jueves, 2 de septiembre de 2010

La Gladys- Miguel Dorelo

Ella tiene lo suyo, pero a veces no es suficiente...

La Gladys- Miguel Dorelo

Ella es lo que es y no tengo de que quejarme. La culpa debe haber sido mía.
Claro que a veces, no sé, me parece que las cosas tendrían que haber quedado bien claritas de entrada.
No nos prometimos nada, eso es cierto, pero que se yo, ella parecía otra cosa y a la final uno se lleva cada sorpresa.
—Hola, soy la Gladys —me dijo esa noche.
—Yo soy Juan, pero me dicen Tararira —le respondí como para impresionarla de entrada.
— ¡Ayyy! Pero que sobrenombre más atrevido —respondió con una sonrisa pícara en sus labios pintados de un carmín intenso mientras se agachaba lo justo como para mostrarme sus turgentes y maravillosas tetas.
Una cosa trae a la otra, sé lo que doy con las mujeres, así que a las dos horas le estaba dando bomba en el cuartito de la pensión en La Boca en que vivía.
Dos semanas después la cosa se empezó a poner pesada, la Gladys me estaba matando a mensajitos al celu y quería que le diera todo el santo día, ya no sabía como sacármela de encima.
Ojo, no es que la mina no me guste, tiene lo suyo, es bastante cariñosa, ceba bastante bien los mates y es toda una experta en sexo oral, pero lo que no pude aguantar es cuando se le puso en la cabeza que debíamos formalizar la relación. Siempre fui muy cuidadoso con mi libertad y reconozco que no resultaría nada fácil una convivencia conmigo, pero la tipa dale que dale con lo del registro civil cada vez que yo le daba calce en la conversación.
Hoy me decidí, no niego que la voy a extrañar, pero dejé bien temprano la pensión y me mudé por unos días a la casa de un amigo que me va a hacer el aguante hasta que consiga algún lado para vivir bien lejos de La Boca. El celular lo tiré al riachuelo, si te visto no me acuerdo. No quiero saber más nada con la Gladys. O Carlos, como es en realidad su verdadero nombre.
Malditos políticos, justo ahora se les ocurre sacar la ley esa del matrimonio igualitario.
Siempre cagándose en los intereses del pueblo.


Elaborado para La Cuentoteca

11 comentarios:

María del Pilar dijo...

Muy bueno, Miguel, ni me había imaginado el final.
Un abrazo

Javier López dijo...

¡Menudo giro! Y es que uno no se puede fiar hoy de las apariencias, ni siquiera de esas maravillosas tetas turgentes...
Ándese con cuidado, que donde las dan, las toman.

Francisco Costantini dijo...

¿Biográfico? Je, divertida historia (para el que la lee, claro).

Salemo dijo...

El final y la Gladys vienen con sorpresa, María.
Gracias por el comentario.
Otro abrazo para vos.

Salemo dijo...

Las apariencias, que tema ese.Conozco casos no tan evidentes pero que incordian bastante, pero será motivo de algún otro relato. Aunque en el caso de Juan, la apariencia de Carlos parece que le interesó.
Andaré con cuidado, gracias por la advertencia, don Javi.

Salemo dijo...

No es estrictamente biográfico,Francisco, casi nunca lo es en mis relatos, pero para una época de vacas flacas, no sé...¿Vos viste la foto de la Gladys/Carlos?
Con un par de copitas encima, no respondo por mis actos.
Gracias por pasar y comentar.

Verónica Molina dijo...

Jaaaa! Qué gracioso! Nuuunca se me hubiera ocurrido que Gladys era Carlos, porque con ser Gladys diste a entender que tenía MÁS que suficiente.

Y sí, tenía más, justamente.

Genial.

Salemo dijo...

Gracias, Verónica. Tenía, claro que tenía. La Gladys era mucho más que una mujer.Yo creo que hasta sabía de fútbol.

Salemo dijo...

Ahora caigo, soy un poco lerdo, que sos Verito Molina, la del blog al que accedí hoy por haber visto la recomendación de microversos en twitter. Bienvenida, pues a La Cuentoteca y como ví en tu blog que te gusta cierta clase de música te invito a que pasés por mi blogs de videos, La musicoteca de Salemo ( el ling está en el blog roll) donde hay algunos de Emilio del Guercio y ninguno de Arjona.

Florieclipse dijo...

Al menos este cuento no fue misógino, Dorelín.

Salemo dijo...

El misógino va dentro de un rato para consumo exclusivo de los Heliconios, Carmencita. Yo creo que luego de leerlo las Heliconias mandarán a alguien a matarme.