lunes, 13 de junio de 2011

Ella, yo y su cuarto- Miguel Dorelo


Ella, yo y su cuarto- Miguel Dorelo

El amor lo es todo.
Amar a una mujer y que ella te corresponda es algo difícil de superar.
Bajo estas condiciones todo está bien, la felicidad puede  resultar casi infinita.
O por lo menos debería ser así.
Lástima que a veces no todo es tan ideal como aparenta serlo.

La primera vez que la vi supe que Ella tenía ese algo que sin saber andaba buscando en todas las anteriores; no crean que era una especie de escultural belleza ni nada por el estilo, no; sin ir más lejos, no tenía ni por asomo el culo de Sandrita y ni que hablar del par de tetas de Carolina. Sus ojos eran de un marrón de lo más común, nada que ver con el azul intenso, casi violeta de los ojos de María y su boca, aunque un poco grande como a mi me gustan, tampoco alcanzaba a transmitir la voluptuosidad de los carnosos y enormes labios de Marcela.
Pero, ninguna de ellas, ni aún juntándolas en una sola, se aproximaba siquiera a un pobre remedo de su personalidad.
La actitud. Supongo que era eso la que hacía que mis ojos la vieran de una forma como jamás antes habían ni siquiera vislumbrado a una mujer.
Ella fue la responsable de cambiar mi casi ancestral creencia de que el amor a primera vista era un cliché de pseudo poetas cursis o señoras grandes adictas a telenovelas colombianas de media tarde con maridos poco cumplidores.

Todo sucedió muy rápido, ahora me doy cuenta del error que esto supuso. El amor ciega; o por lo menos nos nubla la visión y el entendimiento. Nos comimos la fruta sin esperar a que madurara y así nos fue.
Ojo, no supongan que Ella es lo que en ese denigrante léxico machista se denomina una “chica fácil”, nada de eso; si a las pocas horas de conocernos Ella me invitó a conocer su casa y más precisamente su cuarto es porque ambos sentíamos que en realidad ese corto lapso de tiempo era el suficiente como para concretar lo que ya en nuestras mentes y corazones era ineludible.
El comienzo del fin. Jamás debí haber puesto ni siquiera un pié en esa habitación. Aún hoy, cuando recuerdo lo que allí vi, me estremezco y termino derramando alguna lágrima por todo aquello que pudo haber sido y que quedó en la nada.
Recuerdo hasta el más mínimo detalle de aquella infausta noche que paradójicamente comenzó como si de un sueño se tratase.
Comenzamos a besarnos apenas traspusimos la puerta de entrada de su casa. Su boca y mi boca fueron una sola cosa pero mejor. No digo que tenía una piel tersa, ni sedosa, su piel era solo piel, pero era justo la adecuada a ese instante y ese lugar.
Nos desvestimos apresuradamente, aún guardo el jean que llevaba esa noche con el cierre roto en la ocasión como recuerdo, ella dejó deslizar su vestido hasta el piso y tuvo mi entusiasta colaboración al despojarla de su hermosísima tanga negra. Estaba depilada hasta el punto exacto aconsejable.
A la tenue luz que se filtraba por la persiana semi cerrada comenzamos a coger (quizás aquí debería haber puesto algún otro término más sutil y romántico, pero estoy en un día de extrema sinceridad). Todo marchaba muy bien, pero justo en el instante que ella me dio vuelta y se ubicó encima, la luz de los faros de un automóvil que pasaba por la calle dio de lleno en la pared, justo donde en esos momentos mis desorbitados ojos se posaban.
Fue tal el horror, o mejor dicho el desencanto, que solo pude salvar la situación y conservar mi erección gracias a que vinieron en mi ayuda todos estos últimos años de militancia en el sexo tántrico. No sin esfuerzo pude concluir medianamente con mi faena fingiendo un orgasmo lo mejor posible, pero sé que Ella no se lo creyó.

