, religiones, estatura y medidas de busto, preferencias sexuales e hinchas de diversos equipos de fútbol  y se les realizó un exhaustivo test, el cual una vez concluido, no hizo más que corroborar dicha teoría.
Se trató de ser lo más básico posible para evitar que los objetos a estudiar no se sintiesen confundidas con algo más complejo y poder arribar así a buen puerto.
Solo un grupo de frases y sus respectivas interpretaciones. Simple y sencillo. Casi cualquier mujer puede hacerlo, afirmaron los especialistas.
Presentada cada una de las frases, se interrogó a las susodichas sobre qué era lo que habían escuchado.
Con ustedes, los sorprendentes  resultados:

Frase 1- Sos muy linda.
El 96, 7% dijo haber escuchado: “Solo tengo ojos para vos, Jamás volveré a mirar a otra mujer. A tu lado son todas horrorosas”.

Frase 2- Me encanta estar a tu lado.
El 98,6 % dijo haber escuchado: “Cada vez que lo requieras corro para estar al lado tuyo, no importa ni el día ni el horario ni lo que YO tenga que hacer”.

Frase 3- Si te parece, podríamos ir a tomar un café y charlamos.
El 100 % dijo haber escuchado: “Prepará los documentos, conseguí testigos para el civil, los padrinos para la iglesia y andá haciendo las invitaciones que en una semana nos casamos”.

Frase 4- Me parecés una mujer muy inteligente.
El 100 % dijo haber escuchado: “Comparadas con vos, todos las demás señoras o señoritas que han tenido alguna historia conmigo son unas taradas”.

Frase 5- Sos muy dulce.
El 100% dijo haber escuchado: “Mi vida hasta que te conocí solo supo de sinsabores. Ahora por fin soy algo y le encuentro el verdadero sabor a mi pobre existencia".

Frase 6: Tenés una manera muy especial de ver las cosas.
El 98,9 % dijo haber escuchado: “A partir de ahora, mi opinión ya no vale un rábano, solo veré por tus ojos, lo que vos digas es ley”.

Frase 7: Me encanta el color de tu pelo.
El 95 % dijo haber escuchado: “De ahora en más los gastos de peluquería corren absolutamente por mi cuenta”.

Frase 8: Estando al lado tuyo me siento completo.
El 100 % dijo haber escuchado: “Ya sé que no valgo casi nada, pero seguro que vos me vas a mejorar aunque sea un poco en todos los aspectos”

Frase 9: Al fin encontré la mujer ideal.
El 100 % dijo haber escuchado: “Todas mis ex, comparadas con vos, son menos que una mierdita de colibrí”


Frase 10 y fatal; tener mucho cuidado con esta: Te amo.
El 101% dijo haber escuchado: Soy tu esclavo. A partir de ahora podés hacer conmigo lo que se te antoje. Pisoteáme, quitáme toda mi dignidad, manipuláme a tu antojo, que yo ya no tengo derecho ni a protestar.

Espero que la trascripción de esta investigación cumpla con el cometido para el que fue elaborado.
Señores, jóvenes, muchachos, piensen bien en lo que vayan a decirle a una señora o señorita.
Ellas no escuchan igual que nosotros.

