domingo, 28 de febrero de 2010

Uno no elige de quién enamorarse- Miguel Dorelo

La mujer soñada...

Uno no elige de quién enamorarse- Miguel Dorelo


Javier está perdidamente enamorado de Leticia.
Él la ve perfecta, la mujer soñada. Leticia tiene ojos mansos y mirada combativa.
Esto, entre otras cosas, enloquece a Javier.
Leticia, con su dulzura a cuesta, sus ojos claros y su fragante y sedoso pelo castaño, es un androide y Javier lo sabe; siempre lo supo. En los circuitos positrónicos de ella no está contemplado el amar a un ser humano.
Leticia no puede amar a Javier; no está permitido. La ley lo dice claramente: bajo ningún aspecto será contemplada la más mínima posibilidad de cualquier tipo de relación sentimental entre humanos y androides.
La ley es muy severa para con aquellos que osan trasgredirla. Así debe ser, ya que la tentación de hacerlo es muy grande y la mayoría sabe que eso no está bien. Y las leyes están hechas para proteger a las mayorías.
Pero él no es como los otros humanos. A Javier lo indignan sobremanera las imposiciones; lo prohibido es un incentivo al que no puede sustraerse.
— ¿Cómo es posible legislar sobre el Amor? —se pregunta una y otra vez.
De ninguna manera va a aceptar que le indiquen a quién puede amar y a quién no.
Sabe perfectamente que hay antecedentes de amores de este tipo; androides con mentes en apariencia perfectamente programadas han conocido a un ser humano especial y han roto todos los protocolos, sin que nunca se haya encontrado la causa de la falla.
—Simplemente el Amor, —asegura Javier.
Y aunque todos terminaron trágicamente, esto no hará menguar sus sentimientos por Leticia; luchará por ella con todas sus fuerzas, llamará a las puertas que sean necesarias, hablará con quien corresponda; rogará o amenazará, y solo claudicará cuando su corazón enamorado deje de latir. Ha escuchado, aunque son solo rumores, de una ley “Farmer” que ha sido el artilugio legal para que el Alto Tribunal haya autorizado más de un caso como el suyo.
Leticia ha dado señales inequívocas de un interés inusual por Javier, lo que ha hecho que éste decida dar un paso decisivo: expondrá sus argumentos ante las Máximas Autoridades Terrestres.
Esta mañana, en las Oficinas Centrales De Todo Lo Que Importa, Javier ha descubierto algo sorprendente: al presentar su pedido de Autorización De Relaciones Extrañas, tal cual se lo ha indicado su consejero, le ha sido informado que no hay razón alguna para que su inmenso amor no pueda concretarse. Javier es un androide. Una pequeña falla en su sistema, ya solucionada, le había echo creer que era un ser humano común y corriente.
Correspondido por Leticia y ya sin impedimento legal alguno, los siguientes tres meses fueron casi idílicos…
Hasta que conoció a Cecilia.
Cecilia no es tan hermosa, ni dulce como Leticia. Es algo desmañada y sufre de miopía.
Cecilia es un ser humano y Javier lo sabe; siempre lo supo.
Javier está perdidamente enamorado de Cecilia.
Él la ve perfecta…

Exclusivo de La Cuentoteca



lunes, 22 de febrero de 2010

Confusión amorosa- O la histeria no entiende de géneros- Miguel Dorelo

Lo voy a pensar, dijo ella...

Confusión amorosa o la histeria no entiende de géneros - Miguel Dorelo

Me hubiese gustado que lo que pasó hubiese sucedido de otra manera y no de la forma que aconteció —dijo él.
—A mi tampoco —contestó ella, distraída.
—Deberíamos empezar de nuevo, no del principio, eso estuvo bien. Más o menos desde la mitad, me parece —propuso él.
—No creo —acotó ella. —A mi me gustó más el final…pero no mucho.
— ¿Y si dejamos todo como está? —interrogó él.
—Podría ser, pero ¿Eso quiere decir que ya no me querés?—sollozó ella.
—No es eso; solo que me hubiese gustado que lo que pasó hubiese sucedido de otra manera y no de de la forma en que aconteció —reiteró él.
—Lo voy a pensar —otorgó ella.
—Bueno —aceptó él.
—Te aviso —informó ella.
—No te demores mucho —suplicó él.
—En cuanto pueda. Chau —se despidió ella.
—Chau —concluyó él.

Exclusivo para La Cuentoteca

sábado, 20 de febrero de 2010

Mujer líquida- Miguel Dorelo

Un día tan solo llegó...

Mujer líquida- Miguel Dorelo

Llegaste a mi justo en aquél período de sequía que, ya empezaba a sospechar,estaba durando demasiado.

—Creo que te estuve esperando todo este tiempo —pensé, pero no me animé a decirtelo.
Desnudo y muy dispuesto, me entregué por completo.
—Voy a mojarte todo—me advertiste —después no valen quejas ni lamentos.
—Está bien —acepté.

No alcanzaste a empaparme; solo humedeciste un poco mi alma.
Sin embargo, tenue garúa, a veces, tan solo a veces y sobre todo algunas noches, extraño tu deslizar sobre mi cuerpo.

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martes, 16 de febrero de 2010

El recuerdo que guardo de ella- Miguel Dorelo

Estoy casi seguro que ella era así...

