lunes, 18 de julio de 2011

Abducido- Miguel Dorelo


Abducido- Miguel Dorelo

No voy a negar que  casi me cagué encima del susto. Ponéte en mi lugar: que en medio de un cruce de caminos en una noche sin luna se te pare el auto que hasta ese preciso instante venía andando de maravillas y encima luego de haber  recorrido los últimos cien kilómetros de esa ruta provincial secundaria sin cruzarme sin siquiera con el más puto automóvil, camión, moto o lo que sea que ande en dos o cuatro ruedas no es una experiencia muy agradable que digamos. Y si, como ya te habrás imaginado, encima una potente luz se derramó sobre mi vehículo y me dejó paralizado por completo.
Ahí estaba, en medio de la nada, más duro que una roca de las duras, cuando de la nave… ¿Te dije que la luz salía de una nave? Bueno, había una nave espacial suspendida a unos tres o veinte metros, nunca supe calcular bien las distancias, flotando, paradita en el mismo lugar como si fuese un helicóptero pero sin las aspas esas de los helicópteros…ni la forma tampoco. No, no hacía ruido, solo un zumbido, cualquiera sabe que las naves extraterrestres solo  zumban un poquito. Prosigo: estaba ahí, sin poder moverme, como cuando la Pochi me dijo que estaba embarazada y se lo iba a contar a mi mujer, cuando se me acercaron tres tipos, pero con poca facha de tipos, más bien se parecían a unos de esos hipocampos, si, los caballitos de mar que les dicen, pero como de tres metros de altura y con brazos. No, los hipocampos no tienen. Brazos, no tienen. ¿Nunca viste uno, carajo? ¿No? Bueno, vos créeme, no tienen brazos. La cosa fue que ahí no más los cosos estos, los extraterrestres me abdujeron. Quiere decir que me llevaron a la nave, no cazás una vos. No, no por medio de una luz vertical que ascendía hasta la nave, por  medio de la telepatía me  explicaron que se les había roto no se qué y que los disculpara pero que tendría que subir por las escaleras. Por el cansancio que me comí, eran veinte los metros, me parece.

De adentro de la nave y lo que me hicieron no me acuerdo casi nada, solo me enteré que habían pasado tantos días cuando volvieron a dejarme en el mismo lugar y que me sentía extrañamente muy relajado, se ve que me habrán inyectado alguna droga muy avanzada que la humanidad solo descubrirá dentro de muchos años. Unos capos los extraterrestres. Si, el auto estaba ahí, no te dije que no pasa nadie por esa ruta. Arrancó al toque. Lo primero que hice fue venir a verte y contarte.
Ahora me voy para casa, porque la bruja de mi mujer capáz que hace la denuncia por abandono de hogar, que no estaría mal, vos sabés que te amo y que lo que más quiero es estar para siempre con vos, pero no voy a poder ver a los pibes. Te prometo que todo esto que me pasó lo vamos saber aprovechar para afianzar lo nuestro. No, no seas boluda, te dije que ni en pedo me iría de vacaciones con ella, todo es una coincidencia.
Ah, me olvidaba, antes de liberarme los hipocampos me dijeron que aún no terminaron de estudiarme y que en cualquier momento volvían por mí. No, no me dieron fecha, pero date por enterada: si en algún momento te extrañás porque no aparezco por acá ya sabés en donde estoy.
No, tontita, no llores, no pienso abandonarte; solo no nos veremos tan seguido.
Te amo.

Elaborado para La Cuentoteca