martes, 17 de marzo de 2020

Nueva casa

Luego de un período bastante prolongado, vuelvo a publicar en la web.
Hace unos días inicié un proyecto que pretende ser colectivo. Creé un blog en donde voy subiendo en capítulos, la historia de una musa muy especial, mi musa personal llamada Gregoria https://gregoriamusa.blogspot.com/Ya sé que el nombre no parece el más adecuado para una musa literaria, pero ella asegura llamarse así. Estamos teniendo una serie de diálogos a través de los cuales estoy tratando de averiguar cosas como qué son en realidad, si solo es una metáfora para denominar a lo que creemos es nuestra capacidad para enhebrar historias y otras más mundanas como donde viven, si tiene un sexo definido, comen, beben, se enamoran. La pretensión del proyecto pasa por sumar “testimonios” en forma de relatos no muy extensos sobre esta cuestión; saber qué clase de musa tiene toda persona que le ha dado por esto de andar por la vida escribiendo ficciones y entre varios, estoy seguro, averiguaremos más sobre estas criaturas. Ya hay publicadas una pequeña introducción y un par de capítulos. Pasen, lean, comenten, sugieran ideas, Háganle preguntas a Gregoria (se las haré llegar gustosamente) y envíenme sus propias historias.

sábado, 28 de junio de 2014

Book trailer de "Partícipes Necesarios"

Para aquellos que no quieran leer el prólogo completo que generosamente me obsequió Jorge Ariel Madrazo para mi libro de cuentos y que subí en mi entrada anterior, va un resumen en forma de clip. De paso, escuchan buena música.


lunes, 23 de junio de 2014

Ahora si.




Todo este tiempo de no publicar en el blog, como explico en mi anterior entrada, lo utilicé en seleccionar y corregir relatos para mi primer libro de cuentos, "Partícipes Necesarios". Un proyecto que ahora es realidad. Estoy muy satisfecho con el resultado, y por suerte comparte mi parecer un admirado escritor amigo que me ha hecho el honor de regalarme un prólogo que por sí solo ya me ha colmado de placer. Les dejo sus generosas palabras y los invito a pasar por https://www.facebook.com/PNecesarios?ref_type=bookmark , pagina en donde iré subiendo las novedades al respecto.

