domingo, 31 de enero de 2010

Mimetización- Miguel Dorelo

Siempre se acordarían de él...

Mimetización- Miguel Dorelo

Cuatro días de gestación en el vientre materno. Su infancia se consumió en tres meses. Cuarenta días bastaron para dejar atrás la adolescencia.
Ya adulto se enamoró de múltiples amores no correspondidos, mujeres fatuas que no lo comprendían. Esto y algunas otras pequeñas cosas, le consumieron más dos años y medio de su preciosa vida.
Su envejecido cuerpo de cuatro años ya no resistiría mucho tiempo más; se acercaba el final y él lo sabía.
Pero, esto no lo apenaba; todas sus vivencias las transformaba en palabras y este era su gran consuelo.
—Tuve una buena vida —se dijo —Y todos me recordarán cuando ya no esté en este mundo.
Y era cierto. Su obra y su vida estaban íntimamente ligadas.
Sus micro-ficciones eran realmente fabulosas.

Exclusivo de La Cuentoreca

lunes, 25 de enero de 2010

Resúmenes literarios- Informe sobre ciegos- Miguel Dorelo


¿Donde está Fernando Vidal Olmos, eh?

Resúmenes literarios para gente con poco tiempo. Hoy: Informe sobre ciegos, de Ernesto Sábato -Miguel Dorelo


Esta retorcida historia tiene como protagonista a un retorcido sujeto, con un retorcido nombre: Fernando Vidal Olmos. Al tipo este, no sé porqué, se le ha ocurrido que los pobres cieguitos, son una especie de barras bravas que andan por ahí conspirando para hacer maldades, y a pesar, el muy enfermo masoquista patético, de estar seguro de que va terminar mal (¿cuando empezó esto que ahora va a terminar con mi asesinato?, dice el infeliz al principio del relato), decide investigarlos y escribir un informe sobre ellos, vaya a saber para quién o para qué. Paranoico total, el chabón.
—Soy un investigador del Mal —se autoproclama el trastornado.
Se enreda con algunas mujeres medio sospechosas de conductas no muy claras como para rellenar un poco el informe con un toque femenino, ya que nunca está de más, y deambula por distintos lugares de Buenos Aires que a su manera de ver, serían tétricos. Yo anduve por algunos de esos sitios y, sinceramente, a mí no me dieron miedo.
Pero claro, el tipo de chiquito ya tenía inclinaciones medio fuleras; solía divertirse cazando gorriones para pincharles los ojos con alfileres. No digo que esto esté mal, después de todo un niño también tiene derecho a divertirse, pero yo creo que esto puede ir decantando la personalidad hacia perfiles que algunos luego censurarán, lo que suele acarrear malentendidos de todo tipo.
Ya más grande irá formando su propio carácter y en un alarde de auto-análisis que más de uno debería copiar nos informa: “Soy un canalla y no tengo el menor respeto por mi persona”. Conozco muchos así…Pero menos honestos al momento de reconocerlo.
Este sinceramiento no le impide seguir con su cruzada contra los adeptos al sistema Braile, siempre en solitario, ya que solo él ve la conspiración para dominar al mundo que cree está encabezada por Stevie Wonder, Ray Charles, Andrea Bocceli y Serafín Zubiri, el bailarín de Tinelli.
Pero, a pesar de las apariencias, no todo es locura y malicia en la personalidad de Fernando Vidal Olmos, también hay lugar en su vida para el amor; ama profundamente y apasionadamente a una mujer, y deposita en ella lo mejor de si. Consumar su pasión hacia ella es otro de sus desvelos. Por suerte, esa pasión parece que es correspondida por Alejandra, su hija. ¡Qué linda familia!
Bueno, palabras más palabras menos, la historia es más o menos así, para que seguir dando detalles que no modificarían en nada la perfecta comprensión del relato, solo cabe agregar que al final, siguiendo sus instintos suicidas, el impresentable este, como no lo vienen a buscar, decide ir al lugar donde van a matarlo (según él).
Un final abierto. En realidad no queda otro remedio, ya que es un informe hecho por él mismo, y es lógico suponer que si el místico y neurótico de Fernando fue finalmente ultimado, no hubiese tenido forma de dejarlo por escrito. Salvo, claro que el relato este se enrolara en algo más “Borgiano” o hubiese sido imaginado por Stephen King.
En síntesis, él supone el complot y supone su muerte, lo que me lleva a tratar de arribar a alguna conclusión más o menos coherente.
Si realmente lo mataron al delirante este, para mi, fue el cieguito Borges en complicidad con Maria Kodama. Los motivos están claritos: envidia y celos profesionales; don Jorge Luis nunca pudo escribir una novela; no pudiendo matar al autor, se bifurca y decide hacerlo con su personaje, mientras finge una amistad con don Ernesto.
Pero no estoy seguro, después de todo el informe es como una novela corta dentro de otra. Y una corta novela, como todos saben, bien podría considerarse un cuento largo, lo que llevaría a un sin número de especulaciones que escapan a las posibilidades de análisis de este humilde escriba.
Que investigue la policía, que para eso le pagan.

