sábado, 25 de julio de 2009

Koro, o el extraño caso de la masculinidad perdida- Miguel Dorelo

El lugar donde acontecieron los terribles hechos aquí relatados.

Koro, o el extraño caso de la masculinidad perdida- Miguel Dorelo

Si tan solo hubiera investigado un poco, me digo a veces. Pero, ¿Como podría haber vinculado lo que me está sucediendo con una simple visita a un país, por más exótico que este fuera? Pero las consecuencias, están a la vista: mi pene se achica día a día y esto me está causando una terrible depresión.
Me explico: me gusta viajar por todo el mundo. He recorrido casi todo el planeta, mi sólida posición económica me lo permite. Por lo general me gusta viajar solo. Una vez tuve la fatal idea de contratar un tour de esos que desde unos folletos te invitan a “conocer quince países en quince días” y con los que terminé conociendo quince hoteles, quince ómnibus de traslado y otros tantos locales de comidas autóctonas, todas ellas elaboradas bajo licencia de la Aboriginal Globalizol Food.
Nunca volví a contratar un servicio de ese tipo.
Si hay algo de lo que estoy seguro, es la imposibilidad de que un turista conozca realmente un país. Por eso, en todos los lugares, trato de empaparme de sus costumbres, de respetarlas y no cuestionar aquello que no comprendo.
Pero bueno, como introducción creo que ya fue suficiente, en verdad ya no sé que hacer. Lo mejor, creo, es relatar lo que me pasó en ocasión de mi visita a la República Popular China.
Fue hace seis meses. Comencé como siempre, buscando alguna información, algún asesoramiento básico, hice un curso intensivo de hipnopedia con el cual adquirí el conocimiento necesario del idioma como para no depender de un tercero para relacionarme con los nativos del lugar. Como dije, no tengo problemas de índole económica.
Llegué a Pekín y luego de un par de días, decidí que era hora de conocer a la verdadera China, visitando pueblos del interior.
Esa decisión estaba destinada a ser la más importante de mi vida.
El calvario por el que estoy pasando, tuvo su comienzo en un pequeño poblado del distrito de Hualién. Fiel a mis costumbres, comencé a interiorizarme de la idiosincrasia de los habitantes del lugar. Aprendí algunos vocablos típicos de la zona, algunas de sus costumbres, me vestí como ellos, y por fin, comencé a tener sexo con sus mujeres. Luego, ya entrado en confianza, también con algunos jóvenes del pueblo. No puedo asegurar que esto haya sido determinante, algunos especialistas a los que consulté, se inclinan por descartarlo. Aclaremos: lo que me sucedió no es contagioso, no tengan miedo. Visiten China, es realmente un país hermoso.
Hasta ahora este tipo de trastorno de tipo mental con consecuencias físicas, sólo se habían dado exclusivamente en unos pocos individuos de esta raza; jamás blanco alguno había sido afectado. Realmente, soy un pionero.
No crean que esto del achicamiento me preocupe. Bueno, un poco quizás; lo que me asusta es lo otro. Esta enfermedad suele evolucionar en una invaginación en su primera etapa para luego transformar por completo los órganos internos; lentos y progresivamente se forman el útero, los ovarios y las Trompas de Falopio.
La primera menstruación es casi inmediata, aunque la segunda ocurre a los cuarenta y siete días exactos. A partir de ese momento todo se estabiliza. Sinceramente, creo que por mi carácter altamente sensible, me será muy difícil manejarlo. ¿Me convertiré en una histérica una vez por mes?
Ya no aguanto más. Estoy cambiando por fuera y por dentro y no solo físicamente; ayer me desperté pensando en lo lindo que sería tener un busto más grande y empiezo a sentir adoración por los animalitos de peluche.
Pero, el hombre que he sido durante tantos años, por suerte se resiste.
El futuro cercano, la evolución de esta enfermedad y sus consecuencias inmediatas, ya no me dejan dormir; la posibilidad de embarazo no sería extraña.
El dolor durante el parto, las complicaciones que se podrían generar por la naturaleza de mi cuerpo primigenio, y sobre todo el tener que cambiar pañales a esta altura de mi vida, es demasiado.
Hoy, tal como están las cosas, creo que mi final está cerca. Si esta maldita enfermedad no termina conmigo, lo haré yo mismo. Lo tengo decidido.
Adios.

