martes, 28 de septiembre de 2010

No siempre es fácil hacerse cargo...
Ese chico no es mío- Miguel Dorelo

— ¡No, no y no! Exijo un adn. Ese chico no es mío. Además vos me dijiste que te cuidabas.
— ¡Todos los hombres son iguales! Nunca quieren hacerse cargo ¡Hace tres meses que no me viene! Pero como que me llamo Eva que esto no va a quedar así. ¡Adán y la puta que te parió!

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 25 de septiembre de 2010

Grageas 2- Un nuevo libro en el que participo.


Grageas 2. Una selección de micro-ficciones seleccionadas por Sergio Gaut vel Hartman en la que orgullosamente aporto con una pequeña ucronia.
Más de cien autores de diversos paises, sexos y religiones. Muchos amigos entre ellos.
Ya está a la venta.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Total incertidumbre- Miguel Dorelo



Solo sé que algo he perdido....
Total incertidumbre- Miguel Dorelo

A esta altura mi única certeza es la de reconocer la pérdida probable.
Ni el momento exacto ni el lugar aproximado forman parte de mis más cercanos recuerdos del infausto acontecimiento, tan solo un atisbo de tristeza inexplicable marca alguna pauta como para catalogar al extravío, quizás, de irreparable.
Sé que cuando menos lo espere recordaré lo sucedido y quizás mi presente angustia se acentúe... O, tal vez, se me conceda el privilegio de comprender que en realidad he exagerado, que aún hay tiempo, que es posible recuperar aquello que, a lo mejor, quien sabe, solo imagino haber perdido.

Elaborado para La Cuentoteca

lunes, 20 de septiembre de 2010

Relato en plena etapa de elaboración- Miguel Dorelo


En plena etapa creativa utilizando los últimos adelantos tecnológicos...

Relato en plena etapa de elaboración- Miguel Dorelo

Este es un relato en plena etapa de elaboración, tenga a bien a la hora de juzgarlo el recordar su condición de tal.
No confundir con un borrador, que podrá ser parecido pero no es lo mismo.
En este preciso instante se encuentra en una especie de estadio en que el autor, persona por la cual siento una especial predilección, trata de pulir la idea primigenia generadora del relato.
Es a todas luces evidente que no ha logrado plasmarlo, por lo cual en un arranque de honestidad intelectual pocas veces visto en un ambiente habitualmente caracterizado por los egos exacerbados de esta especial casta agrupada bajo el genérico nombre de “escritores”, ha decidido en bien del público lector dar por concluido este relato que como ya a sido dicho se encuentra en plena etapa de elaboración.
Se ruega no confundir con un borrador.

Elaborado para La Cuentoteca

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Convivencia- Miguel Dorelo

Dos adicciones

Convivencia - Miguel Dorelo

Clara y Juan. Juan y Clara. Antes, cuando no convivían, todo el tiempo que pasaban juntos les parecía poco, nunca les alcanzaban las horas para tanta caricia, tanta mirada directa  a los ojos, tanto jadeo en noches en que el resto del mundo dejaba de existir en cada orgasmo alcanzado juntos.
—Quedáte —dijo una mañana ella. Y Juan se quedó. Y esa tarde comieron juntos las facturas que Juan compraba en la panadería de la vuelta todas las mañanas después del sexo tempranero, las que habitualmente sobraban y que indefectiblemente cumplían por la noche su destino de basura, ya que sin él presente, Clara no quería ni tocarlas.
Al principio todo fue como en un sueño, pero no pasó demasiado tiempo para que las primeras desavenencias aparecieran sin previo aviso, sin que nadie las hubiese invitado.
¿Los motivos? Todos y ninguno. O el más simple y habitual de todos los motivos: eran más distintos de lo que suponían y con la convivencia esto se empezó a hacer cada vez más evidente.
Algo machista, bastante mujeriego él —pero ahora estoy retirado —aclaraba cada vez que surgía el tema.
Ella, aunque con un perfil más bajo, era bastante permeable a los halagos masculinos.
Y, casi naturalmente, surgieron los celos; aunque una clase de celos acordes con los tiempos: celos virtuales.
Las redes sociales, pero por sobre todo el Messenger fueron las causas más habituales de las diarias discusiones entre ambos.
Clara se conectaba absolutamente todas las noches, Juan cada vez que encontraba un resquicio de tiempo y a cualquier hora. Por suerte cada uno tenía su propia máquina: una Notebook ella y una PC de escritorio él.
Lógicamente, eran “amigos” en el Facebook y contactos en el Messenger, así se habían conocido, pero ya no era necesario “conectarse” por esos medios, ahora vivían juntos y hubiese sido algo un poco ridículo.
Un día, luego de una gran pelea en la que él le preguntó que es eso de tanto piropo de parte de Raúl, un amigo en común de la red, y ella respondiendo que si le estaba controlando a los contactos que mejor harías en borrar a todas esas minas “amigas”tuyas que lo único que hacían era subir fotos mostrando las tetas para calentar a pajeros como vos, todo terminó con ella bloqueándolo y diciendo que si no confiaba en ella mejor se fuera a la mierda.
La relación se resentía día a día, pero algo aún flotaba en el aire y cuando cualquiera de los dos se encontraba solo descubrían asombrados que extrañaban los momentos de compartir lo que fuera sin ningún tipo de rollos extraños.
A su modo, fue Clara la que dio el primer paso para hacer un último intento de salvar aquello que alguna vez idealizaron.

