Hace unos días inicié un proyecto que pretende ser
colectivo. Creé un blog en donde voy subiendo en capítulos, la historia de una
musa muy especial, mi musa personal llamada Gregoria https://gregoriamusa.blogspot.com/Ya sé que el nombre no
parece el más adecuado para una musa literaria, pero ella asegura llamarse así.
Estamos teniendo una serie de diálogos a través de los cuales estoy tratando de
averiguar cosas como qué son en realidad, si solo es una metáfora para
denominar a lo que creemos es nuestra capacidad para enhebrar historias y otras
más mundanas como donde viven, si tiene un sexo definido, comen, beben, se
enamoran. La pretensión del proyecto pasa por sumar “testimonios” en forma de
relatos no muy extensos sobre esta cuestión; saber qué clase de musa tiene toda
persona que le ha dado por esto de andar por la vida escribiendo ficciones y
entre varios, estoy seguro, averiguaremos más sobre estas criaturas. Ya hay
publicadas una pequeña introducción y un par de capítulos. Pasen, lean,
comenten, sugieran ideas, Háganle preguntas a Gregoria (se las haré llegar
gustosamente) y envíenme sus propias historias.
La cuentoteca
Un lugar netamente narcisista y/o onanista. Solo ficciones propias.Distintos relatos, algunos publicados en otros sitios, algunos inéditos (o impublicables).Cortos, medianos, cortísimos. Cuentos de "La cuentoteca"
martes, 17 de marzo de 2020
sábado, 28 de junio de 2014
Book trailer de "Partícipes Necesarios"
Para aquellos que no quieran leer el prólogo completo que generosamente me obsequió Jorge Ariel Madrazo para mi libro de cuentos y que subí en mi entrada anterior, va un resumen en forma de clip. De paso, escuchan buena música.
lunes, 23 de junio de 2014
Ahora si.
Todo este tiempo de no publicar en el blog, como explico en mi anterior entrada, lo utilicé en seleccionar y corregir relatos para mi primer libro de cuentos, "Partícipes Necesarios". Un proyecto que ahora es realidad. Estoy muy satisfecho con el resultado, y por suerte comparte mi parecer un admirado escritor amigo que me ha hecho el honor de regalarme un prólogo que por sí solo ya me ha colmado de placer. Les dejo sus generosas palabras y los invito a pasar por https://www.facebook.com/PNecesarios?ref_type=bookmark , pagina en donde iré subiendo las novedades al respecto.
Miguel
Ángel Dorelo: el cuchillo bajo el poncho
Por
Jorge Ariel Madrazo
Siempre,
en compromisos tan gratos como éste en que nos ha metido el escritor Miguel
Ángel Dorelo, recurrir a una cita autorizada otorga una seguridad extra. Así,
es bueno recordar lo apuntado por Julio Cortázar, nada menos, al hablar del
cuento : “El hecho esencial es que en un momento dado hay tema, y ese tema va a
volverse cuento…” Mientras esta magia se produce, dice Cortázar, alrededor
transcurre “la inmensa algarabía del
mundo”. Pero acota que esto de escoger un tema no es tan sencillo. “A
veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le
impusiera, lo empujara a escribirlo.”
Entonces:
el tema. Ya aquí nos diferenciamos drásticamente de lo que ocurre con el poema,
cuyo tema es… el poema. El poema no quiere decir algo que le es externo y
previo: lo que el poema dice, en su fascinante música extranjera, eso y no otra
cosa es lo que quiere decir. Pero el cuento debe decir algo preexistente a su
escritura, más allá de que la forma de decirlo añada matices fundamentales.
Ergo: la divagación, complejidades, rodeos y meandros estilísticos le son
permitidos sólo si concurren al fin propuesto: hechizar al lector/a la lectora,
con una historia no tan larga como para diluirse y perder concentración, ni
demasiado breve, pues esto lo haría caer en otro género: la microficción. Debe
ser capaz de agarrar por las solapas (o
los ojos) a quien lo lea, y no dejarlo ir. Y, de paso, conseguir que suspenda
toda exigencia de verosimilitud, que crea a pies juntillas todo lo que el
cuento le propone, como el más devoto de los fieles.
Que
Miguel Ángel Dorelo lo logre con mano por lo general segura, no es hazaña
menor.