Miguel Ángel Dorelo: el cuchillo bajo el poncho

Por Jorge Ariel Madrazo

Siempre, en compromisos tan gratos como éste en que nos ha metido el escritor Miguel Ángel Dorelo, recurrir a una cita autorizada otorga una seguridad extra. Así, es bueno recordar lo apuntado por Julio Cortázar, nada menos, al hablar del cuento : “El hecho esencial es que en un momento dado hay tema, y ese tema va a volverse cuento…” Mientras esta magia se produce, dice Cortázar, alrededor transcurre “la inmensa algarabía del  mundo”. Pero acota que esto de escoger un tema no es tan sencillo. “A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera, lo empujara a escribirlo.”
Entonces: el tema. Ya aquí nos diferenciamos drásticamente de lo que ocurre con el poema, cuyo tema es… el poema. El poema no quiere decir algo que le es externo y previo: lo que el poema dice, en su fascinante música extranjera, eso y no otra cosa es lo que quiere decir. Pero el cuento debe decir algo preexistente a su escritura, más allá de que la forma de decirlo añada matices fundamentales. Ergo: la divagación, complejidades, rodeos y meandros estilísticos le son permitidos sólo si concurren al fin propuesto: hechizar al lector/a la lectora, con una historia no tan larga como para diluirse y perder concentración, ni demasiado breve, pues esto lo haría caer en otro género: la microficción. Debe ser capaz de agarrar  por las solapas (o los ojos) a quien lo lea, y no dejarlo ir. Y, de paso, conseguir que suspenda toda exigencia de verosimilitud, que crea a pies juntillas todo lo que el cuento le propone, como el más devoto de los fieles.
Que Miguel Ángel Dorelo lo logre con mano por lo general segura, no es hazaña menor.
Varios ejes solicitarán las neuronas, el ánimo y hasta las tripas (porque también hay que leer con las tripas) de quien navegue este libro atravesado por un humor cáustico y  a menudo brillante. En él, la imaginación juguetona no desdeña convocar a temores y delirios capaces de intranquilizar al más pintado, por ejemplo en «Caminata», «En la niebla» o «Gatos», y lo hace acompañada de cerca por la fantasía erótica (que a veces desemboca en la frustración entre patética  y  desopilante). Irrumpe también la certera radiografía social, gatillada por una solidaridad profunda, como en la agria pintura de «Barrio cerrado» y «Belén». No menos importante, el autor se atreve a enredarse en la tortuosa neblina de la soledad,  a espiar los recovecos de las nunca unívocas relaciones humanas. «Milf», «Sola», «La búsqueda», Matarla», incursionan con agudeza en esas torsiones del alma y en algún caso, como un atemorizante sub-matiz, se destapa la locura que pueden cobijar las redes sociales.
Los transportes públicos suelen sugerir a la fantasía masculina (no estamos autorizados a hablar de la femenina), la oportunidad de encuentros amorosos con damas cuya sola presencia hace un clic en el subconsciente lujurioso del más anodino de los pasajeros. Dorelo lo cuenta desplegando un friso de situaciones tragicómicas. Pero sabe saltar con audacia a otro plano en «El loco del tren», una suerte de thriller alucinante con un desenlace totalmente inesperado. Es que la cuerda del terror escondido en la cotidianeidad atrae a nuestro autor como un imán, tanto como el placer de divertirse y divertir al lector. Y tanto como el juego con el lenguaje, que maneja con convincente solvencia: el cuento «Nipkcril» lo prueba con creces y arrancará más de una sonrisa cómplice.
Es verdad: aquí y allá, en opinión de quien esto firma, Dorelo parece engolosinarse con sus propias palabras, acaso llevado por el afán de brindar al lector más pistas de las imprescindibles. Es el riesgo, siempre acechante, del regodeo con la escritura. Pero ¿qué escritor no es amenazado por tal –hermoso– riesgo?
Más peligroso aún: ¿El personaje de un cuento puede rebelarse a la voluntad de quien lo ha creado?

¡Sin duda! Dorelo lo demuestra, con gracia difícil de igualar, en «Rebelde»: allí, el escritor, ya harto  y desesperado, propone a un nunca satisfecho personaje instalarlo en una coyuntura muy deseable:
“…Esa noche estaba más hermosa que nunca. Su cuerpo perfumado lucía espléndido bajo la tenue luz de las velas. Tendrían casi tres horas para ellos solos, ya que su marido no regresaría hasta…
Pero el personaje así beneficiado estalla con ira y reprocha al autor:
— ¡Inmoral! ¿Ella es una mujer casada? ¡De ninguna manera! ¿Por quién me tomaste? ¡Ni siquiera me presentaré ante esa señora!... Si es que se la puede llamar así…”


Lo dicho: hacer un cuento, y lo sabe Miguel Angel Dorelo, no es un asunto fácil. Pero a él le sale muy bien.

lunes, 28 de octubre de 2013

Rotunda desmentida

El dueño y autor de este blog, desmiente por medio de este escueto mensaje que:
Las musas lo hayan abandonado.
Haber sido amenazado de muerte por escritores más serios ( y talentosos) a fin de que deje de publicar sus escritos.
Una conocidísima editorial multinacional le haya exigido la exclusividad de publicación de sus maravillosos relatos.
Esté pasándola de primera en una playa del caribe en compañía de tres hermosas admiradoras y no le quede tiempo para escribir.
Haberse encontrado con el Señor y estar haciendo un retiro espiritual.

Aprovecha, a su vez, para comunicarles que el aparente abandono de este espacio cultural de primera línea se debe, exclusivamente, a estar totalmente dedicado a la corrección y/o edición de su libro de cuentos pronto a ser publicado.

