viernes, 29 de abril de 2011

El juego sin nombre- Miguel Dorelo



El juego sin nombre- Miguel Dorelo


En un rincón oscuro y ominosos del fondo del universo y de cuyo nombre prefiero olvidarme, un ser tenebroso y oscuro juega un juego que quizás pueda ser aquél que los hombres denominan "dados". Agazapado detrás de un viejo y carcomido abedul, entre vahos de un olor nauseabundo lo observo, cuando de repente gira su horrible cabeza hacia donde me encuentro. En sus ojos veo reflejadas cosas tan horribles que jamás han sido ni siquiera vislumbradas por ser humano alguno. Creo que me ha visto y posiblemente estas sean las últimas palabras que escriba en este mundo.


Elaborado para La Cuentoteca

viernes, 22 de abril de 2011

Primer aniversario- Miguel Dorelo


Primer aniversario - Miguel Dorelo

Ya está todo planificado. Solo faltan dos días para el primer aniversario de su muerte y esta vez por fin se realizará aquél homenaje tan postergado como merecido.
Una gran ceremonia en la que estarán presentes sus tres ex esposas, sus innumerables amantes clandestinas, sus hijos legítimos y los otros, sus parientes, sus amigos y allegados.
Se comerá y se beberá, pensó. Sin tristezas, con música de Pink Floyd y de Spinetta sonando en el cementerio. Los invitados comentarán sobre lo bueno que era, alguna amante despechada dirá que no tanto, algún amigo atorrante tratará de levantarse a su viuda utilizando su recuerdo.
Todos, absolutamente todos lo amarán y lamentarán su pérdida; todos ellos, los que un año atrás no se presentaron ni siquiera a su velatorio. Esta vez será distinto, todos concurrirán a su convocatoria: él personalmente los visitará para invitarlos.

Elaborado para La Cuentoteca

sábado, 16 de abril de 2011

Camino incierto- Miguel Dorelo


Camino incierto- Miguel Dorelo

—Estoy casi seguro que es por acá —se dijo sin el necesario convencimiento.
Debía reconocer que avanzaba a tientas.
Volvió a tropezar.
— ¡La puta madre! ¡Volví a equivocarme, evidentemente!
Cuando no se encuentran referencias el avance se hace difícil, razonó, uno puede empezar a girar en círculos y permanecer eternamente en un lugar, lo que se torna especialmente grave cuando el sitio no es de nuestro agrado. Pero también puede suceder que uno camine en espiral y lenta y progresivamente se aleje del punto de inicio.
Debería tratar de no pensar, siempre le pasaba lo mismo: cuando más intentaba razonar más confundido terminaba.
—Yo me meto en cada una —se lamentó.
Pareció orientarse y durante unos cuantos minutos avanzó en linea recta hacia su objetivo: su corazón comenzó a palpitar en una frecuencia mayor de lo aconsejable.
Pero, por enésima vez, se percató tardíamente que nuevamente se estaba yendo “para el lado de los tomates”, como solía decirle uno de sus amigos especialmente crítico sobre sus porfiadas incursiones a ciegas por caminos a todas luces poco convenientes para con su propia persona.
El problema radica principalmente en no saber hacia donde se quiere ir y por qué, pensó en un arranque repentino de lucidez poco habitual en él. Quizás debería dejar todo como antes de emprender la búsqueda, tenía serias dudas si alcanzar la meta le proporcionaría las satisfacciones necesarias que compensaran tamaño esfuerzo.
Por lo general era bastante porfiado con todo lo que lo obsesionaba y en este caso en especial debía sumarle ese sentimiento que aún no tenía muy claro si se trataba de tan solo producto de la gestación de adrenalina debido a los inconvenientes que le generaba lo difícil de alcanzar su cometido o alguna otra cosa que su mente no terminaba de aceptar.
El tiempo no era un mayor inconveniente, en ese sentido podía tener paciencia y esperar lo necesario; aunque ya no era un muchachito no sentía ningún achaque y tenía muchos años por delante. Una vez alcanzado el objetivo todo fluiría en forma placentera.
El pasado jugaba su favor: una vez había estado en ese lugar al que actualmente pretendía retornar. No podía aseverar que lo había disfrutado en toda su valía, diversos factores y quizás algo de desidia de su parte habían atentado contra una estadía ideal.
Pero fue bastante bueno, recordó. Ese recuerdo y probablemente  un poco de deseo de revancha, otro poco de corregir errores y una pizca de “ver que pasa” eran los principales motores del impulso que lo ponían nuevamente en camino. Y eso otro, claro. Eso que le costaba admitir pero que allí aún estaba. Y fue entonces que por primera vez vio todo claro: no había forma de evitar seguir la búsqueda.