Varios
ejes solicitarán las neuronas, el ánimo y hasta las tripas (porque también hay
que leer con las tripas) de quien navegue este libro atravesado por un humor
cáustico y a menudo brillante. En él, la
imaginación juguetona no desdeña convocar a temores y delirios capaces de
intranquilizar al más pintado, por ejemplo en «Caminata», «En la niebla» o
«Gatos», y lo hace acompañada de cerca por la fantasía erótica (que a veces
desemboca en la frustración entre patética
y desopilante). Irrumpe también
la certera radiografía social, gatillada por una solidaridad profunda, como en
la agria pintura de «Barrio cerrado» y «Belén». No menos importante, el autor
se atreve a enredarse en la tortuosa neblina de la soledad, a espiar los recovecos de las nunca unívocas
relaciones humanas. «Milf», «Sola», «La búsqueda», Matarla», incursionan con
agudeza en esas torsiones del alma y en algún caso, como un atemorizante
sub-matiz, se destapa la locura que pueden cobijar las redes sociales.
Los
transportes públicos suelen sugerir a la fantasía masculina (no estamos
autorizados a hablar de la femenina), la oportunidad de encuentros amorosos con
damas cuya sola presencia hace un clic en el subconsciente lujurioso del más
anodino de los pasajeros. Dorelo lo cuenta desplegando un friso de situaciones
tragicómicas. Pero sabe saltar con audacia a otro plano en «El loco del tren»,
una suerte de thriller alucinante con un desenlace totalmente inesperado. Es
que la cuerda del terror escondido en la cotidianeidad atrae a nuestro autor
como un imán, tanto como el placer de divertirse y divertir al lector. Y tanto
como el juego con el lenguaje, que maneja con convincente solvencia: el cuento
«Nipkcril» lo prueba con creces y arrancará más de una sonrisa cómplice.
Es
verdad: aquí y allá, en opinión de quien esto firma, Dorelo parece
engolosinarse con sus propias palabras, acaso llevado por el afán de brindar al
lector más pistas de las imprescindibles. Es el riesgo, siempre acechante, del
regodeo con la escritura. Pero ¿qué escritor no es amenazado por tal –hermoso–
riesgo?
Más
peligroso aún: ¿El personaje de un cuento puede rebelarse a la voluntad de
quien lo ha creado?
¡Sin
duda! Dorelo lo demuestra, con gracia difícil de igualar, en «Rebelde»: allí,
el escritor, ya harto y desesperado,
propone a un nunca satisfecho personaje instalarlo en una coyuntura muy
deseable:
“…Esa
noche estaba más hermosa que nunca. Su cuerpo perfumado lucía espléndido bajo
la tenue luz de las velas. Tendrían casi tres horas para ellos solos, ya que su
marido no regresaría hasta…
Pero
el personaje así beneficiado estalla con ira y reprocha al autor:
—
¡Inmoral! ¿Ella es una mujer casada? ¡De ninguna manera! ¿Por quién me tomaste?
¡Ni siquiera me presentaré ante esa señora!... Si es que se la puede llamar
así…”
Lo
dicho: hacer un cuento, y lo sabe Miguel Angel Dorelo, no es un asunto fácil.
Pero a él le sale muy bien.
lunes, 28 de octubre de 2013
Rotunda desmentida
El dueño y autor de este blog, desmiente por medio de este escueto mensaje que:
Las musas lo hayan abandonado.
Haber sido amenazado de muerte por escritores más serios ( y talentosos) a fin de que deje de publicar sus escritos.
Una conocidísima editorial multinacional le haya exigido la exclusividad de publicación de sus maravillosos relatos.
Esté pasándola de primera en una playa del caribe en compañía de tres hermosas admiradoras y no le quede tiempo para escribir.
Haberse encontrado con el Señor y estar haciendo un retiro espiritual.
Aprovecha, a su vez, para comunicarles que el aparente abandono de este espacio cultural de primera línea se debe, exclusivamente, a estar totalmente dedicado a la corrección y/o edición de su libro de cuentos pronto a ser publicado.
Adjunto una fotografía personal con la sola pretensión de que no se ponga en duda lo que acabo de comunicar.
Firmado: Miguel Angel Dorelo.
Los amo a todos. Pero más a las lectoras.
Las musas lo hayan abandonado.
Haber sido amenazado de muerte por escritores más serios ( y talentosos) a fin de que deje de publicar sus escritos.