Reelaborado para La Cuentoteca

sábado, 25 de diciembre de 2010

La cena de Nochebuena- Miguel Dorelo


La cena de nochebuena- Miguel Dorelo

—En esta casa siempre se recibió al niño Jesús reunidos en familia ante una mesa bien servida y este año no será la excepción — aseguró la anciana.
—Pero abuela, vos sabés que no tenemos un peso. A papá lo echaron de la fábrica y no le pagaron ni la última quincena. Tu pensión apenas  si alcanza para comprarte los remedios y con los pocos pesos que gana mamá con la costura para pagar algunos servicios, comprarme algún útil para el colegio y comer lo que se pueda. Una cena de nochebuena sale mucha plata, abue.
—Vos dejáme a mi que lo tengo todo planeado, Juancito. Y pienso invitar a todos tus tíos, primos y demás parientes.
Anduvo todo el día la anciana. Don Pepe, el almacenero le fió un pan dulce de los grandes y dos sidras de las baratas —Llévese estas otras dos que quedaron del año pasado, se las regalo, aunque no sé si les quedará algo de gas. —le dijo en un arranque solidario no demasiado habitual en él.
El verdulero le seleccionó un poco de frutas algo pasadas pero que  para el clérico van a  andar bien, doña Carmen.
Pasó por la farmacia y luego de prometerle a don Francisco que el mes que viene le pago todo, hágame el favor rescató esos pocos  pesos como para ir al super chino y comprar unos turrones, algunas garrapiñadas y unos higos secos que estaban en oferta. Con lo poco que aportaran los pocos invitados que estaban en condiciones de hacerlo sería casi suficiente.
Volvió a su casa más esperanzada, pero con el problema principal aún sin resolver. Hasta el año pasado nunca habían faltado pavos rellenos, lechones asados o suculentos asados en la mesa navideña.
De pronto, la idea salvadora acudió a su mente; —Gracias, Virgencita, yo sabía que vos me enviaría la solución. —agradeció alborozada aunque con un extraño dejo de pena en su voz por la acción que cometería.

Esa nochebuena fue sin dudarlo una  de las mejores nochebuenas que  la familia recordaría por mucho tiempo. El placer logrado al superar una gran incertidumbre se disfruta mucho más que cuando la mano viene fácil.
La abuela Carmen, con apenas unos rasguños recibió más cariño de sus parientes como nunca antes; en el hospital le dieron rápidamente el alta ante la insistencia de la anciana por pasar esa noche con sus familiares y al comprobar los facultativos que aquél automóvil de alta gama solo la había golpeado.
Claro que don Aristegui, el dueño de aquella cadena de carnicerías especializadas en carne de cerdo ignoraba esto cuando la octogenaria se le apareció de repente ante su automóvil importado.
Un par  de lechones había resultado ser un buen arreglo ante la amenaza de su vecina de iniciarle un juicio.

Elaborado para La Cuentoteca

El regalo- Miguel Dorelo

A veces Santa no es el que creemos...

El regalo- Miguel Dorelo

—Hijo, mira, Santa te ha dejado tu regalito en el árbol. ¡Es una bicicleta!
¿Viste que era como te decía, que si te portabas bien…?
—Pará, mamá que ya cumplí los diez y desde el año pasado que sé que  Santa es el señor Alberto, ese que te viene a visitar cada vez que papá viaja por su trabajo. Y ya que estamos, él se va  esta noche así que  cuando venga el otro hacéle acordar que lo que yo quería era la Wii.
No es una amenaza, tomálo como quieras.
Tienen tiempo hasta Reyes.

Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 23 de diciembre de 2010

La dulce respuesta de Santa- Miguel Dorelo


La dulce respuesta de Santa- Miguel Dorelo

Querida Karla con “K”:
Me ha encantado tanto como emocionado tu cartita, pero lamentablemente no podré cumplir con tu pedido; justamente para estas fechas necesito a tiempo completo de los servicios de mis ocho queridos renos para poder satisfacer a todos los niños y niñas del planeta, así que deberás canalizar tus deseos carnales para con ellos en otra ocasión.
Te saluda, Santa.

P.D: ¿No has contemplado la posibilidad  de reemplazarlos por un ancianito muy bonachón, de larga barba blanca y aún muy activo a pesar de estar algo barrigón?
Piénsalo. De ser positiva tu respuesta vería la forma de hacerme un lugarcito esa misma noche y, no prometo nada, quizás pueda hacer que se sume Donner el más dotado de los ocho. O si así lo prefieres, trataré de convencer a Vixen, la reno  más hermosa y resistente de todas.

