jueves, 8 de marzo de 2012

Exactamente como me enseñaron- Miguel Dorelo


Exactamente como me enseñaron- Miguel Dorelo

En algún momento uno debe decir basta, hasta aquí llegué.
El hastío llega sin avisar, a veces antes, a veces después, pero cuando al fin lo alcanza a uno lo único que queda por hacer es decidir que hacer con él.
¿Por qué hacerse cargo de los errores ajenos?
Los finales suelen sor tristes, dejan interrogantes que solo podrían haber sido dilucidados cambiando la condición de serlo: yo no pedí que me mandaran ahí. Ellos son los responsables principales de todo este presente angustiante que me está tocando vivir. Y cuando digo “ellos” me refiero a todos y cada uno, desde mi superior directo, ese que por lo menos estuvo en el frente conmigo, hasta todos esos cerdos que decidieron cómodamente sentados en sus sillones ergonómicos, apoltronados en sus amplios despachos con aire acondicionado y secretarias top dispuestas a satisfacer todas sus exigencias, manipulando impunemente vidas ajenas, jugando con fragilidades cual crueles niños traviesos. Y los que fueron a festejar a la plaza, con sus hijos en los hombros y sus emocionadas voces entonando el himno.
Frío, calor, podredumbre, hambre, impudicia, pérdidas  irreparables, odio, mucho odio; casi tanto como miedo. Nada de gloria, valor, amor a la patria o todo ese palabrerío que usan los que no les toca estar allí; una auténtica y contundente, grande, enorme mierda. Ya surgirá algún trasnochado cineasta que conforme al público con una gran película que ganará muchos premios y hará llorar ante la pantalla a espíritus sensibles, con una buena y adecuada banda de sonido, con primeros planos de rostros compungidos excelentemente actuados, banderas flameando, medallas póstumas en actos rimbombantes y reencuentros familiares con llantos y sonrisas dosificados en su punto justo.
Pero, mientras tanto algo se fue de madre, no salió como fue planificado, el sistema no lo contempló. Y acá estoy, porque quiero y a mi pesar, porque no hay forma de que no esté. Desde esta altura, la plaza luce casi hermosa, el sonido de los autos no deja escuchar los pasos de los cientos de personas que la cruzan, aún menos los susurros entre besos de una parejita que sentados en aquél banco de madera seguramente planifican un futuro juntos o los gritos de aquel  hombre que en rincón y ante el desinterés de los transeúntes mencionará una y otra vez las palabras dios y salvación. Todos ellos ya fueron juzgados y condenados, sin derecho a apelación, con el contundente antecedente de simplemente ser parte de ese monstruo llamado humanidad; soy el abogado defensor, el fiscal, los testigos; los peritos de parte, el jurado, el señor juez, los televidentes que siguen atentamente el caso tomando mate en sus cocinas. La sentencia debe cumplirse.
 Ajusto la mira, apunto a uno de los puntos más vulnerables, exactamente entre los ojos, exactamente como me enseñaron.

Imagen: La guerra- "La cabalgata de la Discordia"- Henri Rousseau

6 comentarios:

chely dijo...

Fuerte + real
Me gusto amigo

Salemo dijo...

Gracias, Chely. Sobre este tema no había escrito nada. Aunque es más bien sobre Malvinas, podría aplicarse a cualquier conflicto bélico y las secuelas que quedan en los combatientes.

Florieclipse dijo...

Me gusta la voz que le diste al narrador, Dorelo. Se siente la aspereza, la rabia y todo lo que debe haber en su interior para hacer lo que hace.

Anónimo dijo...

Muy bien logrado amigo. Se siente el odio del francotirador, el miedo, la angustia y sus deseos de venganza.Recordé un hecho lamentable hace muchos años en Bogotá (1986) cuando un hombre, ex combatiente en Vietnam, entró a un Restaurante, pidió pasta con vino, comió, pagó la cuenta, entró al baño y al salir llevaba dos armas automáticas en sus manos. Ese día asesinó a más de 30 personas.

Un abrazo amigo, muy buen relato

Carlos Eduardo- Caselo

(Disculopas, pero solo aceptó comentar como anónimo)

Salemo dijo...

Gracias, Carmen. La intención fue un poco esa, aunque la decisión de canalizar toda esa rabia y ese dolor haya sido quizás la peor de todas también quise hacer ver que hay muchas culpas compartidas para ese final.Y la puta guerra, claro.

Salemo dijo...

Tal cual, Caselo. Las secuelas psicológicas de haber sido insertado en eso sin comerla ni beberla, y sin justificar la conducta del protagonista, difiere en algo con un asesino por voluntad propia. es el perfil que quise darle al protagonista.