Exclusivo para La Cuentoteca

lunes, 18 de enero de 2010

Oportunidad Nº 7- Miguel Dorelo

Quizás sea mi última oportunidad...

Oportunidad Nº 7- Miguel Dorelo

Vamos a aclararlo de entrada para evitar confusiones: soy un gato.
No pretendan hallar pretenciosas metáforas, ocultas parábolas o improbables paradojas en este relato.
Seis veces he amado y otras tanto han roto mi corazón.
Sé, por instinto, que solo me queda una oportunidad y ayer por la tarde me he cruzado con ella.
Es hermosa, con su pelo azabache, sus ojos color caramelo y su andar, obviamente, felino.Otra vez estoy enamorado, no pude evitarlo.
Pero, sé que esta vez no hay margen para el error.

Soy solo un simple gato callejero.
Si no ¿De que otra manera podría explicarse que aún permanezca en este mundo?

Exclusivo de La Cuentoteca

jueves, 14 de enero de 2010

La Zona- Miguel Dorelo

Ella sigue esperando...

La Zona-Miguel Dorelo

Volvió a La Zona por enésima vez en esa semana.
Sabía que eso no estaba bien.

Todo había comenzado cuatro meses atrás.
—Curiosidad, solo una vez y por curiosidad — se dijo esa mañana frente al espejo.
Aunque no fuera de manera oficial, todo el mundo sabía de la existencia de ese sector en el que hombres y mujeres todas las noches tomaban distancia de las “buenas costumbres” y ofrecían sus servicios a todo aquellos que se aventuraran por el lugar.
No sin cierto resquemor, esa misma noche recorrió la zona delimitada por solo unas pocas cuadras, cerca del centro de la ciudad.
De entrada sintió cierto rechazo al cruzarse con las primeras personas que evidentemente eran aquellos que hacían del lugar lo que era, pero no podía negarlo, la atracción que sobre él ejercían era mucho mayor que su mala predisposición.
Se tranquilizó al darse cuenta de la presencia de algunos que otros transeúntes de ambos sexos que evidentemente se encontraban en su misma situación. Mirones; o en el peor de los casos, posibles candidatos a mantener algún tipo de relación con aquellas gentes.
Solo observaría. Un mal menor. De ninguna manera traspasaría ese límite.
Tras un par de horas, decidió que ya era suficiente; no sin dificultad, volvió sobre sus pasos y en menos de diez minutos, dejó atrás las calles y aquellos seres responsables de su decisión de esa mañana.
En los siguientes días se sintió inquieto y su mente imbuida de preconceptos trató de negar los verdaderos motivos de su evidente ansiedad.
Finalmente, tuvo que admitirlo; siglos de enseñanzas y tradiciones no habían podido “civilizarlo” del todo. —Siempre tuviste una tendencia hacia lo prohibido, lo abiertamente inmoral, aunque supieras muy bien que eso suele aparejar problemas —le había dicho una vez su mejor amigo.
Pero, no era el único. De vez en cuando alguno o alguna, se alejaba de los usos y costumbres considerados “normales” y terminaba sucumbiendo ante el deseo de nuevas experiencias.
Aunque se sabía a ciencia cierta que La Zona, como se la conocía popularmente, estaba considerada como peligrosa para la moral pública, no era secreto para nadie que constantemente recibía visitantes insatisfechos con las formas tradicionales en busca de satisfacer apetitos considerados malsanos por la mayoría.