Adjunto una fotografía personal con la sola pretensión de que  no se ponga en duda lo que acabo de comunicar.
Firmado: Miguel Angel Dorelo.
Los amo a todos. Pero más a las lectoras.








jueves, 12 de septiembre de 2013

Buscando a la mujer ideal- Miguel Dorelo


Buscando a la mujer ideal- Miguel Dorelo

—Hallar a la mujer ideal es la verdadera razón de la existencia de todo ser humano varón que se precie —. Comenta Angel.
—Una gran verdad —. Aprueba rápidamente Facundo.
—También es cierto que el concepto de “mujer ideal” puede tener más de una acepción.
—Claro. Pero yo te conozco y vos me conocés. Ambos sabemos de qué estamos hablando cuando hablamos de la mujer ideal.
— Esa que nos resquebraje el alma al conocerla y nos la reconstruya al sentir que nos acompañará quizá para siempre.
— Y aún si así no fuese; la mujer ideal, aún efímera, dejará su huella indeleble en nuestras mentes y corazones.
—Así es.
—Necesariamente, deberá ser amante de las artes; femenina, más que feminista.
—Y buena gente. De sentimientos bellos hacia el otro. Respetuosa aún en el disenso.
—Compañera.
—Siempre risueña.
— ¡Ah! Quién pudiera… La eterna y dificultosa búsqueda de la mujer ideal.
—A propósito… ¿Te comenté que estoy saliendo con Paula?
-¿En serio? ¿Paula? ¿Paula, Paula?
—Sí. Paula, Paula. La Paula que ambos conocemos.
— ¿La que estaba borracha esa noche en el boliche de Ramos? ¿La de la pollerita de colegiala?
—Esa.
—Pero…Pero…Si mal no recuerdo es bastante limitada mentalmente, esa noche vomitó varias veces del pedo que tenía, comentó que era fan de Arjona y se fue del lugar con tres tipos.
— ¿Te acordás? Un desastre total.
— ¿Y estás saliendo con ella? No entiendo. ¿Y lo de la búsqueda de la mujer ideal?
— ¿Vos viste el culo que tiene?
— Ehhhh…Sí…. Perdonáme. Como siempre tenés razón. ¿No tendrá una amiguita para presentarme?





sábado, 7 de septiembre de 2013

Relato en mente ( No haciendo caso a los consejos literarios) Miguel Dorelo


Relato en mente. (No haciendo caso a los consejos literarios)- Miguel Dorelo

Por suerte, las musas suelen acudir permanentemente a mi mente; creo que inconscientemente, pero no podría asegurarlo.
Cuando esto sucede, no me queda otra que sentarme ante el teclado, comenzar a construir el relato y, alternativamente, cebarme un mate. A veces me da, esto raramente, por tomarme un té.
Debo decir muy abiertamente, que es algo que me gusta abrumadoramente hacer, así que me es absolutamente imposible no llevarlo a cabo lo más rápidamente que pueda. Acaloradamente, me enfrasco en la tarea y raramente pudo dejar de teclear, yo diría que casi abusivamente, hasta alcanzar el objetivo final: lograr un texto correctamente armado, obsesivamente perfecto, adjetivadamente  armonioso, ágilmente legible para todo aquél lector que, aún desprevenidamente, se sumerja muy afirmativamente en las procelosas aguas que ahidalgadamente y orgullosamente les ofrezco hoy. Amigablemente les digo: espero que hayan disfrutado holgadamente de este relato y que, campechanamente, espero recibir sus comentarios, aun anónimamente.
No quiero despedirme sin agradecer buenamente a las enseñanzas de mi profesor del Taller de literatura, allá por San Clemente, principalmente cuando me aconsejaba que tuviese celosamente cuidado en la utilización de palabras que cacofónicamente pudiesen, calamitosamente, atentar contra una lectura que chacabanadamente, se transformara en algo demasiado cansadamente tedioso.