Una conocidísima editorial multinacional le haya exigido la exclusividad de publicación de sus maravillosos relatos.
Esté pasándola de primera en una playa del caribe en compañía de tres hermosas admiradoras y no le quede tiempo para escribir.
Haberse encontrado con el Señor y estar haciendo un retiro espiritual.
Aprovecha, a su vez, para comunicarles que el aparente abandono de este espacio cultural de primera línea se debe, exclusivamente, a estar totalmente dedicado a la corrección y/o edición de su libro de cuentos pronto a ser publicado.
Adjunto una fotografía personal con la sola pretensión de que no se ponga en duda lo que acabo de comunicar.
Firmado: Miguel Angel Dorelo.
Los amo a todos. Pero más a las lectoras.
jueves, 12 de septiembre de 2013
Buscando a la mujer ideal- Miguel Dorelo
Buscando a la mujer ideal- Miguel Dorelo
—Hallar
a la mujer ideal es la verdadera razón de la existencia de todo ser humano
varón que se precie —. Comenta Angel.
—Una
gran verdad —. Aprueba rápidamente Facundo.
—También
es cierto que el concepto de “mujer ideal” puede tener más de una acepción.
—Claro.
Pero yo te conozco y vos me conocés. Ambos sabemos de qué estamos hablando
cuando hablamos de la mujer ideal.
—
Esa que nos resquebraje el alma al conocerla y nos la reconstruya al sentir que
nos acompañará quizá para siempre.
—
Y aún si así no fuese; la mujer ideal, aún efímera, dejará su huella indeleble
en nuestras mentes y corazones.
—Así
es.
—Necesariamente,
deberá ser amante de las artes; femenina, más que feminista.
—Y
buena gente. De sentimientos bellos hacia el otro. Respetuosa aún en el disenso.
—Compañera.
—Siempre
risueña.
—
¡Ah! Quién pudiera… La eterna y dificultosa búsqueda de la mujer ideal.
—A
propósito… ¿Te comenté que estoy saliendo con Paula?
-¿En
serio? ¿Paula? ¿Paula, Paula?
—Sí.
Paula, Paula. La Paula que ambos conocemos.
—
¿La que estaba borracha esa noche en el boliche de Ramos? ¿La de la pollerita
de colegiala?
—Esa.
—Pero…Pero…Si
mal no recuerdo es bastante limitada mentalmente, esa noche vomitó varias veces
del pedo que tenía, comentó que era fan de Arjona y se fue del lugar con tres
tipos.
—
¿Te acordás? Un desastre total.
—
¿Y estás saliendo con ella? No entiendo. ¿Y lo de la búsqueda de la mujer
ideal?
—
¿Vos viste el culo que tiene?
—
Ehhhh…Sí…. Perdonáme. Como siempre tenés razón. ¿No tendrá una amiguita para
presentarme?
sábado, 7 de septiembre de 2013
Relato en mente ( No haciendo caso a los consejos literarios) Miguel Dorelo
Relato
en mente. (No haciendo caso a los consejos literarios)- Miguel Dorelo
Por
suerte, las musas suelen acudir permanentemente a mi mente; creo que inconscientemente,
pero no podría asegurarlo.
Cuando
esto sucede, no me queda otra que sentarme ante el teclado, comenzar a
construir el relato y, alternativamente, cebarme un mate. A veces me da, esto
raramente, por tomarme un té.
Debo
decir muy abiertamente, que es algo que me gusta abrumadoramente hacer, así que me es absolutamente imposible no llevarlo a cabo lo más rápidamente que pueda. Acaloradamente,
me enfrasco en la tarea y raramente pudo dejar de teclear, yo diría que casi abusivamente,
hasta alcanzar el objetivo final: lograr un texto correctamente armado,
obsesivamente perfecto, adjetivadamente armonioso,
ágilmente legible para todo aquél lector que, aún desprevenidamente, se sumerja
muy afirmativamente en las procelosas aguas que ahidalgadamente y orgullosamente les ofrezco
hoy. Amigablemente les digo: espero que hayan disfrutado holgadamente de este relato
y que, campechanamente, espero recibir sus comentarios, aun anónimamente.
No
quiero despedirme sin agradecer buenamente a las enseñanzas de mi profesor del Taller
de literatura, allá por San Clemente, principalmente cuando me aconsejaba que tuviese
celosamente cuidado en la utilización de palabras que cacofónicamente pudiesen,
calamitosamente, atentar contra una lectura que chacabanadamente, se transformara
en algo demasiado cansadamente tedioso.
