
Un adiós definitivo- Miguel Dorelo
Te amo.
No encuentro ni me sale otra forma de empezar esta, la última carta que voy a escribirte.
Sin vos, simplemente no existo. Y es por eso que voy a darle por fin sentido a mi vida, o mejor dicho a estos últimos instantes en que el mundo me contará entre los vivos.
Es este un adiós definitivo; he comprendido al fin que lo nuestro no tiene futuro.
Esta mañana he comprado una Beretta 92, y cuando vuelva de enviar esta carta haré lo que es preciso para olvidarte definitivamente.
Tengo todo preparado: el tema de Joe Cocker, ese de nueve semanas y media con el que jugábamos a que eras Kim Basinger, el sahumerio de sándalo y la foto aquella de cuando pasamos juntos nuestro primer fin de semana.
Quizás pienses que soy un cobarde al tomar esta decisión, pero ¿Qué sentido tiene continuar con esta agonía, en este mundo que ya no es más que un páramo desolado si vos me faltás?
Lo último que mis ojos verán será tu sonrisa. Y las otras imágenes, aquellas que quizás sean las que realmente cuentan, las del recuerdo de tantos momentos que pasamos juntos, las retendré hasta el preciso instante en que la bala destroce hueso, masa encefálica y pensamientos.
A lo mejor creas que estoy siendo muy duro, no es mi intención serlo, pero tanta angustia contenida no puede menos que desbordarse y salir a borbotones de mi corazón eternamente enamorado de vos, la única mujer que alguna vez existió realmente en todos estos años. Esos años que ya son muchos, demasiados para este cuerpo y este corazón ya cansados.
Adiós y hasta siempre. Si del otro lado existe alguna otra clase de conciencia, la bien usaré recordándote eternamente.
Que seas feliz, aún en compañía de otro; no guarda rencor alguno mi alma.
Por siempre tuyo, amor.
Esteban.
Hola, ¿Cómo andás? Soy Esteban. Si, el mismo de la carta anterior, la que te mandé hace dos días.
Ya sé, a esta altura yo no tendría que estar en condiciones de escribirte. En realidad, no tendría que estar en condiciones de hacer nada, pero viste como son las cosas, el hombre propone y dios dispone, dicen. No te asustes, no te escribo desde el más allá ni nada de eso; estoy vivo. Más vivo que nunca, en realidad.
Te cuento, después de todo tenés algún derecho a enterarte aunque sea por aquella pequeña historia que alguna vez tuvimos. Después de dejar la carta en el correo al llegar a la esquina me encontré con una persona que hacía muchos años no veía, vos también la conocés, Carlita, la hija de mi tia Gladys. ¿Te acordás que fuimos juntos a su cumpleaños de quince? Bueno, me preguntó como andaba y le comenté algo de lo que me pasaba. Palabras van, palabras vienen, me acompañó hasta mi departamento y ahí no pude contenerme y le conté todo. Se puso muy mal con lo que me estaba pasando y me dijo algo así como que un clavo saca a otro clavo, sonsito. Tarde un poco en darme cuenta qué quería decir con eso, hasta que tuve una pauta más real cuando comenzó a sacarse la blusa. Casi diez años sin verla, ahora tiene veinticuatro y me aclaró que ya no le dicen Carlita; Karla con K, le gusta que la llamen. Es impresionante lo que creció esta nena.
Esto te va a causar gracia: lleva siempre en su cartera un cd con la versión de “Sweet Dreams” que grabó Marilyn Manson, por si pinta la ocasión, me dijo. Y se mandó un stript tease que casi me deja seco ahí no más. Algo salvaje, bien caliente, no como aquél jueguito pueril que solíamos hacer. Lo que es la juventud de hoy día.
Bueno, así están las cosas. He reflexionado, soy un hombre joven, con una gran capacidad de amar y muchos años por delante. Ella me dice que el que le doble en edad no le importa en lo más mínimo y que me hará el ser más feliz del planeta. Yo le creo.
No te escribí antes porque no hemos dejado de hacer el amor durante estas cuarenta y ocho horas. Pensar que nuestro récord fue de, exactamente, de tres horas con intervalos esa noche que medio nos emborrachamos. Es evidente que lo nuestro era algo superficial.
Te pido un último favor, esta será ahora si la última carta que te escriba, ¿podrías mandarme aunque sea una parte de aquél dinero que una vez te ofrecí para ayudarte a saldar ese descubierto que tenías en el banco? Es que con toda la cuestión de mi angustia estuve unos días sin trabajar y ando medio corto. Este fin de semana largo me voy con Karla a la costa y quiero pasarla a full. No lo tomes como un reproche, pero un poco de culpa te cabe, tratá de hacerte cargo y mandáme el giro lo antes que puedas.
Ah, te mando el cd de Joe, ya no lo voy a necesitar.
Chau.
Esteban.
P.D: la Beretta me la quedo, vos viste como está todo este tema de la inseguridad.
Elaborado para La Cuentoteca
Por primera vez en La Cuentoteca, un tema acorde al relato. Es que me puse nostálgico: ella me lo bailaba.