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 11 de diciembre de 2010

Confusión idiomática- Miguel Dorelo


Confusión idiomática- Miguel Dorelo

–Cógeme el brazo.
— ¿Eh?
—Que me cojas el brazo.
— ¿Acá ¿ En medio  de la avenida y adelante de todos?
—Pues, sí. ¿O acaso no me amas?
—Si, pero esas son cosas para la intimidad. Además, preferiría la mano de ser posible.
—Que a mí me apetece más el brazo, pero si tu quieres la mano, pues venga.
— ¡Te dije que acá no! Ustedes las europeas son demasiado modernas y liberales, pero yo soy una persona decente.
— ¡Tu estás chalado! Que si no me coges el brazo o la mano olvídate de mí, me iré ya.
— ¡Ni en pedo! ¡Tomátelas, gallega loca y degenerada! ¡Andáte! Lo mejor que podés hacer es correrte ya mismo.
—Pero ¿Por quién me has tomado, tío? Mira que decirme semejante barbaridad.
—Ya mostraste la hilacha, pendeja ¿No era que la diferencia de edad no te importaba? Resulta que ahora soy como un tío para vos.
–No te comprendo, primero te da prurito cogerme la mano o el brazo y luego me pides que me corra delante de todos.
— ¡No me jodas más!
— ¡De eso, olvídate, gilipollas! ¡Nunca más tendré sexo contigo!
— ¡Loca histérica! Primero quieres hacerlo en la calle y ahora te haces la puritana.
— ¡Tú estás majareta! ¡Acaba de una vez!
— ¡Otra vez con lo mismo! ¡No insistas, enferma, ninfómana galáctica!
— ¡Vete a que te den por culo, come coños de cuarta!
— ¡Pues desde ahora comerás vos sola ¡ ¡Te podés meter todas tus comidas sanas y mediterráneas en donde no te da el sol, estúpida!
— ¡Muérete!
— ¡Lo mismo digo!

Moraleja: una correcta comunicación es muy importante en la pareja. La palabra es imprescindible; nunca te pongas de novio con una extranjera.

Elaborado para La Cuentoteca


martes, 7 de diciembre de 2010

Martes a la noche- Miguel Dorelo


Martes a la noche- Miguel Dorelo

Martes. Si al menos fuese viernes. A pesar de todo, mañana hay que ir a trabajar a esa puta oficina. ¡No tengo ganas, no tengo ganas, carajo!
A aguantar a la gorda de contaduría que antes de las diez ya se bajó media docena de facturas con su tesito y que al rato ya peló un alfajor o un turrón y se lo morfa en dos bocados, mientras escupe un que flaco que estás Fernando te vas a enfermar si seguís así. Callarme un  ¡Gorda puta, y vos  vas a reventar como un sapo! porque es la sobrina del gerente y adonde mierda voy a ir si me rajan de acá. Y el hijo de puta del jefe que dos por tres se le ocurre hacer un resumen de lo que mierda sea que se le ocurra como para hacerme quedar después de hora y el turro de Juan que la goza viéndome juntar bronca porque no me banca desde que pasó aquél asunto con la mina de mesa de entradas.
Yo me coloco, total es temprano y para mañana ya me descolgué. Lástima esta basura. Esta noche más que nunca necesito un poco de la buena para poder seguir.
¡Ya no soporto más esta vida de mierda, la concha de su madre!
Antes la tenía servida en bandeja, cuando me enganché con Mercedes; la minita manejaba buena guita y siempre andaba con una buena reserva de la mejor. Y encima cogía como los dioses. Pero todo lo bueno se termina rápido; los boludos de los padres la mandaron con una tía que vive en Ibiza para ver si  “se cura” estando allá. Según me contó Mercedes, la vieja es una cocainómana fiestera y bisexual. La va a pasar bomba, y el boludo acá, solo y metiéndose cualquier porquería.
¿Y si me voy de una escapada hasta la villa? Pero no, con cincuenta mangos que voy a conseguir. Mirá si encima me hacen cagar para sacarme las zapatillas, con esos negros nunca se sabe. Mañana pido un vale, aunque ya estoy medio pasado y a fin de mes no voy a cobrar una mierda, pero un día de vida es vida y me meto un toco bien grande de felicidad como para poder pasarla.
Tendría que renunciar a ese laburo de mierda, dedicarme a escribir o tratar de armar un grupo para tocar en los boliches; eso es vida, las guachas se te regalan aunque estés en los cuarenta y pico como yo, les gustan los “artistas”, mirálo a Cerati, con cincuenta pirulos se comía una de veintidós… Claro que tiene sus riesgos también.
Mejor me conecto y boludeo un rato en la compu, hay un par de flacas medio veteranas que están muy alzadas y me tiran onda, les gusta cuando me voy al carajo y empiezo con mis guarradas en el Twitter. Algún dm de coger seguro que ligo.
Por ahí una de estas noches me traigo a una a casa.
Y con un poco de suerte hasta se me para y todo.

Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 2 de diciembre de 2010

La Asum- Miguel Dorelo


La Asum- Miguel Dorelo

Nada. Ni una palabra, ni siquiera el atisbo de una idea.
Jamás le había pasado algo así. Otro día perdido de una semana perdida.
Lo había intentado todo, leer el periódico, escuchar música, leer y releer relatos cortos, relatos largos, poesía…Nada.
Sentado frente al teclado  desde hacía tiempo, decidió apagar la PC y salir a caminar. Tal vez con un paseo por la orilla del  arroyo que pasaba cerca de su casa volviera la inspiración. Hizo lo que otras veces, se sentó en un banco del paseo ribereño y se puso a mirar el paisaje y la gente. Sacó su libreta con la seguridad de que en unos minutos el esbozo de algún relato o el comienzo de un poema empezaría a tomar forma en aquellas hojas.
La nada absoluta, o casi; su mente solo divagaba por cuestiones intrascendentes. El precio de la carne, las cuentas de gas y electricidad que se vencían. Escribiré algo sobre esto, se dijo. Pero cuando quiso hilvanar algún hilo conductor que comenzara a formar aunque más no fuera un esbozo de trama, su mente volvía al blanco absoluto.
— ¡Basta! —gritó en un arranque de desesperación que hizo dar vuelta a varias personas que a esa hora caminaban por la rambla.
Avergonzado, se levantó y comenzó a correr, comprendiendo que ya no podría soportar por mucho más tiempo esa situación.
Cansado, se apoyó contra un árbol. Le dolía la cabeza y se sentía mareado.
Escribir era parte de su vida, no podía imaginarse sin hacerlo, sin crear historias y personajes, sin volcarlos al papel o la pantalla y luego compartirlos con los demás.
Miró hacia el cauce del arroyo y luego al cartel de advertencia: “No bañarse-Aguas peligrosas”. Justo lo que necesito, pensó. ¿Y si la inspiración se había ido para siempre? No sabía nadar; tan solo era cuestión de decidirse…
— ¡No lo hagas! —escuchó a sus espaldas.
Asombrado, giró. Una figura etérea, pero evidentemente femenina flotaba muy cerca.
— ¡Ay, ay, ay! Siempre me pasa lo mismo, no puedo contenerme cuando veo a un humano sufrir. Una Asum de cuarta, eso es lo que soy.
— ¿Ehh? ¿Quién sos?  ¿Qué sos? —extrañamente no sentía miedo alguno de la aparición.
—Eso que dije. Soy una Asum. Más concretamente,Asum desde hace una semana.
— ¿Y qué carajo es una Asum? ¿Y en que sentido, “Asum”?
—Bueno, para un escritor la respuesta tendría que ser obvia; soy lo que se podría resumir como una “musa negativa”. El que nos creó no se exprimió mucho el cerebro para ponernos el nombre. Soy tu Asum porque alguien así lo requirió y cumplió con los requisitos indispensables para que el jefe decidiera que me asignaran a ti.
—No entiendo.
—Es fácil. Soy la responsable de tu falta de inspiración en la última semana.
— ¡La puta que te parió! ¿Y me querés decir por qué carajo me estás haciendo esto? Estaba apunto de tirarme al arroyo por tu culpa.
—Y yo lo evité. Me van a volver a castigar, no es la primera vez que me pasa.
— ¡No me decís por qué lo estás haciendo! ¡Hubieras dejado que muriera ahogado!
—Si, eso tendría que haber hecho, es lo que se espera de mí, que no intervenga a favor del infractor.
— ¿Infractor de qué? ¿Me podés explicar de una maldita vez?
—Bueno, trataré de ser  lo más concisa posible: fui mandada a cumplir una misión, hacer que nunca más puedas escribir ni un solo párrafo, ni un línea de prosa o poesía; nada de nada. Aunque me envía mi superior, primero debe haber un pedido debidamente argumentado para que esto sea llevado a cabo. Tu denunciante cumplió con los requisitos y acá estoy.
—Seguí.