Seguramente
he logrado mi objetivo abrumadoramente, ya que, modestamente, esto suelo lograrlo
muy cómodamente.
viernes, 30 de agosto de 2013
Chocolate- Miguel Dorelo
Chocolate-
Miguel Dorelo
Me gusta mucho
comer chocolates.
Amargos, dulces,
aireados, blancos: de todas las clases, sabores y consistencias.
Y, como en
tantas otras cosas, tengo mi preferido.
Su nombre,
aunque quizá no resulte importante, es Dairy Milk y su variante Fruit & Nut,
la que me convierte en un semi dios cuando se estaciona dentro de mi boca, fue
creada en 1928 en el Reino Unido por la firma Cadbury.
No suelo dar
consejos, pero creo que no estaría de más seguir estás pequeñas instrucciones
para su correcta degustación. El ambiente propicio es, simplemente, cualquiera:
las bondades del manjar lo transportarán
directamente al ideal sin que usted deba preocuparse demasiado por elegirlo.
Aunque, en mi caso, prefiero la soledad a media luz y escuchando la voz de Tori
Amos en un volumen de sonido no demasiado alto. Usted verá.
Eso sí, yo que
usted trataría de no eludir los siguientes pasos: desenvolver la barra por una
de sus puntas, cualquiera de ellas, nunca por sus costados. Luego, esto
requerirá un supremo esfuerzo de voluntad, no se apresure a morder, antes tómese
unos segundos para aspirar el maravilloso aroma que, le aseguro, surgirá desde
el envoltorio recién abierto.
Ahora sí. Muerda
un trozo muy pequeño, sobre todo si es su primera vez en esto, ya que es
imprescindible que su cuerpo se adapte lentamente a esta sensación que identificará
como única y hasta peligrosa. Tómese otro minuto. Ahora sí: usted ya está listo
para la experiencia final. Corte con sus dientes, jamás con la mano, un trozo
del Dairy y deje que se vaya derritiendo en su boca al ritmo que él quiera,
trátelo con dulzura, jamás lo apure, mímelo. Él sabrá recompensarlo dejando al
descubierto el sumun final de la felicidad en forma de pequeños trozos de nuez y
deliciosas pasas de uva.
Como dije, me
gusta mucho comer chocolates, pero comer un Dairy Milk es algo más. Una experiencia
única, probablemente y sin ánimo de exagerar, sea la razón principal del por
qué de mi paso por esta vida.
Salvo, claro
está, cada una de las veces que he estado con Ella.
jueves, 18 de julio de 2013
Más de lo mismo- Miguel Dorelo
Más de lo mismo-
Miguel Dorelo
Ya era tiempo:
debía marcharse. Nada dramático, solo aburrimiento. La tierra se había
convertido en un lugar sin encanto.
No fue una decisión
apresurada. Intentó con todas sus ganas encontrar motivos que lo retuviesen, hasta
se enamoró. Pero no fue suficiente.
Eligió como
vehículo para llegar al cielo un frasco de pastillas.
Al llegar, en lo
primero que pensó fue que aquello de que los suicidas tenían vedado el arribo
era una mentira.
A la semana,
comprendió su error: el cielo era aún más anodino que lo anterior.
— ¡Que lo parió!
—Se dijo. Y comenzó a bostezar.
Publicado en Cuentos y Más.
sábado, 29 de junio de 2013
Viceversa- Miguel Dorelo
Viceversa-
Miguel Dorelo
Sentado
a la mesa del bar, pienso. Escarbo en mi mente tratando de encauzar el principio
de lo que será un nuevo relato.
El
café se enfría de a poco, olvidado en su pocillo blanco.
Miro
a través de la ventana que da a la avenida. Escucho el ruido que producen los
automóviles al pasar y observo a las personas caminar.
Un
hombre de unos cincuenta años apresura el paso al cruzar desde la acera
opuesta. Ya más cerca, cuando pasa delante de la vidriera del local, veo que es
un poco más joven de lo que me pareció en un primer momento. Lleva puesto un
abrigo color azul y una bufanda roja. Sé que hace frio y hay un poco de viento.