Unos y otros fueron perseguidos al principio por las autoridades, pero al ver que de todas formas ellos tarde o temprano encontraban la forma de satisfacer sus instintos a todas luces retrógrados, decidieron tratar contenerlos en una zona dentro de la ciudad previamente delimitada.
Cuando ya no pudo aguantar más, volvió a acallar su conciencia inventándose un nuevo e infundamentado pretexto. Esa noche, aunque aún no lo supiera, pondría a prueba en su conciencia los civilizados conceptos de convivencia y armonía que imperaban en todo el planeta.
La vio parada en una esquina de la avenida principal de La Zona; aunque tenía los consabidos pruritos con respecto a “ese tipo de mujeres”, como la mayoría solía denominarlas, muy a pesar suyo se sintió inmediatamente atraído.
Luego de un breve titubeo, se decidió; se acercó a ella e intercambiaron aquellas primeras palabras que con el tiempo y las posteriores consecuencias que le acarrearon, dejarían de parecerle banales e intrascendentes.
Solo eso, no quiso o no pudo avanzar más allá. Muy a su pesar, volvió sobre sus pasos y raudamente volvió a abandonar aquellas calles.
Tan solo dos días después regresó. La imagen de aquella mujer y sobre todo su mirada no dejaron alternativa posible a su supuesto libre albedrío; intuyó, ya que no supo, que sus días ya no transcurrirían de la manera anodina que lo habían hecho.
Rotas ya todas las fronteras del pudor se entregó por completo a la nueva experiencia.
Volvió a La Zona noche tras noche, siempre a buscarla. Nunca antes había sentido de esa forma; jamás imaginó que se pudiera sentir algo así. Y menos aún que todo aquello fuera motivado, contra toda lógica, por una sola persona.
—Aquí todo es distinto — dijo ella —los que elegimos vivir de esta manera nos entregamos de manera total a lo que nuestros deseos nos marcan.
Al principio todo era casi idílico, pero, de a poco, sus dudas fueron abriéndose paso en su mente hasta alcanzar el punto de ruptura definitivo. Esto no estaba bien. Era algo malsano y al fin podía comprenderlo.
—No puedo, simplemente no puedo continuar con esta relación —le dijo esa noche.
Ella lo miró. Había comprensión en su mirada.
—Sabía que tarde o temprano esto iba a pasar —dijo.
No volvió a pasar ni siquiera cerca del lugar; no quiso provocar al destino, sabiendo que ella seguramente estaría parada en esa esquina esperando.
Poco a poco volvió a su rutina de amante bisexual, a compartir con el resto de la gente normal el intercambio de pareja y las fiestas sexuales grupales.
Volver a las costumbres imperantes le harían poco a poco olvidar aquél momento de debilidad en que incursionando en La Zona por un momento dudó de todas las enseñanzas que la sociedad le había inculcado.

En La Zona, esa noche ella estuvo en su esquina, como siempre.
Algún día él vendría. Sería alguien como ella, un paria que creyera en aquellas formas que hacía siglos eran mal consideradas.
—Me querrá solo a mí y solo lo querré a él y estaremos juntos por siempre —murmuró.
Y siguió esperando.