—Sigo. Ella, siempre en estos casos es una mujer, nos contó de la admiración que sentía por tu obra primero y del rápido enamoramiento que derivó de ello. De su estrategia de conquista y del buen resultado de la misma. De cuando te conoció personalmente, del noviazgo y las noches de pasión. Lo normal hasta ahí, suele pasar bastante seguido. Pero luego surgió lo de tus mentiras, tus engaños y tu comportamiento poco digno. Seguro como estaba de que utilizaste tus dotes literarias para conquistarla con el solo fin de tener sexo con ella y suponiendo además que no era la primera en caer con esa estrategia, decidió que sería la última. Presentó el caso y fue aceptado. El fin no era que te mataras, aunque creo que no lo lamentaría demasiado si hubiese sucedido, solo que ya no utilizaras ese método con ninguna otra.
— ¡Locas! Vos y ella, quién quiera que sea. Jamás hice algo así. He tenido novias, claro, pero nunca una que haya engañado de esa forma.
—A esta si. Si el jefe dio el visto bueno, por algo ha de ser. El jefe no es de equivocarse seguido.
— ¡Tu jefe está tan loco como ustedes dos! Decíme como se llama la chiflada esta.
—No. Bastante ya metí la pata salvándote. No puedo dar nombres.
—Si no me lo decís me tiro al agua.
—Tiráte.
—Por favor, no quiero vivir si no puedo volver a escribir. Te juro que jamás hice algo así.
—Ella estaba muy segura de tu comportamiento.
—Estaba equivocada. ¡Eso! A veces uno cree cosas que no son verdad, supone cosas u otros se las hacen suponer. Debe haber pasado algo así. Decíme el nombre así vemos si podemos encontrarle una explicación lógica.
—No puedo. Me despedirían.
—Peor sería cargar con una muerte en tu conciencia. Estoy dispuesto a tirarme.
—Sos malo. Ya te diste cuenta de mi extrema sensibilidad. Está bien, no te voy a decir el nombre, pero igual vas a saber de quién se trata: es a la que decís que quisiste más.
— ¿Ella? Ahora me explico muchas cosas que no entendí en su momento.
¿Qué puedo hacer? Ella está equivocada, justo a ella jamás le mentiría, se debe haber imaginado cosas que no eran, quizás alguna amiga o algún galancito aspirante a reemplazarme le llenó la cabeza. Te juro que no miento. O se desilusionó al conocer a la persona detrás del escritor; uno es lo que es, no lo que escribe; aunque en los escritos pueda verse reflejado en parte.
—Te creo. Soy la Asum más boluda de todas las Asum por lejos, pero te creo. Y te voy a ayudar aunque después de esto tenga que laburar de asesora espiritual de un banquero.
Hay un par de  formas para recuperar tu inspiración: ella debe levantar la denuncia en contra tuyo, esa es una, pero debe ser de tal forma que contrarreste de manera absoluta los argumentos que antes esgrimió. Creo que no hay antecedentes de tal cosa, así que menuda tarea te espera: deberás convencerla de que fuiste sincero en la relación…O volver a enamorarla
—Misión imposible, sobre todo lo segundo. Ella en la actualidad no me soporta, evidentemente. ¿La segunda opción?
—Algo parecido pero con una nueva señora o señorita; lograr que se enamore tanto de vos que decida pedir una revocación de tu causa. Claro que esta opción tiene un serio inconveniente.
—No me importa. ¿Cuál inconveniente? Estoy dispuesto a intentar lo que sea.
—Te voy a ser sincera: no veo la forma que puedas hacerlo sin el único encanto que en apariencia tenés, acordáte que no contarás con la ayuda de tus escritos, por lo menos con nuevos. Podrías utilizar los que ya elaboraste, pero ¿Y si quiere que le escribas algo nuevo? Me parece que sería más sencillo que te tires al arroyo, aunque me afecte.
— ¿Por qué no te tirás vos, tonta? Voy a intentar la segunda opción, me parece la más plausible. Pero si no resulta, iré por ella.
Y en unos meses, vuelvo a publicar. Te lo aseguro.
Elaborado para La Cuentoteca



sábado, 27 de noviembre de 2010

Amarse es lo más importante- Miguel Dorelo

Duerme ella y ambos nos soñamos...