De
a poco, la historia va tomando cuerpo, comienzo a teclear más aprisa y la pantalla
se puebla de caracteres que van formando palabras, párrafos, oraciones…
No
todo es lo que parece. Y menos aún cuando el que cuenta la historia es alguien
como yo; alguien al que le gusta por sobre todo jugar con realidades
inventadas. No crean a pie juntillas todo lo anterior que han leído.
En
realidad estoy en casa, delante de la pantalla de la computadora, tratando de
inspirarme para comenzar a escribir un cuento. No existen el bar, ni la mesa a
la que estoy sentado, mucho menos el pocillo con café que se va enfriando.
Tampoco la avenida, los automóviles ni sus ruidos. Mucho menos las personas que
caminan ni el hombre que cruza apresurado, su abrigo de color azul y su bufanda
roja. A veces, me involucro demasiado en mis propias invenciones, suelo
confundirme y creo que en realidad todo eso existe. Por suerte, hasta ahora
siempre he sabido reaccionar a tiempo. Ahora sé a ciencia cierta que la realidad es otra y
es debido a eso que comienzan a esfumarse ante mis ojos: solo quedan asentadas
las palabras que describen a los personajes involucrados y su entorno. Todo ha
vuelto a su lugar.
Y
sin embargo, en algún lugar suena una alarma: algo no está bien y no alcanzo a
comprender de qué se trata.
El
hombre, de algo menos de cincuenta años, traspone la puerta de su casa, saluda
a su esposa con un beso, se saca su abrigo de color azul, desprende de su
cuello la bufanda roja y arroja ambas prendas sobre un sillón de color marrón.
—Hoy
me pasó algo muy raro —comenta con voz algo turbada. Estaba cruzando la avenida
en el lugar de siempre, frente al bar, cuando me llamó la atención un hombre
que sentado ante un pocillo de café me observaba de manera inquietante. Pude
ver que a continuación, tecleaba frenéticamente algo en una Notebook. Lo
extraño es que cuando al fin terminé de cruzar y miré hacia el interior para
ver su rostro, ya no estaba. Fue como si se hubiese esfumado.
lunes, 10 de junio de 2013
Anoche, ella vino a buscarme- Miguel Dorelo
Anoche,
ella vino a buscarme- Miguel Dorelo
Ella es
realmente hermosa. Es tal su belleza que te hace olvidar casi por completo de
quién se trata.
Se presentó
delante mío ayer por la noche, a eso de las ocho. Enseguida supe de quién se
trataba. Llevaba puesto un vestido rojo muy ceñido al cuerpo y el pelo suelto. Apareció de la nada, justo
cuando me encontraba pensando en qué me prepararía para cenar. Vivo solo y no
me gusta demasiado pedir comida hecha, prefiero la ceremonia de cortar cebollas
y morrones mientras a fuego lento el aceite se calienta en una olla no muy
grande y en la otra, de mayor capacidad, va tomando temperatura el agua para
los fideos.
—Hola —me dijo
—Ya sabrás a lo que vengo.
—Claro —contesté
— Sos más linda de lo que suponía. Mucho más.
— ¿Está listo?
—preguntó.
—Nunca lo
estaré. Deberías saberlo.
—Pues, no
importa demasiado. Y eso es algo que vos deberías tener en claro.
—Lo sé.
— ¿Vamos yendo?
—Dame un par de
minutos. No es fácil para mí. Amo demasiado la vida.
—Sí, lo sé. Hago
mi trabajo a conciencia y leí tu ficha antes de venir para acá.
—Sentáte.
¿Querés tomar algo?
— ¡Ja! Ni lo
intentes. No serías el primero en tratar de seducirme. Sé digno y resignáte. No
te va a doler, lo prometo.
—No es esa mi
intención. Solo ser amable. Y ganar algo de tiempo, lo confieso.
— ¿Para qué?
¿Qué significan un par de minutos más o menos?
—Realmente, no
lo sé. A veces queremos algo sin saber realmente los motivos, solo porque lo
queremos. ¿Siempre sos tan racional? Una mujer hermosa e inteligente. No es
algo que haya visto muy seguido a lo largo de mi vida. A lo mejor ese es el
motivo de querer prolongar esto: disfrutar de tu compañía.
—Bueno, gracias…
—Solo diez
minutos. Por favor.
—Diez minutos.
Solo eso. Y sin que te hagas el tonto.
—Gracias. Me
gustan tus ojos, pero aun más tu sonrisa. ¿Qué querés tomar? ¿Estaría bien un coñac?
