viernes, 10 de abril de 2009

La llama del amor- Miguel dorelo



Una historia de amor como cualquier otra.



La llama del amor - Miguel Dorelo



Lucia, Ricardo y una brillante historia de amor.
Cuando se conocieron, él supo que esa mujercita era lo que había estado esperando durante todo este tiempo.
Quedó deslumbrado desde que la vio, parada en medio de la avenida entorpeciendo el tránsito junto a sus compañeros activistas, todos ellos enfundados en sus trajes de bombillas eléctricas y enarbolando grandes carteles en donde se podía leer “las lámparas de bajo consumo son el futuro: súmate”.El cruzó y ella le entregó un volante, a la vez que le hablaba de la peligrosidad de las lamparillas incandescentes. En ese preciso instante, Ricardo comprendió que Lucia sería el faro que de ahora en adelante alumbraría su camino.
Se enamoraron rápidamente, fue como un destello que les hizo ver todo más claro.
Las siguientes semanas fueron realmente luminosas.
—Cuando estoy con vos siento luciérnagas en la panza y veo lucecitas de colores —acotaba ella con un brillo especial en los ojos.
—Mariposas, querrás decir — corregía él.
—Mariposas también, mi amor —sentenciaba ella.
El idilio duró muchos meses. Iban juntos a todos lados; a la exhibición de fuegos artificiales en Puerto Madero, al show de rayos láser en la costanera, se extasiaban con la caída del sol o muchas otras veces suspiraban al unísono al amanecer cuando éste asomaba sus primeros rayos entre los edificios.Estaban destinados a ser el uno para el otro sin ningún tipo de dudas.
Él tuvo una infancia feliz. Era fanático de las historietas y su héroe preferido, Linterna Verde lo había acompañado en miles de aventuras; en su juventud, solo un hecho fortuito había empañado en algo toda esa felicidad, cuando recorriendo como mochilero Sudamérica había sido secuestrado por equivocación por Sendero Luminoso.
La infancia y adolescencia de ella estuvo alternada por buenas y malas; no la pasó muy bien cuando su padre fue despedido de la fábrica de tubos de neón, pero por suerte su madre se hizo cargo del mantenimiento del hogar cuando entró a trabajar en la Cooperativa Eléctrica del pueblo.
Finalmente se casaron. Lucia en su vestido de novia estaba resplandeciente y Ricardo exhibía con orgullo una sonrisa de cien vatios. Luna de miel en Paris, la hermosa “ciudad luz”, por supuesto.
Quiso el destino que fueran bendecidos por el Áurea Divina del Señor con el nacimiento de una adorable niña a la que llamaron Clarita.
Los años pasaron, con luces y casi sin sombras,pero, el tiempo que todo lo desgasta, fue apagando poco a poco la llama del amor.Todo se volvió rutinario y anodino; digamos que el horizonte, antes diáfano, se estaba cubriendo con espesos y oscuros nubarrones.
Los acontecimientos se fueron precipitando y a medida que en la usina de sus almas mermaba la producción de energía, nuevos cortocircuitos hicieron eclosión en la vida de la otrora feliz pareja. Ricardo comenzó a padecer una incipiente miopía y Lucia a sufrir de cataratas.
No tardaron en llegar los problemas económicos y los padecimientos materiales, hasta que finalmente la abultada boleta de consumo eléctrico correspondiente al último mes, que no habían podido saldar, terminó por ensombrecer, en todos los sentidos, sus existencias.
Pero, en nombre de todo aquel pasado luminoso, la vida les ofrecía una oportunidad única: Clarita podía ser el generador que les devolviera aunque fuera un poco de aquel fluido; por y para su hija adorada, intentarían reactivar los circuitos del cariño.
Intentaron, en primer lugar, revivir aquella pasión de los primeros años, pero rápidamente comprobaron que la famosa “energía orgásmica” de Wilhelm Reich era un mito. Quizás el tiempo los había mimetizado de tal manera que se habían convertido en “polos iguales”, con el consecuente rechazo que esto genera.
Todo lo intentaron, pero no había nada que hacer, al amor de 10.000 vatios, el tiempo lo había convertido en el tenue y patético resplandor de una vela de misa ya gastada.
El golpe final, el apagón definitivo lo recibieron esa madrugada cuando Clarita, ya adolescente, entró a la casa que aún compartían, vestida de negro, con dos aros en su párpado izquierdo y un gran alfiler de gancho en su mejilla derecha; se había convertido en una joven Dark.
Desde algún lugar misterioso comenzó a sonar “Paranoid” de Black Sabbath.



Exclusivo de "La Cuentoteca"

5 comentarios:

Francisco Costantini dijo...

Che, estás hecho una luz!

Francisco

María del Pilar dijo...

Está bueno. Me gustó

Salemo dijo...

Gracias, compañeritos. Yo creo que en otro lado lo rebotan por delirante, así que...

Nanim Rekacz dijo...

Interesante porque destaca la cantidad de expresiones comparativas que utilizamos inconcientemente, aquí resultan absurdas porque son todas temáticas, pero a la vez son las que le dan sentido al cuento.

Ogui dijo...

Electrizante! Es más, con toda la luz que se desprende de estas iluminadas palabras, se puede reflejar una sociedad de consumo de energía que apenas propaga su calor y consume su propia sombra. Dorelo, Usted hizo luz de las sombras de mi juventud, reconoció las fases de una vehemencia que la entropía degradó. A esas almas les faltó la incandescencia necesaria para encender otra llama en lugar de iluminar un plasma.