Amarse es lo más importante- Miguel Dorelo

Nos amamos. Ella me ama y yo la amo. Eso es lo que cuenta.
Ella:
—Mi amor, mirá lo que  hice para vos —me dice con esa vocecita que adoro.
— ¡Que lindo! ¿Y qué es? —le pregunto.
— ¿Cómo qué es? ¡Una cajita para tus tés saborizados!
—Claro, que tonto soy. Gracias es hermosa. Como vos. ¿Te puedo preguntar algo?
—Lo que quieras mi Pitufito. —A ella le gusta llamarme así. Yo le digo Gargamel. A veces nos disfrazamos y hacemos el amor hasta la madrugada vestidos de esa manera.
—Decíme, ¿Qué significa “S y M”? Digo, están muy bonitas las letras en medio de la cajita, rodeadas de esos corazoncitos, pero no logro darme cuenta que es lo que significan.
— ¡Que tonto sos! ¡Nuestras iniciales! Para que te acuerdes de mí cada vez que elijas el sabor del té que tomarás.
—Pero, pero, yo me llamo Miguel, hasta ahí todo bien, pero vos te llamás Celeste, con “C”.
— ¡Ay, que boluda! ¡No me lo puedo aprender! Otra vez me equivoqué con mi nombre.
Ella no va a ganar ningún Nóbel, el intelecto no está entre sus rasgos más sobresalientes.
Pero, como quedó dicho: nos amamos. Yo la amo y ella me ama.
Eso es lo que cuenta.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Una noche muy caliente- Miguel Dorelo

Una mujer perfecta para una noche hot.


Una noche muy caliente- Miguel Dorelo

Ella llegó un poco tarde, como toda mujer hermosa debe hacer. Solo fueron unos minutos, pero si la demora fuese proporcional a la belleza bien podría haber llegado cuarenta y ocho o setenta y dos horas después. Al contemplarla todo se le perdonaba.
Con solo entrar a la casa ésta cambió radicalmente, pasó a tener otro brillo, el aire se inundó con su aroma, mezcla de violetas y chocolate. En un anticipo de lo que nos esperaba, el fuego de la chimenea se avivó de golpe, las llamas que hasta unos segundos lucían de un color amarillento con tintes anaranjados viró al rojo intenso con estrías azules.
Apenas apoyó sus labios en los míos en un saludo que supo a promesas deliciosas; luego tiró su abrigo sobre el sofá del living.
Llevaba puesto un vestido lo suficientemente corto como para resaltar hasta lo indecible sus largas y bronceadas piernas. En la parte superior, el pronunciado escote resaltaba la perfección de sus pechos; no llevaba corpiño, eso era más que evidente, la fina tela transparentaba sus pezones erguidos, prestos al delirio de manos y boca insaciables que ambos sabíamos sería esa noche, inevitable.
— ¿Qué querés tomar? —pregunté.
—Eso —me dijo señalando una botella de vodka.
Le serví, tomó un gran trago y casi en el mismo instante con una experta y delicada maniobra dejó caer el vestido sobre la alfombra. La perfección hecha cuerpo de mujer parada en el medio de mi living, con el fuego alumbrándola desde un ángulo perfecto, como planificado por un dios bondadoso que realmente ama a sus hijos, pensé contemplándola extasiado en un arranque de misticismo erótico. Luego giró, dándome la espalda. Su única ropa interior, una pequeña tanga de color blanco puro, estoy completamente seguro hecha en exclusividad por expertos artesanos de otros mundos, calzaba a la perfección en aquél culo merecedor a todos los premios de belleza que han existido, existen o existirán aquí y en todo el universo conocido.
La temperatura del ambiente y de los cuerpos fue subiendo de forma proporcional a las miradas intercambiadas. Ella se arrodilló sobre la alfombra y comenzó a desprenderme el cinturón con una de sus manos, mientras la otra me acariciaba incentivando la parte de mi cuerpo que a esa altura ya no lo necesitaba. Bajó mi pantalón junto con mi slip; su boca realizó una tarea impecable que supo interrumpir en el momento exacto, apenas un segundo antes de que perdiera toda conciencia de espacio, tiempo y lugar.
—Ahora te toca a vos —me susurró tendiéndose en el piso alfombrado, haciendo deslizar con dos dedos la diminuta bombacha a lo largo de sus kilométricas piernas. El fuego en la chimenea se reavivó como presintiendo que la noche recién comenzaba.
Me despojé del resto de mis prendas y comencé con aquella tarea, la más deliciosa encomendada a hombre alguno.
— ¿Por donde te gustaría que empiece? —le pregunté con un hilo de voz.
—Lo dejo a tu criterio —ronroneó.
Criteriosamente, comencé por sus pechos, alternando pequeños mordiscos con succiones dignas de un niño hambriento que no ha sido amamantado por días.
Mi lengua fue marcando un sendero húmedo sobre su vientre hasta llegar hasta el cielo o el infierno, no podría precisarlo exactamente, de su entrepierna. Luego suavemente, ella volvió a girar, lenta y lánguidamente ofreciéndome la gloria del final de su espalda.
A esta altura de los acontecimientos la temperatura del centro de una estrella azul en comparación con la del living se asemejaba a la de una estepa siberiana en pleno invierno.
—Te quiero ya dentro de mí —me ordenó casi desesperada.
Y fue ahí cuando la pasión o el amor o no sé bien qué estalló.
Literalmente.