—Estaría
perfecto. Terminamos de beber y nos vamos.
—Por supuesto.
Vos sos la que mandás. Siempre son ustedes las que mandan ¿Te puedo preguntar
algo?
—Sí, dale.
— ¿Por qué me
toca hoy? Aún soy joven y en estos últimos meses me he sentido bastante bien.
—Una tontería:
la sal. Te dijeron que debías dejarla de lado y no hiciste caso. Dentro de unos
minutos, apenas termine de beber esta copa, tendrás un golpe de presión del que
no podrás recuperarte.
—“No somos nada”:
nunca mejor dicho. La sal, que pelotudez. Por lo menos me iré en buena compañía
¿Te dije que sos la mujer más sensual que he conocido? Lástima las
circunstancias.
—No vas a lograr
nada…
— ¿Con qué?
—Con halagarme.
Ya te lo advertí.
—Lo sé, lo sé.
Solo que tengo ganas de hacerlo; sin especular con ello.
—No te creo. Los
hombres son todos iguales.
— ¡Ja! ¿La
muerte es feminista? No se me habría ocurrido pensar semejante cosa ni en mil
años.
— ¡No soy feminista,
pelotudo! ¡Te llevo ya!¡No me provoques!
—Perdón, no te
enojes. Aunque enojada seguís estando hermosa.
—Sos un idiota.
¡Cortála con los piropos! No me interesan.
—A todas las
mujeres les importan los piropos —Le digo tomando su barbilla con una de mis
manos.
— ¡A mí no! ¡Y
no me toques! ¡No quiero que me toques!
—Permitíme que
lo dude. ¿Qué pasa si hago esto? —le respondo mientras deslizo mi otra mano por
su cintura y un poquito más abajo.
— ¡Lo único que
me faltaba! Uno que se cree irresistible. ¿Ahora que sigue? ¿Vas a intentar
cogerme?
—Tal vez… ¿Por
qué no? ¿Te resultaría muy desagradable?
— ¡No cojo con
humanos! Estás loco. Soltáme…
— ¿Me lo pedís
con ese tono? Sonás a todo lo contrario.
—Soltáme…Por
favor…
— ¿Estás segura
de que es eso lo que querés?
—Sí.
— ¿Y no
preferirías esto? —le digo deslizando mi mano izquierda por su entrepierna,
mientras la derecha comienza a bajar el cierre de su vestido. Lo primero en
asomar son sus tetas: realmente, no son
de este mundo. Le muerdo suavemente los pezones.
—No – me dice
con un susurro, en ese tono exacto con el que la mujer pretende negar un sí.
En poco tiempo,
descubrimos que ella es multi orgásmica.
La muerte,
después de tener sexo, fuma. Igualito a una humana. Y quiere hablar, claro.
—Esto estuvo
mal. Muy mal —me dice.
— ¿Te estás
quejando? ¿No te gustó?
—No. No me
gustó… ¡Sí me gustó, hijo de puta! Pero está mal. Yo no vine a esto.
—No siempre uno,
o una en este caso, puede salirse con la suya.
—Vos sí. Querías
cogerme y lo lograste. ¿Y ahora cómo sigue esto?
—No sé. Vos sos
la que decide. ¿Me vas a llevar con vos?
—No sé qué
carajo dicen los reglamentos. Nunca me pasó algo así.
— ¿Y entonces
qué hacemos?
—Supongo que
debo dejar todo como está y pedir instrucciones.
— ¿Y eso cuanto
tiempo demandaría?
— ¡No lo sé!
Tampoco lo sé. Nunca pensé que un polvo podría complicar tanto las cosas.
—Siempre se
aprende algo nuevo…
Ella apaga el
cigarrillo que solo ha consumido por la mitad. Me mira a los ojos, se encoge de
hombros y comienza a besarme mientras se desliza encima de mí.
—Quedáte a
dormir —le digo.
Creo que me
estoy enamorando e ignoro por completo en qué terminará esto.
Mañana será otro
día y quizá lo averigüemos.
jueves, 16 de mayo de 2013
Todo un caballero- Miguel Dorelo
Todo
un caballero- Miguel Dorelo
—Me
encantó —le dije.
—Estuvo
muy bueno —me respondió. -Volveremos a hacerlo, solo te pido discreción, recordá
que soy una mujer comprometida.
—Por
supuesto. Soy, por sobre todo, un caballero. Te amo.