Seguramente he logrado mi objetivo abrumadoramente, ya que, modestamente, esto suelo lograrlo muy cómodamente.

viernes, 30 de agosto de 2013

Chocolate- Miguel Dorelo


Chocolate- Miguel Dorelo

Me gusta mucho comer chocolates.
Amargos, dulces, aireados, blancos: de todas las clases, sabores y consistencias.
Y, como en tantas otras cosas, tengo mi preferido.
Su nombre, aunque quizá no resulte importante, es Dairy Milk y su variante Fruit & Nut, la que me convierte en un semi dios cuando se estaciona dentro de mi boca, fue creada en 1928 en el Reino Unido por la firma Cadbury.
No suelo dar consejos, pero creo que no estaría de más seguir estás pequeñas instrucciones para su correcta degustación. El ambiente propicio es, simplemente, cualquiera: las bondades del manjar  lo transportarán directamente al ideal sin que usted deba preocuparse demasiado por elegirlo. Aunque, en mi caso, prefiero la soledad a media luz y escuchando la voz de Tori Amos en un volumen de sonido no demasiado alto. Usted verá.
Eso sí, yo que usted trataría de no eludir los siguientes pasos: desenvolver la barra por una de sus puntas, cualquiera de ellas, nunca por sus costados. Luego, esto requerirá un supremo esfuerzo de voluntad, no se apresure a morder, antes tómese unos segundos para aspirar el maravilloso aroma que, le aseguro, surgirá desde el envoltorio recién abierto.
Ahora sí. Muerda un trozo muy pequeño, sobre todo si es su primera vez en esto, ya que es imprescindible que su cuerpo se adapte lentamente a esta sensación que identificará como única y hasta peligrosa. Tómese otro minuto. Ahora sí: usted ya está listo para la experiencia final. Corte con sus dientes, jamás con la mano, un trozo del Dairy y deje que se vaya derritiendo en su boca al ritmo que él quiera, trátelo con dulzura, jamás lo apure, mímelo. Él sabrá recompensarlo dejando al descubierto el sumun final de la felicidad en forma de pequeños trozos de nuez y deliciosas pasas de uva.

Como dije, me gusta mucho comer chocolates, pero comer un Dairy Milk es algo más. Una experiencia única, probablemente y sin ánimo de exagerar, sea la razón principal del por qué de mi paso por esta  vida.

Salvo, claro está, cada una de las veces que he estado con Ella.



jueves, 18 de julio de 2013

Más de lo mismo- Miguel Dorelo


Más de lo mismo- Miguel Dorelo

Ya era tiempo: debía marcharse. Nada dramático, solo aburrimiento. La tierra se había convertido en un lugar sin encanto.
No fue una decisión apresurada. Intentó con todas sus ganas encontrar motivos que lo retuviesen, hasta se enamoró. Pero no fue suficiente.
Eligió como vehículo para llegar al cielo un frasco de pastillas.
Al llegar, en lo primero que pensó fue que aquello de que los suicidas tenían vedado el arribo era una mentira.
A la semana, comprendió su error: el cielo era aún más anodino que lo anterior.

— ¡Que lo parió! —Se dijo. Y comenzó a bostezar.

Publicado en Cuentos y Más.

sábado, 29 de junio de 2013

Viceversa- Miguel Dorelo


Viceversa- Miguel Dorelo

Sentado a la mesa del bar, pienso. Escarbo en mi mente tratando de encauzar el principio de lo que será un nuevo relato.
El café se enfría de a poco, olvidado en su pocillo blanco.
Miro a través de la ventana que da a la avenida. Escucho el ruido que producen los automóviles al pasar y observo a las personas caminar.
Un hombre de unos cincuenta años apresura el paso al cruzar desde la acera opuesta. Ya más cerca, cuando pasa delante de la vidriera del local, veo que es un poco más joven de lo que me pareció en un primer momento. Lleva puesto un abrigo color azul y una bufanda roja. Sé que hace frio y hay un poco de viento.
De a poco, la historia va tomando cuerpo, comienzo a teclear más aprisa y la pantalla se puebla de caracteres que van formando palabras, párrafos, oraciones…
No todo es lo que parece. Y menos aún cuando el que cuenta la historia es alguien como yo; alguien al que le gusta por sobre todo jugar con realidades inventadas. No crean a pie juntillas todo lo anterior que han leído.
En realidad estoy en casa, delante de la pantalla de la computadora, tratando de inspirarme para comenzar a escribir un cuento. No existen el bar, ni la mesa a la que estoy sentado, mucho menos el pocillo con café que se va enfriando. Tampoco la avenida, los automóviles ni sus ruidos. Mucho menos las personas que caminan ni el hombre que cruza apresurado, su abrigo de color azul y su bufanda roja. A veces, me involucro demasiado en mis propias invenciones, suelo confundirme y creo que en realidad todo eso existe. Por suerte, hasta ahora siempre he sabido reaccionar a tiempo. Ahora  sé a ciencia cierta que la realidad es otra y es debido a eso que comienzan a esfumarse ante mis ojos: solo quedan asentadas las palabras que describen a los personajes involucrados y su entorno. Todo ha vuelto a su lugar.
Y sin embargo, en algún lugar suena una alarma: algo no está bien y no alcanzo a comprender de qué se trata.