Exclusivo para La Cuentoteca

martes, 12 de enero de 2010

El tiempo está a favor de los pequeños- Miguel Dorelo

Pequeñitos, muy breves; algunos ya publicados, otros debutantes.


Vaticinio- Miguel Dorelo
Llegará el fin de los tiempos cuando un Papa negro gobierne a la Santa Iglesia y un gobernante nazi presida al país más poderoso, dice la profecía.
Respiremos tranquilos; está sucediendo exactamente lo contrario.

Diálogo-Miguel Dorelo
— ¡Este diálogo no tiene razón de ser!
—Pero, es que estás hablando solo — exclama una extraña voz salida quién sabe de donde.
— ¡Es lo que estoy tratando de decir, carajo! ¡Este diálogo no tiene razón de ser!

Dudas- Miguel Dorelo
Confundido llego al oasis de tus ojos sin saber si tan solo se trata de un espejismo creado por mi desierto corazón.

Espejismo lógico- Miguel Dorelo
Aquel espejismo era demasiado previsible: se esfumaba siempre a la misma hora.Su habitat natural, el reloj de arena sobre la repisa del living, quizás fuera parte de su lógica.

Espejismo interior- Miguel Dorelo
Quizás sea el amor el espejismo que con más ansias necesitemos encontrar, pero tarde o temprano volvemos a quedar solos, desérticos, cuando nos revela su real condición.

Reconocimiento - Miguel Dorelo
Mirar hacia nuestro propio interior no resulta tarea fácil. Produce un fuerte dolor de cabeza obligar a nuestros ojos a realizar movimientos tan antinaturales.

Sinceramente tuyo - Miguel Dorelo
Hacé de mi lo que quieras, pero por favor, no abuses.

Software defectuoso- Miguel Dorelo
—No se puede confiar en estos programas de Microsoft: hacen lo que quieren.
Esto no es lo que yo escribí; mis micro ficciones son por lo general muy buenas.
Maldito Word.

Casi exclusivos de La cuentoteca

sábado, 2 de enero de 2010

El sabor de ella- Miguel Dorelo

Ella es tan dulce...

El sabor de ella- Miguel Dorelo

Fue una noche maravillosa.
Desde temprano, la dulzura de su mirada anticipó lo que vendría.
Más tarde, lo empalagó con sus besos, en la cocina, en el living, el pasillo.
Salieron del placard al que habían entrado por error cegados por la pasión y terminaron finalmente en el dormitorio de ella.
Luego él se fue.
Toda esa mañana siguiente la recordó; su boca con gusto a miel, sus pezones dulzones como frutillas bien maduras, su cuello que sabía a helado de vainilla.
Y sobre todo, el dulcísimo sabor de su sexo. Jamás había probado algo así. Se sintió automáticamente transportado a lugares nunca antes vislumbrados siquiera.
Quedaron en volver a verse lo antes posible.
—Yo te llamo —había dicho ella.
Pero, al recordar el sabor prohibido que esa noche había probado, no pudo aguantar. Aún lo conservaba en su boca como si el tiempo no hubiese transcurrido.
Marcó su número. Ella no atendió.
Su angustia fue en aumento. También su preocupación.
Volvió a marcar. Nada. Esperó que se activara la casilla de mensajes.
—Te acabás de comunicar…
En el último segundo, casi se arrepiente. Pero no, Sabía que debía hacerlo. Decidió dejarle el mensaje.
—Mi amor, disculpáme pero estoy muy preocupado por vos. ¿No te convendría consultar a un diabetólogo? Me parece que tendrías que aflojar un poco con tu adicción a los chocolates y los dulces. Lo tuyo no es normal, quizás mucho azúcar en sangre. Pedile un turno lo antes posible. Beso. —descargó aliviado.
Nada más hermoso que preocuparse por la salud del ser amado.

Exclusivo para La Cuentoteca