domingo, 29 de mayo de 2011

Más de un millón de veces- Miguel Dorelo


Más de un millón de veces- Miguel Dorelo

Un millón de veces, o quizás más aún, no había forma alguna de saberlo a ciencia cierta.
Y sin embargo, siempre era como la primera. Y también como la última.
Esa primera vez.
Ella lucía espléndida, al principio de los tiempos, al comienzo del todo. Toda luz, energía pura y radiante, bien podría decirse que lo encandiló. Aunque en realidad no es esta la forma correcta de describir la situación. Ninguno de los dos “eran”, en el cabal sentido del término; bien podría catalogárselos como dos entes aún casi indescriptibles, cúmulos de energías que no alcanzaban a “ser” en el sentido más estricto de lo que esto significa.  Pero, era evidente la conexión entre ellos, su interrelación, la dependencia ejercida desde el uno hacia el otro y viceversa. Retroalimentación  era la palabra que mejor describía a lo que estaban predestinados, el uno con el otro, individualidades que juntas formaban mucho más que la suma de ambos.
Un millón de re-encuentros conllevan irremediablemente casi la misma cantidad de separaciones, el eterno sino que los acompañaría por siempre.
Cientos de miles de lugares y la misma cantidad de “contenedores” para un único y sublime contenido.

Más temprano que tarde, todo ese flujo energético necesitó de un catalizador y lo halló en ese pequeño planeta que giraba junto con sus siete satélites alrededor de aquella estrella de un azul intenso, tanto como lo era ese sentimiento potenciado que se generó luego de asentarse en ese par de cuerpos casi translucidos y con los que por primera vez experimentaron un acercamiento tal como nunca antes habían sentido.
Y vino el primer final: la dolorosa comprensión de lo pasajero, el darse cuenta que todo lo atado a lo material es limitado, pero que esa misma limitación es la que potencia. El ser huéspedes de sus primeros cuerpos materiales les trajo el descubrimiento de sensaciones nuevas, esas que con el correr de los años catalogarían como caricias, besos y miradas fuese cual fuese el idioma empleado, todas y cada una de ellas imprescindibles, partícipes necesarias del camino a recorrer.
Y siguieron nuevos lugares y nuevas formas; nuevos cuerpos, nuevas pieles y texturas, caricias de seis brazos y de ninguno, besos de enormes bocas y de pequeñisimos labios color ámbar; búsqueda incesante de definitividades que siempre resultaban pasajeras, recorriendo mundos y galaxias, reconociéndose, pero también encontrándose y perdiéndose una y otra vez.

Todo lo que alguna vez empieza, debe terminar: casi una ley universal; y tal vez esta historia concluya hoy y aquí, quién sabe. El tercer planeta girando alrededor de un pequeño sol amarillento. Podría haber sido en cualquier otro lugar, es cierto, pero por algún motivo incomprensible, es aquí y ahora. No es un gran lugar ni el más hermoso que hayan visitado, está inconvenientemente muy poblado y el sonido ambiente es más bien insoportable, pero en compensación volverán a encontrarse por enésima vez y es lo único que importa.
Dos cuerpos basados en el carbono quizás no sean lo suficientemente perfectos, han utilizado otros mucho más convenientes con los cuales han alcanzado un nivel de gozo difícil de superar, ella ha sido casi etérea y celeste, pequeña e irradiadora de un aroma indescriptible capaz de transportarlos hasta lugares hermosos; también enorme, cálida y azul, protectora y sumisa en las dosis adecuadas. Y cientos, miles de otras formas bajo el común denominador de una complementación casi perfecta, encajando punto por punto en sus propias e incontables apariencias, solo empañada por la ineludible separación final que siempre, indefectiblemente, llegaba.

Y se volvieron a cruzar creyendo por millonésima vez que era la primera vez, sin sospechar siquiera que tal vez eran parte de algún extraño plan de un caprichoso dios con nada más importante para hacer.
—Hola. Sos hermosa —dijo él.
—Gracias —dijo ella y le sonrió.
Ambos pensaron en que algo estaba comenzando.
Y que sería para siempre.

Elaborado para La Cuentoteca

8 comentarios:

A.R.N. dijo...

asi que persiguiendose en cuerpos etereos paseando por galaxias extranias... aqui y ahora siguen su destino camino a la eternidad.
sos un romantico, clap clap

Salemo dijo...

Escrito bajo condiciones algo no habituales; con mucho dolor de cabeza y presión alta. Una nueva manera de encarar la ficción. Sin perder mi romanticismo, claro.
Un amor para toda la vida, con encuentros y desencuentros pero que al final triunfará. Bah, creo yo, que soy bastante crédulo y algo tonto.
Que los personajes se las arreglen, yo hice lo que pude.
Gracias por pasar, Aída.
Un beso.

A.R.N. dijo...

ponete bien miguel, un placer pasar, la proxima convide algo hombre....

El Titán dijo...

Adan y Eva? Eva y el General? Susana y Monzon?

como siempre, delicioso deon Dorelo...
salú!

Salemo dijo...

Me pondré bien, Aída. Casi seguro.
Ahora, si tengo éxito con lo escrito bajo esas condiciones me haré un sandwich de jamón crudo, me tomaré un cerveza y con la presión bien alta me sentaré a escribir. Todo sea por el arte.

Salemo dijo...

Esas parejas y otras más, Esteban.¿No será que los grandes amores de la historia en realidad son solo el mismo amor? Podríamos agregarle otra: Dorelo y ...no estoy autorizado, no estoy autorizado, no estoy autorizado...

Javier López dijo...

Dorelo místico, cósmico, galáctico, exoplanetario, químico, físico y romántico. Como no, romántico.
Cuídate mucho, pero deja que sin esos picos de presión sigan fluyendo buenas ideas y hermosas formas de contarlas.
Saludos y abrazos a ti y al personal que por aquí concurre.

Salemo dijo...

Estoy multifacético...O enamorado, no estoy muy seguro; normal no estoy. Los picos de presión están aflojando y espero que cuando desaparezcan no se lleven a las musas.
Saludos y abrazos para vos también y para los concurrentes también. Un poco más efusivos para las concurrentas, claro.