miércoles, 15 de septiembre de 2010

Convivencia- Miguel Dorelo

Dos adicciones

Convivencia - Miguel Dorelo

Clara y Juan. Juan y Clara. Antes, cuando no convivían, todo el tiempo que pasaban juntos les parecía poco, nunca les alcanzaban las horas para tanta caricia, tanta mirada directa  a los ojos, tanto jadeo en noches en que el resto del mundo dejaba de existir en cada orgasmo alcanzado juntos.
—Quedáte —dijo una mañana ella. Y Juan se quedó. Y esa tarde comieron juntos las facturas que Juan compraba en la panadería de la vuelta todas las mañanas después del sexo tempranero, las que habitualmente sobraban y que indefectiblemente cumplían por la noche su destino de basura, ya que sin él presente, Clara no quería ni tocarlas.
Al principio todo fue como en un sueño, pero no pasó demasiado tiempo para que las primeras desavenencias aparecieran sin previo aviso, sin que nadie las hubiese invitado.
¿Los motivos? Todos y ninguno. O el más simple y habitual de todos los motivos: eran más distintos de lo que suponían y con la convivencia esto se empezó a hacer cada vez más evidente.
Algo machista, bastante mujeriego él —pero ahora estoy retirado —aclaraba cada vez que surgía el tema.
Ella, aunque con un perfil más bajo, era bastante permeable a los halagos masculinos.
Y, casi naturalmente, surgieron los celos; aunque una clase de celos acordes con los tiempos: celos virtuales.
Las redes sociales, pero por sobre todo el Messenger fueron las causas más habituales de las diarias discusiones entre ambos.
Clara se conectaba absolutamente todas las noches, Juan cada vez que encontraba un resquicio de tiempo y a cualquier hora. Por suerte cada uno tenía su propia máquina: una Notebook ella y una PC de escritorio él.
Lógicamente, eran “amigos” en el Facebook y contactos en el Messenger, así se habían conocido, pero ya no era necesario “conectarse” por esos medios, ahora vivían juntos y hubiese sido algo un poco ridículo.
Un día, luego de una gran pelea en la que él le preguntó que es eso de tanto piropo de parte de Raúl, un amigo en común de la red, y ella respondiendo que si le estaba controlando a los contactos que mejor harías en borrar a todas esas minas “amigas”tuyas que lo único que hacían era subir fotos mostrando las tetas para calentar a pajeros como vos, todo terminó con ella bloqueándolo y diciendo que si no confiaba en ella mejor se fuera a la mierda.
La relación se resentía día a día, pero algo aún flotaba en el aire y cuando cualquiera de los dos se encontraba solo descubrían asombrados que extrañaban los momentos de compartir lo que fuera sin ningún tipo de rollos extraños.
A su modo, fue Clara la que dio el primer paso para hacer un último intento de salvar aquello que alguna vez idealizaron.

—Deberíamos hacer terapia juntos —dijo Clara —Nos llevamos cada vez peor.
—Sabés bien lo que opino sobre eso, ahora si tu psicóloga está buena, no tengo problema. Esas tardan en calentar, pero una vez que dejan de lado sus traumas, se desinhiben y en la cama les tenés que pedir por favor que paren —arruinó de entrada Juan.
—Sos un pelotudo importante ¿No lo sabías? ¿Sabés que dice Lacan de esto? Él dice que…
—Pará, Clarita, ya te dije como mil veces que a mi no me compares con nadie. Me interesa bien poco lo que digan cualquiera de tus ex. Todos putos reprimidos son esos.
— ¡Lacan es un psicólogo, estúpido! ¡Y sabés perfectamente que no me gusta que me llames así!
— ¿Cómo, no era una mina? Ahora resulta que es un tipo. ¿Otra vez cambiaste? Después no te quejes si la terapia no te da resultados. Guita tirada. Total en esta casa sobra.
— ¡No te soporto más! Me voy a bañar —le responde ella, falsamente enojada al darse cuenta que era otra de las estúpidas ironías que Juan solía utilizar cuando quería hacerla enojar
— ¿Te seco como siempre? —propone Juan, sonriendo de esa forma que sabe que a ella nunca le resulta indiferente.
— ¡No! —grita ella en el exacto tono para que suene como todo lo contrario.
 Quizás después de todo una pequeña tregua no vendría nada mal, piensan ambos.

Esa noche Clara no se conectó. Juan solo encendió su computadora para ver si había recibido ese mail de trabajo que estaba esperando, y de paso le envió a Clara una solicitud de amistad en el Facebook.
A la noche siguiente Clara aceptó la solicitud y estuvieron chateando hasta las tres de la mañana.

Elaborado para La Cuentoteca

4 comentarios:

María del Pilar dijo...

Interesante, Miguel, me gustó. Pero, te cuento, la vida real es mucho más compleja que tu historia,los problemas que se generan en ese tipo de relaciones, que comenzaron virtuales, no son sólo los celos.
Lo cual no quita que a otras personas les vaya bien, porque el amor, tanto en las virtuales como en las reales, es una lotería, mi amigo.

Francisco Costantini dijo...

Ja, les cuento un secreto... ¿A que no saben cómo conocí a Julieta? Por eso le dediqué el cuento homónimo que apareció hace un tiempo en Axxón. Pero nada que ver con la realidad de Juan y Clara. A veces tenemos problemas (quién no), pero son otros. Como vez, Miguel, tu cuento me hizo pensar, y que un cuento logre eso habla bien de él.

Salemo dijo...

Claro, María. Aparte de ser una ficción, solo contempla alguna parte de la relación que está enfocada más que nada en la relación que ambos tienen con internet. En la vida real las cosas pueden ser más o menos complejas, dependiendo siempre de la idiosincrasia de los protagonistas.Pero conozco historias reales de este tenor, creéme.
Un beso y gracias por pasar y comentar.

Salemo dijo...

Bueno, yo creo que a lo mejor la historia de Clara y Juan si se ponen las pilas y realmente se quieren puede tener un buen pasar como el tuyo con Julieta, pero eso dependerá de ellos, yo no tengo nada que ver; una vez creados los personajes les otorgo el libre albedrío. Me lavo un poco las manos, bah.
Gracias por el elogio, Francisco.