Koro: Es un tipo de trastorno mental que sólo se da en la China. El enfermo cree que su pene se va reduciendo progresivamente hasta invaginarse en el abdomen y causar la muerte. En un 30 o 40% de los casos el enfermo tiene asociada una depresión, pero el resto no tienen ninguna otra patología. El paciente puede llegar a morir por esta enfermedad.

Publicado en Breves no tan Breves. Reelaborado para La Cuentoteca.

10 comentarios:

Florieclipse dijo...

¿Habrá algo de autobiográfico en el cuento? No se ofenda, es sólo una pregunta...
Pero como ya lo dijo usted mismo el otro día: más vale chiquita y juguetona que... bueno, la idea es esa.

Salemo dijo...

Estos son los riesgos de una literatura descarnada; no hay nada personal en la historia, le pasó a un amigo mio.
Bueno, confieso que algunas características del personaje coinciden con el autor: a ambos le gusta viajar. El puede, yo no.
Hay otras, pero me da no sé qué contarlas aquí.

María del Pilar dijo...

No cuente, no cuente, mejor déjelo librado a la imaginación, che.
Ahora, el cuento muy bien escrito Miguel, pero no me dramatice tanto: ser mujer no es tan grave, después de todo. Siendo mujer, ¿sabe cuántas cosas grandes puede conseguir?, no me mate al protagonista...
Saludos cordiales

Salemo dijo...

Es que EL es machista. Si no lo fuera no habría conflicto. Aunque también el tipo andaba por esos lugares "conociendo" jóvenes chinos.
Después de todo, no sé de que se queja el tipo.

Alejandro Ramírez Giraldo dijo...

Me gusta y el final es muy bueno. Me parece que faltó ahondar un poco en esa experiencia en China, dar más detalles para darle más verosimilitud a la historia.

Un abrazo.

Salemo dijo...

No quise ahondar demasiado en detalles para no impresionar a los lectores, Alejandro.
Bueno, la verdad es que no quise atosigar con demasiadas palabras y como está el relato está basado en un trastorno mental verdadero que se da solo en la China, con el pié de página me pareció suficiente para situar al lector.Quizás podría haber especulado con alguna forma de contagio o de adquirir la enfermedad, pero me pareció suficiente con lo que había.
Es una segunda versión; por ahí hay una tercera con tus sugerencias. Ya alguna vez se me cruzó la idea de poner versiones con el aporte de los comentaristas.
Veré que hago.

Javier López dijo...

Lo único que se me ocurre es que digamos todos a koro: muy divertido e interesante cuento, Dorelo.

Salemo dijo...

Eso mismo le comenté al AMIGO protagonista del relato, Javi.
Me insultó de arriba a abajo y me preguntó que le veía de divertido. Me quiso pegar y todo.
Por suerte lo pude encerrar en un cuarto acolchado y por ahora he evitado varios intentos de su parte de quitarse la vida. De a poco lo estoy convenciendo que ser mujer no es tan malo. No tanto, por lo menos.Le dije que había cosas peores, pero cuando me preguntó cuales, no supe que responder. Ya se me va a ocurrir algo.
P.D:a raíz de este relato me surgió un nuevo inconveniente: no tengo la menor idea de por que algunas lectoras me acusan de machista

Javier López dijo...

Creo que podrías haberle mencionado a Gregorio Samsa. Despertarse sintiéndose coleóptero debe ser peor. Y que nadie me tilde de machista.
Y ahora en serio: las mujeres son adorables -la mayoría- pero un cambio de sexo repentino y no deseado debe ser brutal para alguien.
A tu amigo mejor que te lo ligues, y si no, ya habrán otros amigos.
Salud!

Salemo dijo...

Supongo que tendrás razón, Javier.
En mi campaña por recuperar la estima de las lectoras, diré que es mucho peor ser una cucaracha que una mujer...Aunque por ahí tiene algunas ventajas que escapan a nuestro buen saber y entender.