—Yo
también. ¿Te vas para el club?
—Sí. Por ahí nos cruzamos allá.
En
el vestuario de hombres del club.
—
¡Muchachos! ¿A que no saben a quién me cogí hace un rato?
Caballeros
eran los de antes.
viernes, 26 de abril de 2013
Especulaciones alcohólicas sobre la paradoja de Zenón- Miguel Dorelo
Especulaciones alcohólicas sobre la paradoja de Zenón-
Miguel Dorelo
Madrugada.
Sentados a la mesa de un bar en el barrio de Abasto. Dos botellas de cerveza,
una de ellas ya vacía y aún no retirada por el mozo somnoliento que olvidó
hacerlo al dejar la nueva recién pedida.
—Que
cosa esto de Zenón —me dice Facundo.
—
¿Qué Zenón y qué cosa? —le respondo desde la nebulosa mental que la falta de
sueño y el alcohol ingerido han convertido a mi mente.
—La
paradoja. Leí que ha sido resuelta.
—
¿La paradoja de Zenón? —pregunto tontamente.
—Sí.
La paradoja de Zenón.
—
¿La de la cuestión esa del movimiento? —insisto al borde de la estupidez aguda.
—Sí.
La de la cuestión esa del movimiento —me responde Facundo. Me parece notar en
el tono de su voz un dejo de burla.
—
¿La de que en realidad el movimiento no existe, que no nos movemos?
—Sí,
boludo, esa. Perdón, no quise decir eso. Si, esa, la que dice demostrar por
medio de la lógica que el movimiento no existe.
–A
ver si me acuerdo: si queremos ir desde el punto A hasta el punto B debemos
pasar antes por un punto intermedio entre ambos, llamémoslo punto C y continuando con la secuencia luego tendríamos
que volver a un nuevo punto intermedio y
luego a otro y así hasta el infinito, por lo que no podríamos llegar nunca a
nuestro destino por más cerca que estuviese ¿Algo así, no?
—No.
Algo no, exactamente así. ¿No estabas en pedo vos?
—Que
se yo, se me debe haber pasado. Llenáme el vaso así me recupero.
—Bueno,
como te dije, leí que ha sido resuelto el problema.
—
¿Cómo que ha sido resuelto el problema?
—Resuelto
el problema ¿Hablo en japonés yo? —Los padres de Facundo son oriundos del imperio del
sol naciente. Su sentido del humor es demasiado oriental para mi gusto.
—No
te calentés; me refiero que el problema no es tal, todos sabemos que el
movimiento existe. Estamos acá, en este bar, porque antes estábamos en otro
lado y vinimos hasta acá.
—Me
refiero a que se resolvió en los términos en que se plantea. Que se resolvió
lógicamente.
—
¿Cómo? La verdad es que no se me ocurre cómo resolver lógicamente lo de los puntos
intermedios. Siempre va a haber un puto intermedio entre dos puntos a unir.
Cuando leí por primera vez sobre la paradoja se me derretía el cerebro tratando
de encontrarle una falla y no pude.
—Bueno,
eso no significa gran cosa.
—La
concha de tu hermana.
—Es
en joda. Bueno, la cosa es que leí en un sitio de internet que fue resuelto.
—
¿Y cuál es la explicación lógica que resolvió la paradoja?
—No
me acuerdo. Me acuerdo que lo leí, pero no me acuerdo qué decía.
—
¿Me estás agarrando para la joda? —Me estaba
calentando un poco.
—No,
no. Es cierto que lo leí y aunque no me acuerdo cuál era la explicación si recuerdo
muy bien que me convenció, así que yo creo que está plenamente justificado que
te haya dicho lo que te dije.
—Me
mareás. ¿A qué te referís exactamente?
—A
que se encontró una explicación lógica a la paradoja de Zenón.
—
¿La de la no existencia del movimiento?
—Ah,
sos vivo. Los poseedores de la sabiduría somos nosotros, occidental de cuarta.
—Paremos
con las agresiones. La verdad es que sigo pensando que es imposible refutar por
medio de la lógica a la paradoja, pero cuando llegue a casa busco en la web haber
si encuentro lo que me contás. De todos modos es una boludéz, la mejor prueba
de que el movimiento es posible lo da la realidad.
—Puede
ser…
—Es.
—No
sé.
—Te
lo aseguro.
—Bueno.
