Especulaciones alcohólicas sobre la paradoja de Zenón-
Miguel Dorelo
Madrugada.
Sentados a la mesa de un bar en el barrio de Abasto. Dos botellas de cerveza,
una de ellas ya vacía y aún no retirada por el mozo somnoliento que olvidó
hacerlo al dejar la nueva recién pedida.
—Que
cosa esto de Zenón —me dice Facundo.
—
¿Qué Zenón y qué cosa? —le respondo desde la nebulosa mental que la falta de
sueño y el alcohol ingerido han convertido a mi mente.
—La
paradoja. Leí que ha sido resuelta.
—
¿La paradoja de Zenón? —pregunto tontamente.
—Sí.
La paradoja de Zenón.
—
¿La de la cuestión esa del movimiento? —insisto al borde de la estupidez aguda.
—Sí.
La de la cuestión esa del movimiento —me responde Facundo. Me parece notar en
el tono de su voz un dejo de burla.
—
¿La de que en realidad el movimiento no existe, que no nos movemos?
—Sí,
boludo, esa. Perdón, no quise decir eso. Si, esa, la que dice demostrar por
medio de la lógica que el movimiento no existe.
–A
ver si me acuerdo: si queremos ir desde el punto A hasta el punto B debemos
pasar antes por un punto intermedio entre ambos, llamémoslo punto C y continuando con la secuencia luego tendríamos
que volver a un nuevo punto intermedio y
luego a otro y así hasta el infinito, por lo que no podríamos llegar nunca a
nuestro destino por más cerca que estuviese ¿Algo así, no?
—No.
Algo no, exactamente así. ¿No estabas en pedo vos?
—Que
se yo, se me debe haber pasado. Llenáme el vaso así me recupero.
—Bueno,
como te dije, leí que ha sido resuelto el problema.
—
¿Cómo que ha sido resuelto el problema?
—Resuelto
el problema ¿Hablo en japonés yo? —Los padres de Facundo son oriundos del imperio del
sol naciente. Su sentido del humor es demasiado oriental para mi gusto.
—No
te calentés; me refiero que el problema no es tal, todos sabemos que el
movimiento existe. Estamos acá, en este bar, porque antes estábamos en otro
lado y vinimos hasta acá.
—Me
refiero a que se resolvió en los términos en que se plantea. Que se resolvió
lógicamente.
—
¿Cómo? La verdad es que no se me ocurre cómo resolver lógicamente lo de los puntos
intermedios. Siempre va a haber un puto intermedio entre dos puntos a unir.
Cuando leí por primera vez sobre la paradoja se me derretía el cerebro tratando
de encontrarle una falla y no pude.
—Bueno,
eso no significa gran cosa.
—La
concha de tu hermana.
—Es
en joda. Bueno, la cosa es que leí en un sitio de internet que fue resuelto.
—
¿Y cuál es la explicación lógica que resolvió la paradoja?
—No
me acuerdo. Me acuerdo que lo leí, pero no me acuerdo qué decía.
—
¿Me estás agarrando para la joda? —Me estaba
calentando un poco.
—No,
no. Es cierto que lo leí y aunque no me acuerdo cuál era la explicación si recuerdo
muy bien que me convenció, así que yo creo que está plenamente justificado que
te haya dicho lo que te dije.
—Me
mareás. ¿A qué te referís exactamente?
—A
que se encontró una explicación lógica a la paradoja de Zenón.
—
¿La de la no existencia del movimiento?
—Ah,
sos vivo. Los poseedores de la sabiduría somos nosotros, occidental de cuarta.
—Paremos
con las agresiones. La verdad es que sigo pensando que es imposible refutar por
medio de la lógica a la paradoja, pero cuando llegue a casa busco en la web haber
si encuentro lo que me contás. De todos modos es una boludéz, la mejor prueba
de que el movimiento es posible lo da la realidad.
—Puede
ser…
—Es.
—No
sé.
—Te
lo aseguro.
—Bueno.
—Que
tarde se hizo. Pagá y vamos.
—Paguemos
dirás.
—Sí.
Paguemos.
—Y
a está saliendo el sol…
—Ajá…
—Como
se pasa rápido el tiempo especulando sobre estas cosas…
—Ajá…
—El
mozo no viene.
—Ajá…
—Se
está haciendo de noche de nuevo.
—Sí.
—
¿Hace cuanto que estamos acá?
—Ya
ni me acuerdo.
—Mucho
tiempo, eso seguro.
—Ajá…
—
¿Te comenté que leí por ahí que lo de Zenón fue resuelto?
—
¿Qué Zenón, el de la paradoja?
—Ajá.
—Yo
no creo que haya sido resuelto. La lógica demuestra claramente que el
movimiento no existe y que es imposible desplazarse de A hasta B.
—
¿En qué te basas para afirmar eso?
—No
sé. Llamálo intuición masculina.
—
¿Pedimos otra?
—Dale.
Yo creo que tenemos acá para rato.