Decir basta- Miguel Dorelo
Decidió,
o al menos cree haber decidido, decir basta. Basta para siempre, basta de
manera absoluta, basta, basta, basta.
Pudo
haber sido la desilusión o quizá la tristeza que cada día gana espacio en su
corazón o su alma; a lo mejor el detonante haya sido algo que vio, leyó o
escuchó en el momento de mayor fragilidad, ese que todos tenemos y nos hace tan
vulnerables. O tal vez esa mañana su mente cansada de esperar que todo mejore
y su cuerpo hastiado de soportar noches
de insomnio. No importa demasiado cuál haya sido el factor decisivo,
probablemente la suma de varios o todos ellos hayan sido los que hoy hagan que
ocupe su mente con imágenes de filos de navaja, pastillas de colores, terrazas
de edificios, trenes avanzando o pistolas humeantes.
Ahora
está pensando en que todo es una mierda; o por lo menos lo es aquí y ahora.
Pero, a pesar de todo, recuerda tiempos en que no era así. A lo mejor la
decisión final es demasiado importante para dejarla en manos de su propia
voluntad, después de todo se trata de una vida y aún la suya debería ser
sagrada. O por lo menos, respetada. Eso hará, darle una oportunidad a su propia
vida.
Desayunará
como siempre, café con leche, tostadas con manteca y mermelada; saldrá de la
rutina de encender la computadora o escuchar la radio, evitará en todo lo
posible el contacto con el exterior, almorzará liviano, dormirá la siesta.
Luego, escuchará algunas de sus canciones favoritas por si acaso, recordará
algún par de ojos, otras tantas pieles, susurrará un par de nombres de mujer. No
cenará, ha perdido por completo el apetito, se dará una ducha, se pondrá sus
mejores ropas, cerrará el paso del gas, cortará el suministro eléctrico, mirará
muy lentamente el interior de su departamento, cerrará detrás de si la puerta.
Esa
noche, quizá la última, recorrerá bares tratando de encontrar a ese alguien que
lo convenza, le dará una última oportunidad al mundo; a pesar de todo su
cansancio, de su casi seguridad de que el “basta” es la única salida esperará
encontrar al que, sencillamente, le diga
no lo hagas, a pesar de todo, aún
vale la pena.