Ella estaba ahí, en algún lugar, todavía accesible a pesar de un par obstáculos temporarios que por lo general ella misma se encargaba en poco tiempo de apartar. Ambos usaban métodos parecidos de auto-engaños temporales, él lo sabía, ella lo sabía, ambos lo sabían. Jugaban un juego de peligros relativos, incentivando morbos, prestando besos y caricias a terceros, piezas descartables condenadas de antemano a adioses sin mayores cargos de conciencia.

Respiró hondo y decidido a hacer todos los esfuerzos necesarios comenzó a avanzar, paso a paso, lentamente y con confianza.
La meta estaba cerca.          

Elaborado para La Cuentoteca           

viernes, 8 de abril de 2011

Conurbano- Miguel Dorelo


Conurbano- Miguel Dorelo

La observaba pasar desde hacia casi una semana.
Ella cumplía con su rutina todas las tardecitas, al trote durante parte del trayecto y luego acelerando el paso hasta terminar su recorrido justo en el puente donde realizaba sus ejercicios y elongaciones finales. Luego, a paso firme se alejaba cruzando la ruta y él la miraba hasta que su figura joven y esbelta se perdía detrás de una hilera de árboles que formaban un pequeño monte interrumpido abruptamente por las obras de un nuevo barrio en construcción.
De unos quince o dieciséis años, o quizás algo más, lucía hermosa y saludable enfundada en su equipo de gimnasia gris plata con vivos rojos que hacía resaltar su piel bronceada y su largo pelo rubio.
Él era de contextura más bien grande y poco propensa a cualquier tipo de actividad física a juzgar por su abultado vientre, aparentando por lo menos el doble de edad que ella; digamos que no era precisamente el tipo de hombre en el que una jovencita como ella se fijaría. Ciertamente, jamás había desviado en lo más mínimo su mirada cuando pasaba a su lado, como si él formase naturalmente parte del paisaje de aquél lugar del suburbano bonaerense tanto como algunas de las viejas fábricas abandonadas que se herrumbraban añorando épocas de bonanza ya pasadas.
Cuando ambos coincidían unos segundos en tiempo y espacio, él inspiraba muy hondo no queriendo desaprovechar ni uno solo de sus aromas, esa mezcla afrodisíaca de sudor y lavanda.

Quizás lo haya decido el primer día, o el tercero, no importa demasiado. A lo mejor fue luego de una mala noche de aún peores pensamientos; o simplemente fuera parte de su naturaleza.
La esperó unos dos mil metros más allá de donde solía sentarse para verla pasar, justo donde la sombra de los árboles en complicidad con la penumbra del atardecer conformaría el escenario ideal para sus planes.

Si no hubiese gritado. Todo habría sido distinto si no hubiese gritado tanto. Después de todo ella habría obtenido lo que todas las muñequitas como ella buscan y quieren. Y seguramente hasta lo hubiese gozado.

Tiene los ojos más hermosos que he visto, pensó al verlos tan de cerca, tan abiertos, tan celestes…ya tan sin brillo.

Elaborado para La Cuentoteca



lunes, 4 de abril de 2011

Búsqueda- Miguel Dorelo


Búsqueda- Miguel Dorelo

Busqué en vano, buceé en tu alma y corazón sin lograr hallar ni siquiera un atisbo de aquél amor otrora tan sublime.
Harto de dudas existenciales  comencé a  recorrer todos y cada uno de los rincones de tu cuerpo carnal.
Tampoco esta vez encontré nada, pero puedo asegurar que me resultó mucho más divertido y placentero.

Elaborado para La Cuentoteca