El recuerdo que guardo de ella-Miguel Dorelo

Hoy quisiera recordarla en todo su esplendor.
Sus cabellos de un intenso color verde que me observaban con dulzura.
Su piel ancha, sus caderas largas y renegridas flotando en el viento.
Su boca respingada, aspirando todos mis aromas.
Sus piernas, pequeñas, adornadas con pendientes, siempre atentas a mis susurros amorosos.
Sus pechos, largos y finos, siempre bien cuidados y que jugaban con mi pelo.
Sus hombros, húmedos y blandos, carnosos y pintados de un carmín intenso.
Su cadera esmaltada, blanquísima, sin caries, perfecta y siempre abierta en una sonrisa eterna.

Hoy quisiera recordarla en todo su esplendor, pero ha pasado ya mucho tiempo y a veces su figura me es confusa; nunca fui un buen poeta, adjetivos y metáforas se me mezclan.
De todos modos, sé que no podré olvidarme fácilmente de ella.

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lunes, 8 de febrero de 2010

Ser o no ser- Miguel Dorelo

¿Es este el comienzo...?

Ser o no ser- Miguel Dorelo

Existencia y no existencia. Eso es todo; poca cosa más.
Vida y muerte.
Y aún no haber nacido, claro.
La no-vida o la no-muerte, ¿Cómo llamar a ese estadio en que un ser humano aún no ha sido concebido, pero que está destinado a ser?
¿Solo existe un infinito futuro de muerte sin su correspondiente pasado infinito de vida?
¿Todo comienza en cuanto los veintitrés cromosomas del espermatozoide se encuentran con los veintitrés del óvulo?
Casi una cuestión matemática; solo una pizca de azar y listo: una vida más.
¿Es esto el hombre?
A veces, muy pocas, algo ocurre: quizás una distracción de los dioses. O un sin número de probabilidades aleatorias extrañamente coincidentes. Quién sabe.
Alguna vez tenía que pasar. Algún extraño designio le había otorgado aquella facultad única.
El/Ella dispondría de una opción jamás antes otorgado a ser alguno; podría decidir ser o no concebido.
Existir o no existir. Decidir ser…o no ser.
Pero de verdad. Nada filosófico ni metafórico. Algo materialmente único.
Con todas las opciones implícitas en ello; casi infinitas, pero sin la posibilidad de elegir cuál.
Un libre albedrío acotado y patético. Solo ser, sin elección de género ni idiosincrasia.
—Seré —pensó, razonó, especuló o vaya a saber qué — Primero seré. Y luego quizás, médico de frontera, bailarina clásica, peón de albañil, asesino serial, escritor de ficciones especulativas.
Hombre o mujer.
Y casi al instante siguiente, dudó.
Quizás, después de todo no se llamaría Pedro, ni Juan, ni Martín; tampoco María, Irene ni Daniela.
Simplemente, no se llamaría de ningún modo.
Tenía todo el tiempo del mundo para decidirlo.

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viernes, 5 de febrero de 2010

Amar,lo que se dice amar,amé solo una vez- Miguel Dorelo

En mi mejor época, no era raro encontrarme con esto al volver a casa...

Amar, lo que se dice amar, amé solo una vez- Miguel Dorelo

Siempre fui muy sexi.
Quizás no esté bien que lo diga, pero pecar de falsa modestia no es lo mío.
Debido a esta condición, supongo divina, tuve muchos amores e incontables romances.
Pero amar, lo que se dice realmente amar, solo amé una vez.
Si tuviera que hacer una lista de mis conquistas sería demasiado larga para este espacio y no es mi pretensión hacer gala de ello.
Si tuviera que catalogarme sería algo así como un Don Juan, para aquellos que ya peinan canas. O un metro-sexual, como me llamarían ahora.
Humildemente,yo creo que la descripción que mejor me cabe es la de un macho bien macho; eso fui siempre. Como a ellas les gusta.
Pero, como ya dije, poco significaron en mi vida la pasión de Julia, la desbordada ternura de Ángela, el desenfreno sexual de Eugenia o la casi insoportable adoración que Paula sentía por mí. Y solo estoy nombrando a unas pocas, como para ejemplificar.
El amor no es algo que uno planifique, ninguna de ellas puede vanagloriarse de haber sido algo más que un buen momento en mi extensa travesía sentimental.
Claro que como suele pasar, sin que uno se lo proponga un día llegó esa sola personita que pudo llegar hasta donde las otras ni siquiera vislumbraron el acceso.
Y, también, como inevitablemente suele suceder, otro fatídico día todo se terminó.
Quizás este descarnado relato sirva como vehículo para un no muy lejano reencuentro; a lo mejor aún me recuerde y cuando vea mi nombre en el título sienta algo de aquello y se decida a leer estas palabras que solo tendrán real sentido si son recorridas por sus ojos.
Les pido permiso queridos lectores para dirigirme en estos últimos párrafos a esa persona que motivó todo este patético y cursi relato.
Mi corazón, mi alma, todo mi cuerpo aún recuerda tus besos, tus caricias, tu mirada.
Hoy, ya retirado de esas lides, hastiado de amores vanos, cansado de buscar falsos sustitutos de tu amor, cada vez más añoro tu presencia. Esa que es ahora ausencia, dolorosa y ya insoportable.
¿En que lugar estarás… y con quién?
Y es en noches como esta, solo en la oscuridad de mi cuarto escuchando esa canción que solía acompañarnos cuando el amor hacía que nos fundiéramos en un solo cuerpo, ya rotos todos los diques del llanto susurro tu nombre apenas las primeras lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.
—Roberto…

Y sé que ya no podré conciliar el sueño.

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