El hombre, de algo menos de cincuenta años, traspone la puerta de su casa, saluda a su esposa con un beso, se saca su abrigo de color azul, desprende de su cuello la bufanda roja y arroja ambas prendas sobre un sillón de color marrón.
—Hoy me pasó algo muy raro —comenta con voz algo turbada. Estaba cruzando la avenida en el lugar de siempre, frente al bar, cuando me llamó la atención un hombre que sentado ante un pocillo de café me observaba de manera inquietante. Pude ver que a continuación, tecleaba frenéticamente algo en una Notebook. Lo extraño es que cuando al fin terminé de cruzar y miré hacia el interior para ver su rostro, ya no estaba. Fue como si se hubiese esfumado.



lunes, 10 de junio de 2013

Anoche, ella vino a buscarme- Miguel Dorelo


Anoche, ella vino a buscarme- Miguel Dorelo

Ella es realmente hermosa. Es tal su belleza que te hace olvidar casi por completo de quién se trata.

Se presentó delante mío ayer por la noche, a eso de las ocho. Enseguida supe de quién se trataba. Llevaba puesto un vestido rojo muy ceñido  al cuerpo  y el pelo suelto. Apareció de la nada, justo cuando me encontraba pensando en qué me prepararía para cenar. Vivo solo y no me gusta demasiado pedir comida hecha, prefiero la ceremonia de cortar cebollas y morrones mientras a fuego lento el aceite se calienta en una olla no muy grande y en la otra, de mayor capacidad, va tomando temperatura el agua para los fideos.
—Hola —me dijo —Ya sabrás a lo que vengo.
—Claro —contesté — Sos más linda de lo que suponía. Mucho más.
— ¿Está listo? —preguntó.
—Nunca lo estaré. Deberías saberlo.
—Pues, no importa demasiado. Y eso es algo que vos deberías tener en claro.
—Lo sé.
— ¿Vamos yendo?
—Dame un par de minutos. No es fácil para mí. Amo demasiado la vida.
—Sí, lo sé. Hago mi trabajo a conciencia y leí tu ficha antes de venir para acá.
—Sentáte. ¿Querés tomar algo?
— ¡Ja! Ni lo intentes. No serías el primero en tratar de seducirme. Sé digno y resignáte. No te va a doler, lo prometo.
—No es esa mi intención. Solo ser amable. Y ganar algo de tiempo, lo confieso.
— ¿Para qué? ¿Qué significan un par de minutos más o menos?
—Realmente, no lo sé. A veces queremos algo sin saber realmente los motivos, solo porque lo queremos. ¿Siempre sos tan racional? Una mujer hermosa e inteligente. No es algo que haya visto muy seguido a lo largo de mi vida. A lo mejor ese es el motivo de querer prolongar esto: disfrutar de tu compañía.
—Bueno, gracias…
—Solo diez minutos. Por favor.
—Diez minutos. Solo eso. Y sin que te hagas el tonto.
—Gracias. Me gustan tus ojos, pero aun más tu sonrisa. ¿Qué querés tomar? ¿Estaría bien un coñac?
—Estaría perfecto. Terminamos de beber y nos vamos.
—Por supuesto. Vos sos la que mandás. Siempre son ustedes las que mandan ¿Te puedo preguntar algo?
—Sí, dale.
— ¿Por qué me toca hoy? Aún soy joven y en estos últimos meses me he sentido bastante bien.
—Una tontería: la sal. Te dijeron que debías dejarla de lado y no hiciste caso. Dentro de unos minutos, apenas termine de beber esta copa, tendrás un golpe de presión del que no podrás recuperarte.
—“No somos nada”: nunca mejor dicho. La sal, que pelotudez. Por lo menos me iré en buena compañía ¿Te dije que sos la mujer más sensual que he conocido? Lástima las circunstancias.
—No vas a lograr nada…
— ¿Con qué?
—Con halagarme. Ya te lo advertí.
—Lo sé, lo sé. Solo que tengo ganas de hacerlo; sin especular con ello.
—No te creo. Los hombres son todos iguales.
— ¡Ja! ¿La muerte es feminista? No se me habría ocurrido pensar semejante cosa ni en mil años.
— ¡No soy feminista, pelotudo! ¡Te llevo ya!¡No me provoques!
—Perdón, no te enojes. Aunque enojada seguís estando hermosa.
—Sos un idiota. ¡Cortála con los piropos! No me interesan.
—A todas las mujeres les importan los piropos —Le digo tomando su barbilla con una de mis manos.
— ¡A mí no! ¡Y no me toques! ¡No quiero que me toques!
—Permitíme que lo dude. ¿Qué pasa si hago esto? —le respondo mientras deslizo mi otra mano por su cintura y un poquito más abajo.
— ¡Lo único que me faltaba! Uno que se cree irresistible. ¿Ahora que sigue? ¿Vas a intentar cogerme?
—Tal vez… ¿Por qué no? ¿Te resultaría muy desagradable?
— ¡No cojo con humanos! Estás loco. Soltáme…
— ¿Me lo pedís con ese tono? Sonás a todo lo contrario.
—Soltáme…Por favor…
— ¿Estás segura de que es eso lo que querés?
—Sí.
— ¿Y no preferirías esto? —le digo deslizando mi mano izquierda por su entrepierna, mientras la derecha comienza a bajar el cierre de su vestido. Lo primero en asomar son sus  tetas: realmente, no son de este mundo. Le muerdo suavemente los pezones.
—No – me dice con un susurro, en ese tono exacto con el que la mujer pretende negar un sí.
En poco tiempo, descubrimos que ella es multi orgásmica.