Temprano en la mañana puse una excusa que ya ni recuerdo y apenas tuve la oportunidad me marché.
Jamás la he vuelto a ver, ni la he llamado. No creo que alguna vez haga algo para acercarme a ella, uno se da cuenta que hay cosas contra las que no hay maneras de luchar. Eso en su pared siempre sería un escollo insalvable por más amor que le tuviera.
La amé como nunca antes amé, pero solo con el amor no alcanza; un hombre no puede ni debe dejar de lado sus convicciones más íntimas ni siquiera en nombre del más sublime de los sentimientos.
Ahora me doy cuenta que deberíamos habernos conocido más antes de intimar y así hubiésemos evitado ese tan desgraciado suceso que terminó por estropearlo todo.

Ella era casi perfecta; de no ser por ese maldito poster de Ricardo Arjona en su cuarto, quizás hoy sería la madre de mis hijos.

Elaborado para La Cuentoeca

9 comentarios:

chely dijo...

Que bueno!!
Creo , hubiera hecho lo mismo-jaja
Es fascinante tu forma de narrar.Felicitaciones Miguel

Salemo dijo...

¡Gracias, Chely! Que mal la pasó el pobre tipo;una sorpresa de esas en medio de lo que pensó sería una noche ideal pudo hasta haberlo matado. Zafó bastante bien, aunque no debe haber dejado una buena imagen.

A.R.N. dijo...

dos cosas dos
la primera, descreo fervientemente del mensaje ese de que tener relaciones la primera vez es de chica facil.
segunda, todos tenemos algun muertito en el placard. miguel, dada la confianza que hemos adquirido me gustaria, que digo, muero por saber cual es el tuyo.
un beso

Salemo dijo...

Al terminar de escribir el relato sabía que me podría hacer de la enemistad de algunas lectoras, pero fue más fuerte el impulso de mostrar mi aversión por el ¿Guatemalteco, Venezolano?; juro que conozco señoras inteligentes de un gusto musical bastante bueno que gustan de las canciones del tipo este, pero no alcanzo a comprenderlas. Para mi sería un gran sacrificio relacionarme con una de sus admiradoras, pero lo pensaría si realmente valiese la pena. El personaje es más intransigente que yo parece.
¿Mis muertos? Con respecto a la música podría ser mi gusto por, no sé, no es tan grave, Madonna o Michael Jackson, ya que el pop no es muy de mi agrado pero a esos dos los respeto.Después escucho cosas que para muchos es poco potable, pero que creo que es más bien por poco comercial. Voy a pensar en algún otro intérprete y te lo comunico.
Me acordé de uno: José Luis Perales: confieso que me gustan un par de temas.No voy a ahcer más declaraciones que puedan ser usadas en mi contra por mis amigos.
Un beso para vos también.

Salemo dijo...

Dijo María Taltavull en mi muro de Facebook: Jajaja, genial, Dorelo, un texto impecable, con una couta de humor sublime. No es fácil lograr un relato que cumpla con tanta maestría el arte de cautivar y además que llegue a un humor sigiloso y brutal ¡¡¡Felicitaciones!!! (No logro comentar en el blog...)

Un servicio más para aquellas lectoras que tengan inconvenientes con Blogger.

Salemo dijo...

Me se olvidó de contestarle a Aída sobre lo de las chicas fáciles; tampoco creo que deba ser considerada así a la señora o señorita que mantiene una relación sexual en su primera cita, lo que pasa es que un toque machista en mis relatos nunca está de más.Ahora,si la susodicha es de hacerlo semalmente y con distintos señores, cambiaría mi opinión sobre eela: ese es un derecho puro y exclusivo de nosotros.

Salemo dijo...

Y también acabo de darme cuenta que en un incidente de hace un par de semanas en que Blogger me borró parte de mis enlaces estaba el blog de dicha señora Aída, excelente por cierto. Lo he subsanado, que por algo soy un caballero.

Celia Carnovale Atilio Martínez dijo...

Miguel...jamas cambiaria el gran amor a un desconocido por un cartel aunque fuera de Alsogaray

Salemo dijo...

Yo no sé, Ailec; coincido con el personaje en que me resultaría poco agradable encontrarme con un poster de Arjona en medio de un encuentro amoroso con una señora. De saberlo de antes por ahí lo pondría a consideración de mi conciencia.
Si no te conozco y es tu primera vez aquí, bienvenida y pasa cuando quieras;y si no es así, igual. Siempre son bienvenidas a La Cuentoteca las señoras /o señoritas.