Anoche,
ella vino a buscarme- Miguel Dorelo
Ella es
realmente hermosa. Es tal su belleza que te hace olvidar casi por completo de
quién se trata.
Se presentó
delante mío ayer por la noche, a eso de las ocho. Enseguida supe de quién se
trataba. Llevaba puesto un vestido rojo muy ceñido al cuerpo y el pelo suelto. Apareció de la nada, justo
cuando me encontraba pensando en qué me prepararía para cenar. Vivo solo y no
me gusta demasiado pedir comida hecha, prefiero la ceremonia de cortar cebollas
y morrones mientras a fuego lento el aceite se calienta en una olla no muy
grande y en la otra, de mayor capacidad, va tomando temperatura el agua para
los fideos.
—Hola —me dijo
—Ya sabrás a lo que vengo.
—Claro —contesté
— Sos más linda de lo que suponía. Mucho más.
— ¿Está listo?
—preguntó.
—Nunca lo
estaré. Deberías saberlo.
—Pues, no
importa demasiado. Y eso es algo que vos deberías tener en claro.
—Lo sé.
— ¿Vamos yendo?
—Dame un par de
minutos. No es fácil para mí. Amo demasiado la vida.
—Sí, lo sé. Hago
mi trabajo a conciencia y leí tu ficha antes de venir para acá.
—Sentáte.
¿Querés tomar algo?
— ¡Ja! Ni lo
intentes. No serías el primero en tratar de seducirme. Sé digno y resignáte. No
te va a doler, lo prometo.
—No es esa mi
intención. Solo ser amable. Y ganar algo de tiempo, lo confieso.
— ¿Para qué?
¿Qué significan un par de minutos más o menos?
—Realmente, no
lo sé. A veces queremos algo sin saber realmente los motivos, solo porque lo
queremos. ¿Siempre sos tan racional? Una mujer hermosa e inteligente. No es
algo que haya visto muy seguido a lo largo de mi vida. A lo mejor ese es el
motivo de querer prolongar esto: disfrutar de tu compañía.
—Bueno, gracias…
—Solo diez
minutos. Por favor.
—Diez minutos.
Solo eso. Y sin que te hagas el tonto.
—Gracias. Me
gustan tus ojos, pero aun más tu sonrisa. ¿Qué querés tomar? ¿Estaría bien un coñac?
—Estaría
perfecto. Terminamos de beber y nos vamos.
—Por supuesto.
Vos sos la que mandás. Siempre son ustedes las que mandan ¿Te puedo preguntar
algo?
—Sí, dale.
— ¿Por qué me
toca hoy? Aún soy joven y en estos últimos meses me he sentido bastante bien.
—Una tontería:
la sal. Te dijeron que debías dejarla de lado y no hiciste caso. Dentro de unos
minutos, apenas termine de beber esta copa, tendrás un golpe de presión del que
no podrás recuperarte.
—“No somos nada”:
nunca mejor dicho. La sal, que pelotudez. Por lo menos me iré en buena compañía
¿Te dije que sos la mujer más sensual que he conocido? Lástima las
circunstancias.
—No vas a lograr
nada…
— ¿Con qué?
—Con halagarme.
Ya te lo advertí.
—Lo sé, lo sé.
Solo que tengo ganas de hacerlo; sin especular con ello.
—No te creo. Los
hombres son todos iguales.
— ¡Ja! ¿La
muerte es feminista? No se me habría ocurrido pensar semejante cosa ni en mil
años.
— ¡No soy feminista,
pelotudo! ¡Te llevo ya!¡No me provoques!
—Perdón, no te
enojes. Aunque enojada seguís estando hermosa.
—Sos un idiota.
¡Cortála con los piropos! No me interesan.
—A todas las
mujeres les importan los piropos —Le digo tomando su barbilla con una de mis
manos.
— ¡A mí no! ¡Y
no me toques! ¡No quiero que me toques!
—Permitíme que
lo dude. ¿Qué pasa si hago esto? —le respondo mientras deslizo mi otra mano por
su cintura y un poquito más abajo.
— ¡Lo único que
me faltaba! Uno que se cree irresistible. ¿Ahora que sigue? ¿Vas a intentar
cogerme?
—Tal vez… ¿Por
qué no? ¿Te resultaría muy desagradable?
— ¡No cojo con
humanos! Estás loco. Soltáme…
— ¿Me lo pedís
con ese tono? Sonás a todo lo contrario.
—Soltáme…Por
favor…
— ¿Estás segura
de que es eso lo que querés?
—Sí.
— ¿Y no
preferirías esto? —le digo deslizando mi mano izquierda por su entrepierna,
mientras la derecha comienza a bajar el cierre de su vestido. Lo primero en
asomar son sus tetas: realmente, no son
de este mundo. Le muerdo suavemente los pezones.
—No – me dice
con un susurro, en ese tono exacto con el que la mujer pretende negar un sí.
En poco tiempo,
descubrimos que ella es multi orgásmica.
La muerte,
después de tener sexo, fuma. Igualito a una humana. Y quiere hablar, claro.
—Esto estuvo
mal. Muy mal —me dice.
— ¿Te estás
quejando? ¿No te gustó?
—No. No me
gustó… ¡Sí me gustó, hijo de puta! Pero está mal. Yo no vine a esto.
—No siempre uno,
o una en este caso, puede salirse con la suya.
—Vos sí. Querías
cogerme y lo lograste. ¿Y ahora cómo sigue esto?
—No sé. Vos sos
la que decide. ¿Me vas a llevar con vos?
—No sé qué
carajo dicen los reglamentos. Nunca me pasó algo así.
— ¿Y entonces
qué hacemos?
—Supongo que
debo dejar todo como está y pedir instrucciones.
— ¿Y eso cuanto
tiempo demandaría?
— ¡No lo sé!
Tampoco lo sé. Nunca pensé que un polvo podría complicar tanto las cosas.
—Siempre se
aprende algo nuevo…
Ella apaga el
cigarrillo que solo ha consumido por la mitad. Me mira a los ojos, se encoge de
hombros y comienza a besarme mientras se desliza encima de mí.
—Quedáte a
dormir —le digo.
Creo que me
estoy enamorando e ignoro por completo en qué terminará esto.
Mañana será otro
día y quizá lo averigüemos.
6 comentarios:
Buena historia, Dorelo.
Gracias, Don Giorno. Es como el sueño del pibe. Del pibe con ínfulas de galán, claro: encamarse con la muerte y enamorarla para que no nos lleve.
Que historia amigo!
Como siempre felicitaciones
me gustaaaaaaaaaaa
Gracias, Chely. Me resultó divertido escribir esta historia.
La idea fija...
Ya lo creo: terapia urgente para este sujeto. En todo ve sexo.
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