jueves, 14 de enero de 2010

La Zona- Miguel Dorelo

Ella sigue esperando...

La Zona-Miguel Dorelo

Volvió a La Zona por enésima vez en esa semana.
Sabía que eso no estaba bien.

Todo había comenzado cuatro meses atrás.
—Curiosidad, solo una vez y por curiosidad — se dijo esa mañana frente al espejo.
Aunque no fuera de manera oficial, todo el mundo sabía de la existencia de ese sector en el que hombres y mujeres todas las noches tomaban distancia de las “buenas costumbres” y ofrecían sus servicios a todo aquellos que se aventuraran por el lugar.
No sin cierto resquemor, esa misma noche recorrió la zona delimitada por solo unas pocas cuadras, cerca del centro de la ciudad.
De entrada sintió cierto rechazo al cruzarse con las primeras personas que evidentemente eran aquellos que hacían del lugar lo que era, pero no podía negarlo, la atracción que sobre él ejercían era mucho mayor que su mala predisposición.
Se tranquilizó al darse cuenta de la presencia de algunos que otros transeúntes de ambos sexos que evidentemente se encontraban en su misma situación. Mirones; o en el peor de los casos, posibles candidatos a mantener algún tipo de relación con aquellas gentes.
Solo observaría. Un mal menor. De ninguna manera traspasaría ese límite.
Tras un par de horas, decidió que ya era suficiente; no sin dificultad, volvió sobre sus pasos y en menos de diez minutos, dejó atrás las calles y aquellos seres responsables de su decisión de esa mañana.
En los siguientes días se sintió inquieto y su mente imbuida de preconceptos trató de negar los verdaderos motivos de su evidente ansiedad.
Finalmente, tuvo que admitirlo; siglos de enseñanzas y tradiciones no habían podido “civilizarlo” del todo. —Siempre tuviste una tendencia hacia lo prohibido, lo abiertamente inmoral, aunque supieras muy bien que eso suele aparejar problemas —le había dicho una vez su mejor amigo.
Pero, no era el único. De vez en cuando alguno o alguna, se alejaba de los usos y costumbres considerados “normales” y terminaba sucumbiendo ante el deseo de nuevas experiencias.
Aunque se sabía a ciencia cierta que La Zona, como se la conocía popularmente, estaba considerada como peligrosa para la moral pública, no era secreto para nadie que constantemente recibía visitantes insatisfechos con las formas tradicionales en busca de satisfacer apetitos considerados malsanos por la mayoría.
Unos y otros fueron perseguidos al principio por las autoridades, pero al ver que de todas formas ellos tarde o temprano encontraban la forma de satisfacer sus instintos a todas luces retrógrados, decidieron tratar contenerlos en una zona dentro de la ciudad previamente delimitada.
Cuando ya no pudo aguantar más, volvió a acallar su conciencia inventándose un nuevo e infundamentado pretexto. Esa noche, aunque aún no lo supiera, pondría a prueba en su conciencia los civilizados conceptos de convivencia y armonía que imperaban en todo el planeta.
La vio parada en una esquina de la avenida principal de La Zona; aunque tenía los consabidos pruritos con respecto a “ese tipo de mujeres”, como la mayoría solía denominarlas, muy a pesar suyo se sintió inmediatamente atraído.
Luego de un breve titubeo, se decidió; se acercó a ella e intercambiaron aquellas primeras palabras que con el tiempo y las posteriores consecuencias que le acarrearon, dejarían de parecerle banales e intrascendentes.
Solo eso, no quiso o no pudo avanzar más allá. Muy a su pesar, volvió sobre sus pasos y raudamente volvió a abandonar aquellas calles.
Tan solo dos días después regresó. La imagen de aquella mujer y sobre todo su mirada no dejaron alternativa posible a su supuesto libre albedrío; intuyó, ya que no supo, que sus días ya no transcurrirían de la manera anodina que lo habían hecho.
Rotas ya todas las fronteras del pudor se entregó por completo a la nueva experiencia.
Volvió a La Zona noche tras noche, siempre a buscarla. Nunca antes había sentido de esa forma; jamás imaginó que se pudiera sentir algo así. Y menos aún que todo aquello fuera motivado, contra toda lógica, por una sola persona.
—Aquí todo es distinto — dijo ella —los que elegimos vivir de esta manera nos entregamos de manera total a lo que nuestros deseos nos marcan.
Al principio todo era casi idílico, pero, de a poco, sus dudas fueron abriéndose paso en su mente hasta alcanzar el punto de ruptura definitivo. Esto no estaba bien. Era algo malsano y al fin podía comprenderlo.
—No puedo, simplemente no puedo continuar con esta relación —le dijo esa noche.
Ella lo miró. Había comprensión en su mirada.
—Sabía que tarde o temprano esto iba a pasar —dijo.
No volvió a pasar ni siquiera cerca del lugar; no quiso provocar al destino, sabiendo que ella seguramente estaría parada en esa esquina esperando.
Poco a poco volvió a su rutina de amante bisexual, a compartir con el resto de la gente normal el intercambio de pareja y las fiestas sexuales grupales.
Volver a las costumbres imperantes le harían poco a poco olvidar aquél momento de debilidad en que incursionando en La Zona por un momento dudó de todas las enseñanzas que la sociedad le había inculcado.

En La Zona, esa noche ella estuvo en su esquina, como siempre.
Algún día él vendría. Sería alguien como ella, un paria que creyera en aquellas formas que hacía siglos eran mal consideradas.
—Me querrá solo a mí y solo lo querré a él y estaremos juntos por siempre —murmuró.
Y siguió esperando.

Exclusivo para La Cuentoteca

8 comentarios:

Daniel Frini dijo...

Muy bueno, Miguel. Me gustó el final

Salemo dijo...

Gracias, Dani. Un final melancólico pero sentido por el autor.

D.Laurencich dijo...

Está genial! pasa, eh? pasa!!!

... La Morocha dijo...

Me gustó y mucho. Definitivamente todo un romántico de ley. Gracias!

Salemo dijo...

Así es, Ingrid. Pasa o pasará, vaya uno a saber. A veces no alcanzqa con el amor y las circunstancias pesan demasiado.

Salemo dijo...

Eso, Morocha. Lo vivo repitiendo: soy un romántico, pero ninguna me cree.

Clarice Baricco dijo...

Me agradó que me sorprendieras con el penúltimo párrafo. Y un final romántico. En este texto no aplica nada que diga "no me gusta".


Abrazo.

G

Salemo dijo...

Gracias, Clarice/ Graciela. Me agradó que te haya agradado y que no haya nada que no te gustara.
El final es romántico y encierra también un reclamo: que el amor de verdad vuelva a tener vigencia entre tanta tontería.
Otro abrazo para vos.