Desperté dos semanas después, luego lo sabría, en la cama treinta y nueve del hospital de agudos “Dr. Pablo de las Mercedes Cayetano Lébedev”. Los oídos me zumbaban atrozmente y solo conservaba un atisbo de lo ocurrido. Recordé el instante en que a punto de penetrar en esa anatomía perfecta, el estallido ensordecedor me catapultó a casi un metro de mi amada. Antes de perder el sentido, alcancé a escuchar una serie de otros estallidos consecutivos. Nada más acudió a mi memoria, ignoraba por completo las causas y consecuencias de dichas explosiones. Pensé en que habría sido de mi compañera en esa noche caliente y volví a quedarme dormido.

—Veintisiete. Y en menos de diez minutos. Jamás había visto algo así.
— ¿Qué? —alcancé a balbucear ante las palabras de aquel sujeto parado ante mi cama y que a juzgar por su vestimenta era un médico.
—Permítame presentarme: doctor Estanislao Gómez. Fui en parte el responsable, junto a mi equipo, de salvarles la vida a ustedes dos.
— ¿Los dos? ¿Ella está bien, entonces?
—Todo lo bien que se puede estar. Pero se va a recuperar.
— ¿Que sucedió, doctor? ¿Qué es eso, lo de las veintisiete en menos de diez minutos o algo así?
—Ah, claro, usted no está al tanto. Los implantes.
— ¿Los implantes?
—Los implantes que tenía su novia…o amante, no sé. Veintisiete en total. No quedó uno que no estallara. A juzgar por las heridas que usted recibió, el primero fue el glúteo izquierdo. Creemos que más a menos la secuencia fue: seno derecho, casi al unísono con el labio superior, luego el seno izquierdo, el otro glúteo seguido de papada, abdomen, vagina, luego pómulo, nariz, muslos y el resto. Todo en diez minutos. Realmente no sé en que estaban pensando, hacer el amor al lado de la chimenea con el fuego encendido más la temperatura corporal propia ocasionada por el deseo trajo como lógica consecuencia lo acontecido.

