El
último ser humano sobre la tierra- Miguel Dorelo
Alguien
alguna vez dijo aquello de que las ideas no matan. Pues, soy la prueba viviente
de la falsedad de semejante enunciado; lamentablemente, el último humano vivo sobre el planeta, un patético ser contando
sus últimas horas en una Tierra desolada. O quizá el término “desolado” no sea
precisamente el adecuado para este instante final en el que, en poco tiempo
más, ya no quedará ningún representante de la raza sobre su superficie.
Al
principio nadie pudo (o quiso) hacerse cargo de lo que unos pocos habíamos
querido advertirle al resto. Como todo proceso, los primeros impactos
colectivos tardaron en manifestarse de forma clara, inclusive a la mayoría, una
vez aceptado voluntariamente el nuevo
orden establecido mediante sutiles bombardeos de falsas informaciones e
imágenes tendenciosas, creyeron seriamente en que el hombre como conjunto se
encaminaba a ser un ser superior, más sano tanto física como espiritualmente.
Algunas voces, rápidamente tildadas de paranoicas por los gobiernos de todo el
mundo, insinuaron complots, hablaron de drogas en los alimentos, de una enzima
manipulada en laboratorios cercanos al poder que actuaban en puntos clave del
cerebro de la población, convenciendo definitivamente sobre las bondades del
nuevo modo de vida a los más reacios.
Súper población; la palabra clave. El planeta,
simplemente, no pudo soportarlo. Millones, miles de millones, miles de miles de
millones; más, más, más, el número de individuos creciendo día a día, hora a
hora, segundo a segundo. Y polución, contaminación, destrucción; escasez de
agua y oxígeno, destrucción de la capa de ozono, bombardeo de rayos
ultravioleta. Nacimientos tras nacimientos tras nacimiento en una constante e
infinita cadena. Parto: la nueva palabra maldita. Partos únicos, partos
múltiples. Ya no queda lugar donde vivir, solo unos pocos metros cuadrados para
cada uno, los olores se vuelven insoportables, el hacinamiento provoca
violencia, el principio del fin se vislumbra. Y finalmente, inexorablemente, la
muerte comienza su cosecha. Los agoreros de siempre deben haber exhalado sus
últimos suspiros con una sonrisa en los labios: la tantas veces anunciada
autodestrucción se estaba cumpliendo.
Y Yo. Solo Yo. O mejor dicho, Yo entre vacas,
cerdos, conejos, ciervos, pollos y gallinas, corderos, peces, chivitos,
caracoles, insectos, crustáceos de todo tipo,
perros y gatos, sumados a una infinidad más de animales que alguna
vez y por designio del Señor habían sido
creados con el loable fin de alimentar a la raza humana y que un grupo de
iluminados autodenominados
“vegetarianos” y luego en un arranque de mesianismo híper fanático
“veganos” ,decidieron “salvarlos” amparados en pacatas excusas; miles de
millones de ellos reproduciéndose sin solución de continuidad,
desenfrenadamente, ocupando todos los espacios disponibles, ahogando finalmente
a la raza humana, incapaz de resistir en un ambiente anti natural por completo.
Ya
no queda tiempo, solo unos minutos para tipear estás últimas palabras en la
ilusa esperanza de que algún día el hombre resurja de sus cenizas, alguno de
sus miembros pueda leer esto y así no volver a repetir errores y recuerde
siempre que no solo es mucho más placentero
un chivito a las brasas, un buen bife de chorizo o una vulgar milanesa a
la napolitana, sino que además, los vegetales son solo guarniciones que
acompañan.
4 comentarios:
Contundente-Para pensar
Muy jugoso- muy bien Dorelo!
Sigan con lo de ser vegetariano y ya van a ver cuando los animales se reproduzcan sin control y no nos quede espacio para los humanos.
Aunque el cuento está escrito desde el humor,bien podría pasar si les hacemos caso a los veganos y no sacrificamos más animales.
Gracias por pasar y comentar, Chely.
miguel, creo que la naturaleza es mas sabia que el hombre y que el manejo que hacemos nosotros de ella y sus insumos es peligroso. no estoy muy de acuerdo con el mensaje del texto mas alla que esta impecable como todo lo tuyo. bes
¡Sos vegana! Y yo que te pensaba invitar a comer un asadito, pero bueno, este tema da para largo y a pesar de mi ateísmo adhiero a los que dicen que si dios no hubiese querido que nos comiéramos a los animales no los hubiera hecho tan ricos. Gracias por el elogio a lo literario y retribución de beso.
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