—Que
tarde se hizo. Pagá y vamos.
—Paguemos
dirás.
—Sí.
Paguemos.
—Y
a está saliendo el sol…
—Ajá…
—Como
se pasa rápido el tiempo especulando sobre estas cosas…
—Ajá…
—El
mozo no viene.
—Ajá…
—Se
está haciendo de noche de nuevo.
—Sí.
—
¿Hace cuanto que estamos acá?
—Ya
ni me acuerdo.
—Mucho
tiempo, eso seguro.
—Ajá…
—
¿Te comenté que leí por ahí que lo de Zenón fue resuelto?
—
¿Qué Zenón, el de la paradoja?
—Ajá.
—Yo
no creo que haya sido resuelto. La lógica demuestra claramente que el
movimiento no existe y que es imposible desplazarse de A hasta B.
—
¿En qué te basas para afirmar eso?
—No
sé. Llamálo intuición masculina.
—
¿Pedimos otra?
—Dale.
Yo creo que tenemos acá para rato.
viernes, 29 de marzo de 2013
La muestra- Miguel Dorelo
La muestra- Miguel Dorelo
La
muestra estaba destinada a ser el mojón que señalara un antes y un después en
la historia del arte. Un complejo sistema interactuando con el público y ellos mismos devenidos en artistas expositores. Pantallas gigantes de cristal líquido reflejando los deseos más
íntimos de cada uno de los concurrentes a la muestra. El día de la inauguración
el salón estaba repleto.
Luego
de una semana sin que absolutamente nadie se acercara al lugar, la muestra fue
definitivamente levantada.
lunes, 18 de febrero de 2013
En la niebla- Miguel Dorelo
En
la niebla- Miguel Dorelo
Me
gusta salir a pasear cuando hay niebla.
El
lugar en donde vivo se presta idealmente para la formación de ese tipo de
niebla espesa que solemos ver en las películas de terror o de misterio. El mar
cercano, mi casa en lo alto de la escarpada colina a las afueras de la ciudad,
la humedad ambiente habitualmente en la saturación absoluta sumados a otros
procesos que quedan fuera de mi comprensión configuran las condiciones para que
noche tras noche se forme un espeso manto que limita los alcances de la vista
humana a muy pocos metros.
Vivo
solo. Esto es una gran ventaja, puedo caminar entre la niebla sin preocuparme
por el horario, sabiendo que nadie esperará ni ansiará mi regreso al hogar.
Disfruto,
sobre todo, esa sensación de contención que me da la niebla; ella me abraza y
me protege, envolviéndome muy suavemente, acariciándome con manos de mil dedos,
manos de mujer, porque la niebla es inequívocamente femenina, estoy seguro.
La
niebla es dulce. Ella se mete en mis pulmones dejando a su paso un sabor y un
olor como ningún otro.
Me
gusta jugar con la niebla. No jugar en la niebla, sino jugar con ella. Como se
juega con una mujer amada. Juegos de seducción, juegos de dos sin lugar para
nadie más. A veces, juegos peligrosos, esos que me hacen sentir vivo. Ella se espesa hasta
hacerse una muralla impenetrable, acorta mi visión a apenas unos centímetros y
es ahí cuando empieza lo mejor del juego. Camino muy despacio en dirección al
mar situado un par de cientos de metros más abajo, calculo la ubicación del
borde del acantilado sin vallas contenedoras, recuerdo las formas agudas de las
rocas, potenciales dagas desgarradoras de mi cuerpo. Me gusta pensar que cuando
me acerco demasiado al abismo ella se asusta y es por eso que por lo general se
disipa un poco y deja que vea el lugar donde mis pies están pisando. Estoy seguro
que me ama tanto como yo a ella.
No
siempre es todo tan intenso. Hay noches en que paseamos mansamente, a
prudencial distancia del desastre. Ella solo me abraza y yo solo dejo que lo
haga.
En
ocasiones, no demasiadas, he tenido la sensación de que nos observan. No sé ni quienes
ni con qué motivos. Pero, la mayoría de las veces recuerdo que esto es
imposible, como ya he dicho, vivo solo. Solo en la colina, en la ciudad y en el
mundo.
Han
pasado más de dos años desde que la soledad me eligió. No entiendo ni las
causas ni conozco las circunstancias, solo estoy seguro de que la humanidad se
ha extinguido y solo quedo yo sobre la faz de la tierra.
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