La muerte, después de tener sexo, fuma. Igualito a una humana. Y quiere hablar, claro.
—Esto estuvo mal. Muy mal —me dice.
— ¿Te estás quejando? ¿No te gustó?
—No. No me gustó… ¡Sí me gustó, hijo de puta! Pero está mal. Yo no vine a esto.
—No siempre uno, o una en este caso, puede salirse con la suya.
—Vos sí. Querías cogerme y lo lograste. ¿Y ahora cómo sigue esto?
—No sé. Vos sos la que decide. ¿Me vas a  llevar con vos?
—No sé qué carajo dicen los reglamentos. Nunca me pasó algo así.
— ¿Y entonces qué hacemos?
—Supongo que debo dejar todo como está y pedir instrucciones.
— ¿Y eso cuanto tiempo demandaría?
— ¡No lo sé! Tampoco lo sé. Nunca pensé que un polvo podría complicar tanto las cosas.
—Siempre se aprende algo nuevo…
Ella apaga el cigarrillo que solo ha consumido por la mitad. Me mira a los ojos, se encoge de hombros y comienza a besarme mientras se desliza encima de mí.
—Quedáte a dormir —le digo.

Creo que me estoy enamorando e ignoro por completo en qué terminará esto.
Mañana será otro día y quizá lo averigüemos.









jueves, 16 de mayo de 2013

Todo un caballero- Miguel Dorelo



Todo un caballero- Miguel Dorelo

—Me encantó —le dije.
—Estuvo muy bueno —me respondió. -Volveremos a hacerlo, solo te pido discreción, recordá que soy una mujer comprometida.
—Por supuesto. Soy, por sobre todo, un caballero. Te amo.
—Yo también. ¿Te vas para el club?
—Sí.  Por ahí nos cruzamos allá.

En el vestuario de hombres del club.
— ¡Muchachos! ¿A que no saben a quién me cogí hace un rato?