Han pasado seis meses y todo volvió a la normalidad, tuvimos suerte; ella se ha recuperado muy bien y ya le han devuelto parte de sus implantes: Está casi tan hermosa como antes. Neurológicamente no tuvo secuelas, su cerebro funciona al diez por ciento de una mente normal, exactamente igual que antes del fatal accidente.

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 13 de noviembre de 2010

El puente y el río- Miguel Dorelo


El puente y el río- Miguel Dorelo

El problema quizás no sea el río. O  a lo mejor sí.
El caudal, allá abajo, asusta; el estruendo de las aguas, aún más.
Pero está el puente, sólido, de acero y concreto, él evitará todo contacto entre tu cuerpo y la corriente arrasadora; que sepas nadar o no, carece totalmente de importancia. Llegarás al otro lado seco y calentito.
Demasiado fácil, piensas. ¿En donde está la trampa? Un puente decrépito, de esos de madera semi podrida, o peor aún, uno colgante, de sogas, como los de los film de aventuras te afirmarían la desconfianza. Pero este se ve tan seguro…
No hay trampa.
O si.
El truco es el puente, pero no lo sabés; mejor dicho: la utilización del puente. Si cruzás por él solo verás al río, no lo conocerás, no lo sentirás sobre tu piel. Podrías buscar un paso, sumergirte en el agua que parece cálida, bracear hasta la otra orilla...
Claro que esta alternativa conlleva riesgos, podrían ser aguas traicioneras, podrías ser arrastrado por kilómetros con un destino incierto. Podrías, podrías, podrías…Tantos podrías…Demasiados. Mejor cruzar por el puente. Para eso fueron construidos, para facilitar las cosas, para generar seguridades, para alejar temores.
Dudas. Nada fuera de lo normal. Todos dudamos. Pero tenés que pasar al otro lado, vos sabés bien por qué.
Se hace tarde, no podés quedarte eternamente frente al puente y el río sin saber que hacer. Dejáme que te ayude, a veces de afuera todo se ve más claro.
Supongamos que el puente y el río no son en realidad un río y un puente, que es una mal traída metáfora por un o una escriba sin demasiadas luces para contar situaciones que lo superan y que necesita volcar en palabras algo que ya no puede guardar para si mismo. Podría ser, no es un mal ejemplo. Al menos, no tan malo. Un poco cursi, pero es como esas películas de amor con finales felices que de vez en cuando hace bien mirar. Podrían haber servido, por ejemplo, un cruce de rutas o un borgeano sendero bifurcado; pero son un río y un puente, vaya a saber los motivos de la elección; quizás porque este hombre o esta mujer gustan de ellos… O les temen.
Ya me fui de tema, disculpáme. Retomo: en realidad el tipo o la tipa están hablando de riesgos y seguridades, de toma de decisiones, de pasar por la vida sin demasiadas complicaciones o arriesgar todo en una sola jugada. Ponéle que el puente es el hogar debidamente constituido, o el trabajo rutinario pero seguro, con obra social y vacaciones pagas y un sueldo extra a fin de año. O la esposa/marido que son solo una costumbre más dentro de cientos de costumbres que van tejiendo la trama de lo cotidiano; la tv de cuarenta pulgadas en el living, el automóvil en el garaje, la esposa en la cocina, a veces en la cama, los hijos por ahí. Y el río. El río es todo aquello que tu madre no te aconsejaría, nene. Mandar a la mierda al jefe, los horarios de entrada y salida y dedicarte a hacer aquello que tanto te gusta pero que a lo mejor no da el dinero suficiente para mantener el nivel social y económico actual. Y sobre todo el río es ella. O él. La que te quita el sueño, o el que deseás y amás con locura pero que significan un riesgo que no cualquiera tiene los cojones o los ovarios para asumir.

Y ahora a él o a ella, o a ambos, bien podría estar sucediéndoles lo mismo que a vos, están justo ahí, frente al puente y al río. Un momento único e irrepetible. Todos alguna vez lo estuvimos, lo estamos o lo estaremos.

 Ya es hora. Está oscureciendo en el sentido más amplio de la palabra; ya no queda más tiempo y sos vos el que está aquí y ahora frente al puente y al río.
La decisión es tuya.

Elaborado para La Cuentoteca