Mamá siempre estará a tu lado- Miguel Dorelo
El
niño tropieza. Tropieza porque los niños suelen hacerlo cuando tienen cinco años
y caminan ejerciendo uno de los pocos actos de rebeldía reales que tendrán a lo
largo de sus vidas, el caminar solos, sin ayuda de manos en sus manos.
El
niño tropieza, cae y raspa sus rodillas.
Y llora. Llora porque ante todo es un niño y su lógica de niño, que
conservará aún adulto, le indica que ante el dolor es conveniente demostrarlo.
Por
suerte, y como debe ser, su madre está junto a él; solo ha concedido al niño un
instante de libertad, como debe ser también. Y enseguida el reproche y la
pronta ayuda:
—
¡Te dije, te dije! ¡Sos muy chiquito para caminar solito! Tenés que hacerlo de
la mano de Mamá. No llores, no es nada, un rasponcito. Mamá te cura con un
beso. Mamá te abraza y te quiere. Como cuando estás enfermo y Mamá te da el
remedio y te arropa; esto es igual, no llores, no te va a pasar nada porque acá
está Mamá. Y Mamá siempre estará a tu lado…
—Cortala,
mamá. Lloré porque me dolió y es natural que así sea. No hay necesidad de tanto
escándalo ni de que me mientas, tengo cinco años y soy un niño, te lo reconozco,
pero no hace falta el discurso: vos no vas a estar siempre a mi lado, con los
años nos iremos distanciando, eso es tan natural como que yo llore si me caigo.
Y si así no fuera, se conocen algunos casos aislados, me tuviste después de tus
cuarenta por uno de esos caprichos que suelen tener algunas mujeres y un simple cálculo de probabilidades daría
como resultado que en mi adultez, cuando más te necesite, quizá ya no estés en
este mundo. Dejáte de joder, laváme las rodillas en la estación de servicio de
la esquina para evitar una infección y sigamos caminando.
Y
ya que estás, si querés hacer algo realmente útil, compráme un helado.
Moraleja:
niños eran los de antes.