Caballeros eran los de antes.

viernes, 26 de abril de 2013

Especulaciones alcohólicas sobre la paradoja de Zenón- Miguel Dorelo



 Especulaciones alcohólicas sobre la paradoja de Zenón- Miguel Dorelo

Madrugada. Sentados a la mesa de un bar en el barrio de Abasto. Dos botellas de cerveza, una de ellas ya vacía y aún no retirada por el mozo somnoliento que olvidó hacerlo al dejar la nueva recién pedida.
—Que cosa esto de Zenón —me dice Facundo.
— ¿Qué Zenón y qué cosa? —le respondo desde la nebulosa mental que la falta de sueño y el alcohol ingerido han convertido a mi mente.
—La paradoja. Leí que ha sido resuelta.
— ¿La paradoja de Zenón? —pregunto tontamente.
—Sí. La paradoja de Zenón.
— ¿La de la cuestión esa del movimiento? —insisto al borde de la estupidez aguda.
—Sí. La de la cuestión esa del movimiento —me responde Facundo. Me parece notar en el tono de su voz un dejo de burla.
— ¿La de que en realidad el movimiento no existe, que no nos movemos?
—Sí, boludo, esa. Perdón, no quise decir eso. Si, esa, la que dice demostrar por medio de la lógica que el movimiento no existe.
–A ver si me acuerdo: si queremos ir desde el punto A hasta el punto B debemos pasar antes por un punto intermedio entre ambos, llamémoslo punto C  y continuando con la secuencia luego tendríamos que volver a un nuevo punto intermedio  y luego a otro y así hasta el infinito, por lo que no podríamos llegar nunca a nuestro destino por más cerca que estuviese ¿Algo así, no?
—No. Algo no, exactamente así. ¿No estabas en pedo vos?
—Que se yo, se me debe haber pasado. Llenáme el vaso así me recupero.
—Bueno, como te dije, leí que ha sido resuelto el problema.
— ¿Cómo que ha sido resuelto el problema?
—Resuelto el problema ¿Hablo en japonés yo? —Los padres de Facundo son oriundos del imperio del sol naciente. Su sentido del humor es demasiado oriental para mi gusto.
—No te calentés; me refiero que el problema no es tal, todos sabemos que el movimiento existe. Estamos acá, en este bar, porque antes estábamos en otro lado y vinimos hasta acá.
—Me refiero a que se resolvió en los términos en que se plantea. Que se resolvió lógicamente.
— ¿Cómo? La verdad es que no se me ocurre cómo resolver lógicamente lo de los puntos intermedios. Siempre va a haber un puto intermedio entre dos puntos a unir. Cuando leí por primera vez sobre la paradoja se me derretía el cerebro tratando de encontrarle una falla y no pude.
—Bueno, eso no significa gran cosa.
—La concha de tu hermana.
—Es en joda. Bueno, la cosa es que leí en un sitio de internet que fue resuelto.
— ¿Y cuál es la explicación lógica que resolvió la paradoja?
—No me acuerdo. Me acuerdo que lo leí, pero no me acuerdo qué decía.
— ¿Me estás agarrando para la joda?  —Me estaba calentando un poco.
—No, no. Es cierto que lo leí y aunque no me acuerdo cuál era la explicación si recuerdo muy bien que me convenció, así que yo creo que está plenamente justificado que te haya dicho lo que te dije.
—Me mareás. ¿A qué te referís exactamente?
—A que se encontró una explicación lógica a la paradoja de Zenón.
— ¿La de la no existencia del movimiento?
—Ah, sos vivo. Los poseedores de la sabiduría somos nosotros, occidental de cuarta.
—Paremos con las agresiones. La verdad es que sigo pensando que es imposible refutar por medio de la lógica a la paradoja, pero cuando llegue a casa busco en la web haber si encuentro lo que me contás. De todos modos es una boludéz, la mejor prueba de que el movimiento es posible lo da la realidad.
—Puede ser…
—Es.
—No sé.
—Te lo aseguro.
—Bueno.
—Que tarde se hizo. Pagá y vamos.
—Paguemos dirás.
—Sí. Paguemos.
—Y a está saliendo el sol…
—Ajá…
—Como se pasa rápido el tiempo especulando sobre estas cosas…
—Ajá…
—El mozo no viene.
—Ajá…
—Se está haciendo de noche de nuevo.
—Sí.
— ¿Hace cuanto que estamos acá?
—Ya ni me acuerdo.
—Mucho tiempo, eso seguro.
—Ajá…
— ¿Te comenté que leí por ahí que lo de Zenón fue resuelto?
— ¿Qué Zenón, el de la paradoja?
—Ajá.
—Yo no creo que haya sido resuelto. La lógica demuestra claramente que el movimiento no existe y que es imposible desplazarse de A hasta B.
— ¿En qué te basas para afirmar eso?
—No sé. Llamálo intuición masculina.
— ¿Pedimos otra?
—Dale. Yo creo que tenemos acá para rato.


