
Sobre amores y renunciamientos- Miguel Dorelo
Siempre que uno se enamora, renuncia a algo. Esto es así.
Casi se podría medir la intensidad de un amor con solo prestar atención a lo que ella o él han renunciado en pos de la concreción del vínculo amoroso.
Pero, ¿Existe algún límite que no es posible trasponer por más enamorado que uno esté?
El amor no conoce de ese tipo de especulaciones, dirán todos o casi todos los que alguna vez vivieron un gran romance; por ella, o por él, soy capaz de renunciar a todo.
Ricardo opinaba así. Opinaba, bien digo. En pasado. Ya no.
Lo ideal no existe. Eso está claro. Cuando nos enamoramos no elegimos de quién hacerlo; no pocas veces, el objeto de nuestros sentimientos es comprensiblemente alguien que no comparte nuestros modos o nuestros gustos en su totalidad. Esas pequeñas diferencias suelen ser un incentivo para la relación; enamorarse de alguien demasiado semejante a uno mismo, aunque en estos tiempos está siendo cada vez más natural, es solo una especie de onanismo más sofisticado.
—Bueno, pequeñas diferencias, quizás. Pero ésta —trata de justificar Ricardo.
—Por favor no me interrumpas cuando estoy tratando de poner en situación a los lectores.
—Pero, estás hablando de mí, después de todo.
—Estoy. Pero a modo de ejemplo; lo que realmente me interesa es divagar un poco sobre amores y renunciamientos. No voy a negar que lo que te pasó se presta perfectamente a lo que quiero decir, pero bien podría utilizar otra historia.
—Te estás mintiendo y lo sabés. No peleemos. Dejáme que te ayude. Quién otro mejor que yo mismo para relatarlo.
—Que bien. Esto ya me pasó: el personaje queriendo copar el relato. Lo hacemos entre los dos. Presentáte. Yo te sigo.
—Como bien dijo el señor, me llamo Ricardo. Como cualquier hijo de vecino, conocí a una señorita y me enamoré de ella. Luciana, se llama.
—La historia…
—Va, va. Nos conocimos, empezamos a salir, etc. Lo habitual. El conflicto surgió cuando empezamos a descubrir nuestras diferencias, menores al principio, pero que cuando llegó el momento de intimar se acentuaron.
—Eso, eso; detalles escabrosos en lo posible, para que no decaiga el interés.
—Los necesarios para que se entienda el concepto y podamos establecer las pautas necesarias para una correcta interpretación de los hechos. Sigo. Soy una persona de lo más común y rutinaria; en materia sexual, un macho promedio, si se me permite expresarlo así. Ella no. Ella es distinta. Ella, practica el sexo tántrico.
—Ubiquemos al lector.
— ¿Ponemos un enlace a la Wikipedia?
—No. ¿Y si el día de mañana esto se publica en papel, eh? Haga una síntesis.
—Bien. La principal carácterística del sexo tántrico es la de prolongar la relación sin llegar a la eyaculación; en palabras de Luciana, la técnica más adecuada para conseguir un óptimo resultado: “ Vos seguime. Quedáte quieto, relajá los músculos genitales y anales y empuja la lengua contra el paladar, justo detrás de los dientes".
—Complicado.
—Hay más. “Permanecé quieto y respirá profundamente y con regularidad. Retirá el pene hasta que pase la urgencia y alterná nueve empujones débiles con uno más profundo”.
—Hay que contar.
—Solo mentalmente. “Presioná el perineo con el índice y el pulgar entre el ano y el escroto. Lo puedo hacer yo, si no te animás”.
—Chanchita, la Luciana.
—Es solo técnica. “Colocá el pulgar en el frenillo en la parte inferior del pene, con los dedos índice y medio en las ondulaciones del glande y apretá durante diez a quince segundos”.
—También se necesita un cronómetro.
—Me las arreglaba con el despertador en la mesita de luz. En esencia eso es todo…y no eyacular, claro.
—Pero eso no es lo que llevó a la ruptura de la pareja.
—No. La amaba tanto que me adapté. Tuve que hacer un curso rápido de anatomía y al principio anotaba las instrucciones en una pizarra que ponía a la cabecera de la cama, pero todo bien.
— ¿Y cómo fue lo de la separación? Los lectores deben estar ansiosos.
— Aunque pasábamos muchas horas en la cama, también salíamos. Vos sabés que una de mis grandes pasiones es el buen comer. Al principio todo bárbaro, buenos restaurantes, pizzerías varias, fast food , lo que pintara para la ocasión…Hasta que decidió programar las salidas ella. Fue el principio del final.
—Contá lo que pasó.
—Solo tres salidas; eso fue lo que mi dignidad pudo aguantar. Ahí me di cuenta que el amor, por más fuerte que sea, no puede hacer pasar por alto ciertas cosas.
Como te cuento, la tercera vez fue la última. En las dos primeras lo soporté, tanto la amaba, en la tercera ni siquiera quise entrar al local.
Imagináte: ambiente cálido con reminiscencias hindúes, música suave, un amplísimo menú para seleccionar platos de todo el mundo, no demasiado caro, era casi perfecto.
Casi…podés mirar los hermosos platos realizados por chefs de primera, olerlos y hasta palparlos. Lo que de ninguna manera podés hacer es comértelos.
Me cagué de hambre.
Nunca más ví a Luciana ni quiero volver a hablar de ella.
Nunca más pongo un pié en uno de esos restaurantes tántricos.
No todo es amor en este mundo.
Ahora estoy saliendo con Carla, eyaculo cuando quiero y sobre todo, la única diferencia entre nosotros pasa por Burger King o Mc Donalds.
Exclusivo de La Cuentoteca.