—Deberíamos hacer terapia juntos —dijo Clara —Nos llevamos cada vez peor.
—Sabés bien lo que opino sobre eso, ahora si tu psicóloga está buena, no tengo problema. Esas tardan en calentar, pero una vez que dejan de lado sus traumas, se desinhiben y en la cama les tenés que pedir por favor que paren —arruinó de entrada Juan.
—Sos un pelotudo importante ¿No lo sabías? ¿Sabés que dice Lacan de esto? Él dice que…
—Pará, Clarita, ya te dije como mil veces que a mi no me compares con nadie. Me interesa bien poco lo que digan cualquiera de tus ex. Todos putos reprimidos son esos.
— ¡Lacan es un psicólogo, estúpido! ¡Y sabés perfectamente que no me gusta que me llames así!
— ¿Cómo, no era una mina? Ahora resulta que es un tipo. ¿Otra vez cambiaste? Después no te quejes si la terapia no te da resultados. Guita tirada. Total en esta casa sobra.
— ¡No te soporto más! Me voy a bañar —le responde ella, falsamente enojada al darse cuenta que era otra de las estúpidas ironías que Juan solía utilizar cuando quería hacerla enojar
— ¿Te seco como siempre? —propone Juan, sonriendo de esa forma que sabe que a ella nunca le resulta indiferente.
— ¡No! —grita ella en el exacto tono para que suene como todo lo contrario.
 Quizás después de todo una pequeña tregua no vendría nada mal, piensan ambos.

Esa noche Clara no se conectó. Juan solo encendió su computadora para ver si había recibido ese mail de trabajo que estaba esperando, y de paso le envió a Clara una solicitud de amistad en el Facebook.
A la noche siguiente Clara aceptó la solicitud y estuvieron chateando hasta las tres de la mañana.

Elaborado para La Cuentoteca

lunes, 6 de septiembre de 2010

Convengamos- Miguel Dorelo

Convengamos- Miguel Dorelo



Decir acompañados...

Aceptemos que viajamos quién sabe hacia donde en una nave espacial que llamamos “Tierra”.
Especulemos con que todo esto tiene un sentido, apenas vislumbrado por algunos, totalmente incierto para otros.
Toleremos lo tolerable, aplaudamos lo aplaudible.
Admitamos que a veces la palabra “acompañados” carece de sentido.
Sin embargo…
Convengamos que todo lo anterior se puede ir al carajo, que te da exactamente lo mismo que la tripulación sea uno o mil millones, si aplaudís o te toleran o son todos intolerables, justo en el instante en que la palabra “acompañados” adquiere al fin todo el sentido y ella está a tu lado.


Elaborado para La Cuentoteca

jueves, 2 de septiembre de 2010

La Gladys- Miguel Dorelo

Ella tiene lo suyo, pero a veces no es suficiente...

La Gladys- Miguel Dorelo

Ella es lo que es y no tengo de que quejarme. La culpa debe haber sido mía.
Claro que a veces, no sé, me parece que las cosas tendrían que haber quedado bien claritas de entrada.
No nos prometimos nada, eso es cierto, pero que se yo, ella parecía otra cosa y a la final uno se lleva cada sorpresa.
—Hola, soy la Gladys —me dijo esa noche.
—Yo soy Juan, pero me dicen Tararira —le respondí como para impresionarla de entrada.
— ¡Ayyy! Pero que sobrenombre más atrevido —respondió con una sonrisa pícara en sus labios pintados de un carmín intenso mientras se agachaba lo justo como para mostrarme sus turgentes y maravillosas tetas.
Una cosa trae a la otra, sé lo que doy con las mujeres, así que a las dos horas le estaba dando bomba en el cuartito de la pensión en La Boca en que vivía.
Dos semanas después la cosa se empezó a poner pesada, la Gladys me estaba matando a mensajitos al celu y quería que le diera todo el santo día, ya no sabía como sacármela de encima.
Ojo, no es que la mina no me guste, tiene lo suyo, es bastante cariñosa, ceba bastante bien los mates y es toda una experta en sexo oral, pero lo que no pude aguantar es cuando se le puso en la cabeza que debíamos formalizar la relación. Siempre fui muy cuidadoso con mi libertad y reconozco que no resultaría nada fácil una convivencia conmigo, pero la tipa dale que dale con lo del registro civil cada vez que yo le daba calce en la conversación.
Hoy me decidí, no niego que la voy a extrañar, pero dejé bien temprano la pensión y me mudé por unos días a la casa de un amigo que me va a hacer el aguante hasta que consiga algún lado para vivir bien lejos de La Boca. El celular lo tiré al riachuelo, si te visto no me acuerdo. No quiero saber más nada con la Gladys. O Carlos, como es en realidad su verdadero nombre.
Malditos políticos, justo ahora se les ocurre sacar la ley esa del matrimonio igualitario.
Siempre cagándose en los intereses del pueblo.


Elaborado para La Cuentoteca