viernes, 29 de marzo de 2013

La muestra- Miguel Dorelo



La muestra- Miguel Dorelo

La muestra estaba destinada a ser el mojón que señalara un antes y un después en la historia del arte. Un complejo sistema interactuando con el público y ellos mismos devenidos en artistas expositores. Pantallas gigantes  de cristal líquido reflejando los deseos más íntimos de cada uno de los concurrentes a la muestra. El día de la inauguración el salón estaba repleto.

Luego de una semana sin que absolutamente nadie se acercara al lugar, la muestra fue definitivamente levantada.

lunes, 18 de febrero de 2013

En la niebla- Miguel Dorelo



En la niebla- Miguel Dorelo

Me gusta salir a pasear cuando hay niebla.
El lugar en donde vivo se presta idealmente para la formación de ese tipo de niebla espesa que solemos ver en las películas de terror o de misterio. El mar cercano, mi casa en lo alto de la escarpada colina a las afueras de la ciudad, la humedad ambiente habitualmente en la saturación absoluta sumados a otros procesos que quedan fuera de mi comprensión configuran las condiciones para que noche tras noche se forme un espeso manto que limita los alcances de la vista humana a muy pocos metros.
Vivo solo. Esto es una gran ventaja, puedo caminar entre la niebla sin preocuparme por el horario, sabiendo que nadie esperará ni ansiará mi regreso al hogar.
Disfruto, sobre todo, esa sensación de contención que me da la niebla; ella me abraza y me protege, envolviéndome muy suavemente, acariciándome con manos de mil dedos, manos de mujer, porque la niebla es inequívocamente femenina, estoy seguro.
La niebla es dulce. Ella se mete en mis pulmones dejando a su paso un sabor y un olor como ningún otro.
Me gusta jugar con la niebla. No jugar en la niebla, sino jugar con ella. Como se juega con una mujer amada. Juegos de seducción, juegos de dos sin lugar para nadie más. A veces, juegos peligrosos, esos  que me hacen sentir vivo. Ella se espesa hasta hacerse una muralla impenetrable, acorta mi visión a apenas unos centímetros y es ahí cuando empieza lo mejor del juego. Camino muy despacio en dirección al mar situado un par de cientos de metros más abajo, calculo la ubicación del borde del acantilado sin vallas contenedoras, recuerdo las formas agudas de las rocas, potenciales dagas desgarradoras de mi cuerpo. Me gusta pensar que cuando me acerco demasiado al abismo ella se asusta y es por eso que por lo general se disipa un poco y deja que vea el lugar donde mis pies están pisando. Estoy seguro que me ama tanto como yo a ella.
No siempre es todo tan intenso. Hay noches en que paseamos mansamente, a prudencial distancia del desastre. Ella solo me abraza y yo solo dejo que lo haga.
En ocasiones, no demasiadas, he tenido la sensación de que nos observan. No sé ni quienes ni con qué motivos. Pero, la mayoría de las veces recuerdo que esto es imposible, como ya he dicho, vivo solo. Solo en la colina, en la ciudad y en el mundo.
Han pasado más de dos años desde que la soledad me eligió. No entiendo ni las causas ni conozco las circunstancias, solo estoy seguro de que la humanidad se ha extinguido y solo quedo yo sobre la faz de la tierra.

No haré otra cosa que sobrevivir para seguir paseando entre la niebla, nunca tuve una especial condición heroica y además no sabría qué otra cosa  hacer más que encontrarme con ella y gozar de su compañía noche a noche.